lunes, 12 de diciembre de 2011

Consecuencias de las Leyes Kármicas


Las faltas cometidas traban la evolución del alma, de modo que el karma indica el camino para su liberación, para su progreso espiritual.

Los efectos dañinos que muchas veces los seres, individual o colectivamente pasan, resultan de la acción expiatoria del karma, para el reajuste de las almas que habitan el orbe planetario.

Según la Ley del Karma, el dolor, el sufrimiento y las dificultades tienen el significado de reaproximarnos al Padre, debiendo ser recibidos con aceptación y buen ánimo, visto que, sanados, abren las puertas para una nueva vida.

Así, las enfermedades y los trastornos kármicos no pueden ser vistos como condenatorios, implacables, sino de efecto transitorio, con el fin de corregir errores del pretérito y devolver al ser humano el equilibrio espiritual mediante las leyes del Universo.

Cabe indagar si el espíritu tiene conocimiento de lo que irá a encontrar durante su próxima existencia en el cuerpo físico, Allan Kardec en El Libro de los Espíritus, ítem 258, explica que “Elige por sí mismo el género de pruebas que quiere sufrir, y en esto consiste su libre albedrío”.

El espíritu al reencarnar no es un recién llegado a la Tierra. Trae experiencias de vidas pasadas que pueden ayudar en su adaptación al cuerpo físico al cual se integrará. Y, también, no dará una zambullida en las tinieblas, ya que conoce las dificultades que podrá encontrar. En contrapartida, la vida cobrará, del ser humano, la responsabilidad de enfrentarlas con optimismo, reconociendo que en esa acción podrá salir vencedor.

La Ley Kármica establece que las acciones practicadas por el ser humano quedan gravadas en su periespíritu, como marcas que actuarán directa o indirectamente en una existencia, actual o futura. Las buenas acciones causan salud, bienestar y alegría, mientras que las malas acciones son responsables del dolor y del sufrimiento. Esas impresiones gravadas en el periespíritu constituyen el substrato del karma de cada uno.

El Concepto de Karma Entre las Personas

Las ideas que los seres humanos tienen sobre el karma, convergen hacia una aproximación de conceptos. Existe una creencia, más o menos general, que ciertas enfermedades y fatalidades están relacionadas a predestinaciones personales, tal vez a débitos del pasado o a la voluntad de Dios.

Entre los árabes, hay una expresión conocida con el nombre de mac-tub, para designar lo que ya está escrito en la vida de cada uno.

Existe, también, un recurso frecuentemente empleado por las personas, cuando procuran consolar a alguien que esté pasando por pruebas, diciéndole que debe conformarse, porque esa fue la voluntad de Dios.

En verdad, esa es tan sólo una manera de decir, que la vida humana es regulada por las Leyes Naturales, creadas por Dios, a las cuales todos los seres humanos están vinculados.

Los judíos, en la época del inicio del Cristianismo, sabían que muchas enfermedades podían ser debidas a faltas cometidas en el pasado, de la propia persona o de sus padres, tanto es así que al llevar un ciego de nacimiento para que fuese curado por Jesús, los discípulos preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?. Jesús respondió: “Ni él pecó, ni sus padres; sino que fue para que se manifieste en él las obras de Dios”, como está en Juan, 9, 1-3, ha citado.

Si a Jesús no le extrañó la manera como la pregunta le fue formulada, fue, probablemente por ser común, en la época, el concepto de que ciertas enfermedades pueden ser causadas por faltas cometidas en el pasado, por la propia persona o por sus familiares.

El Olvido de la Faltas Cometidas

Mirando de proteger a las criaturas, el Supremo Poder y Sabiduría que rige el Universo, las libró del natural recuerdo de sus vidas anteriores.

En verdad, sería una pretensión muy grande para los seres humanos, espiritualmente imperfectos, querer saber todo lo que hicieron, aunque tan sólo fuera en la última encarnación en el planeta Tierra. Tal vez no pudiesen soportar el peso de las emociones causadas por el conocimiento de las faltas que habían practicado, o de las injurias que habían sufrido.

Lo importante para cada uno no es acordarse del pasado, sino saber lo que puede ser hecho en la presente existencia, partiendo de la situación en que se encuentra, y de los recursos que dispone para perfeccionarse espiritualmente, basándose en las enseñanzas de los maestros y orientadores espirituales que le son enviados, a través de diferentes corrientes religiosas o filosóficas.

El olvido es una ley que puede ser observada por la propia persona, que no recuerda hechos ocurridos, no solamente, en existencias pasadas, sino también, de hechos normales de la vida actual.

Y, aunque sean recordados, sus impresiones se mantienen en la memoria cerebral durante la vida física, y pasan automáticamente hacia la memoria del periespíritu, juntándose la memoria preexistente,

de vidas anteriores.

La verdad, las causas de las enfermedades kármicas, así como otros sucesos de vidas anteriores, son generalmente olvidadas.

Todavía, ciertos hechos, entre los cuales pueden estar los causantes de males kármicos, son muchas veces vislumbrados a través de la intuición, de la regresión de la memoria, de la revelación o por el despertar de estados subliminales de consciencia, como las preferencias personales hacia ciertas profesiones, o por las artes y aptitudes innatas, que se manifiestan desde la infancia, así como otros sucesos, como el encuentro de personas o de situaciones que traen ocultas reminiscencias.

Sería como un secreto reconocimiento de que algo aconteció, y que la persona está reviviendo lo que ya vio o ya conoció anteriormente, y que trae la emoción de un reencuentro.

Cómo Aminorar los Males Kármicos

La mejor manera de actuar sobre posibles males resultantes de faltas del pasado, consiste en mantener continuamente pensamientos positivos, palabras y acciones centradas en el Bien, a fin de crear nuevas modalidades de karma que puedan equilibrar posibles aspectos negativos del karma preexistente.

Y, si estuviera marcado por el sufrimiento causado por los males kármicos, el ser humano cuenta con la Misericordia de Dios que le concede la oportunidad de encontrar el camino hacia la salud y para su equilibrio espiritual, a través de la práctica del Bien, de la oración, de la fe y por el amor ejemplificado a través de la caridad.

Jesús jamás condenó a alguien por causa de faltas cometidas, sino que dio esperanzas a los que lo buscaban trayendo enfermedades físicas o males del alma, diciéndoles “Tus pecados te son perdonados”, como está en Lucas, 5, 20. Y en el mismo instante de su martirio, tuvo la serenidad de pedir: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. (Lucas, 23, 24).

La Ley del Karma tiene dos atenuantes: la del merecimiento de la persona que haya practicado buenas acciones, con saldo positivo sobre las faltas cometidas, disminuyéndole la extensión del sufrimiento que puede corresponderle; y la Misericordia de Dios, que concede, a sus hijos de buena voluntad, nuevas oportunidades para realizarse en el camino del Bien.

De ese modo, la ley Kármica, que puede explicar la existencia de ciertas injurias, enfermedades, sufrimientos en la vida de cada uno, sin causa aparente, no debe ser considerada como inexorable y fatal, por los pensadores cristianos, visto que sus efectos pueden ser modificados o atenuados por la Ley Mayor de la Misericordia de Dios, por el amor fraterno, por la fe, por la oración, por la práctica de buenas acciones y por la caridad.

Confirmando esa afirmación, encontramos en el Evangelio el maravilloso mensaje de amor fraterno que lava todos los pecados, en la palabra de Jesús al recibir a María Magdalena en la casa de Simón, el fariseo. En su dialogo con el mismo, refiriéndose a ella, le dice: “Sus muchos pecados le son perdonados, porque mucho amó”. (Lucas 7, 47).

Sabiéndose que la caridad es la expresión mayor del amor entre los hombres, encontramos esa misma enseñanza en la primera epístola del apóstol San Pedro, al afirmar: “Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá multitud de pecados”.

Vivimos en un mundo de pruebas y dificultades, probablemente vinculadas a errores del pasado, pero Dios nos dio un abanico de oportunidades para romper o modificar los aguijones que nos atan al dolor y al sufrimiento, concediéndonos la oportunidad de promover nuestro propio perfeccionamiento, nuestra reforma íntima, nuestra cura espiritual a través de la vivencia del amor fraterno, a través de la práctica del bien.

El ser humano no nació para vivir inmerso en lamentaciones. Y delante de dificultades que lo afligen, o de males, reales o imaginarios, que lo atormentan, debe encontrar fuerzas en lo recóndito del alma y procurar enfrentarlas con optimismo y buen ánimo, reconociendo que su existencia tiene el significado de una realización de ascensión, de aprendizaje y de realizaciones.

Las enfermedades kármicas constituyen males que pueden ser aminorados y sus causas, aunque desconocidas, pueden ser atenuadas por la utilización de recursos espirituales, cuyas bases se encuentran en la oración, en la predisposición para enfrentar las dificultades, en la práctica del amor fraterno, en la reforma íntima, en la práctica de la caridad sin límites.

Formas de Sufrimientos Kármicos

Para Juana de Angelis, en el libro Plenitud, “Los sufrimientos humanos de naturaleza kármica pueden presentarse bajo dos aspectos que se complementan: prueba y expiación. Ambos buscan educar y reeducar, predisponiendo a las criaturas al inevitable crecimiento íntimo, en la busca de la plenitud que las aguarda”.

Dios, en su infinita Misericordia, da, ciertamente, a sus hijos, penas mucho menores de las merecidas, las cuales no tienen la finalidad de castigarlos, sino de proporcionarles oportunidades de evolución espiritual.

Las pruebas se manifiestan bajo diferentes formas de sufrimientos, de intensidad soportable, para que puedan ser aceptadas con disposición, sin quejas, con el amor que vivifica las acciones renovadoras del alma.

La condición de aceptar las pruebas, con disposición y buen ánimo, tiene el sentido oculto del arrepentimiento que representa el primer paso para la regeneración de las faltas, que, aunque sean desconocidas, están presentes y actuantes a través del periespíritu.

La expiación tiene el sentido de la reparación de faltas más graves, cometidas a los semejantes o premeditadamente a uno mismo, y que causan, en su acción de retorno, serios compromisos orgánicos, psíquicos o sociales.

La expiación constituye una prueba más difícil de enfrentar, y tiene el mismo significado de restituir al ser humano el equilibrio biopsíquico, espiritual y social.

Muchas veces, las consecuencias de ciertos desarreglos, como el de los vicios, ocurren durante la propia existencia y, por ligarse al periespíritu, se proyectan a la vida espiritual futura. Al igual que los vicios aparentemente inocuos, como los del tabaco, provocan maleficios físicos durante la presente existencia, que se proyectan a la vida espiritual, vinculados al periespíritu, que acompaña al espíritu después de su desligamiento del cuerpo físico. Aparte de provocar su acción dañino durante la vida, se proyecta en la espiritualidad y puede comprometer, igualmente, una posible existencia futura en una nueva encarnación..Vale la pena recordar, que el Espiritismo enseña que algunas formas de sufrimiento, aparentemente inexplicables, no tienen vínculos kármicos. Pueden haber sido escogidos por el propio espíritu antes del nacimiento, como forma de elevarse a través de la aceptación de las dificultades, con amor y coraje, a fin de constituir un estímulo para los semejantes, como está en El Libro de los Espíritus, ítem 273, en que un Espíritu puede desear reencarnar entre seres de poca evolución para ayudarlos. “En tal caso desempeña una misión”.

El Karma y las Leyes Naturales

Aunque aparentemente libre e independiente espiritualmente, el ser humano tiene su vida vinculada, entre otras cosas, a las Leyes del Amor, del Trabajo, de la Evolución, de la Reencarnación y del Karma.

La Ley del Amor lo identifica con los demás seres humanos, igualmente hijos del mismo Padre, que distribuye las sinecuras de la vida para todos La Ley del Trabajo enseña que el ser humano debe participar en la realización de cosas útiles para sí mismo y para la vida, identificándose como participante de la obra de la creación del Universo.

La Ley de la Evolución muestra que el ser humano debe seguir su trayectoria ascensional, sin limitaciones, hasta la perfección. Debe comprender, sin embargo, que no puede evolucionar si no se desata de las amarras espirituales que lo detienen.

La Ley de la Reencarnación indica que, el ser humano, tiene necesidad de renovaciones continuas, a través de renacimientos, como oportunidades para alcanzar progresivamente, grados más elevados de evolución.

A través de la bendición de la reencarnación, el espíritu encuentra condiciones de levantarse del pasado, con vistas para el futuro, que será de luz y de amor.

La Ley del Karma oriente al ser humano en el sentido de la rectificación de sus posibles faltas, a través de pruebas y expiaciones, a fin de encontrar el equilibrio biopsíquico, espiritual y social.

Aceptando las tribulaciones de la enfermedad kármica, el ser humano asume, consciente o inconscientemente, la realidad de las consecuencias de sus propios actos que dependen, esencialmente,

de su propia voluntad, de su libre albedrío. Y, si no tuvo preparación o no fue orientado para encontrar la solución de su problema, espiritualmente, tendrá que enfrentar el rescate de sus faltas a través del próximo sufrimiento.

La Ley del Karma trabaja favorablemente con el ser humano, enseñándolo a través del sufrimiento y de las dificultades el camino para alcanzar su perfeccionamiento espiritual, a través del control de las faltas que pudo cometer hacia sus semejantes y a sí mismo.

La Ley del Karma enseña al ser humano que su meta es la perfección, la cual puede llegar por su propio esfuerzo, como alma viviente, sintonizándose con la práctica del Bien, venciendo las dificultades mediante el trabajo y el amor.

Consideraciones Finales

Ninguna persona está sujeta a las acciones arbitrarias del destino. Todo lo que la rodea, de bueno o malo, debe atribuirse a sí misma o a su relación familiar o colectiva, por su propia responsabilidad.

Ella misma puso, alguna vez, en esta vida o en vidas pasadas, las simientes para ello..Tantos sufrimientos humanos pueden tener origen en el pasado. Hoy, cada uno recibe tan solo lo que sembró en sus muchas peregrinaciones terrenas, pues lo que el ser humano siembra tendrá que coger, más temprano o más tarde, según la Ley del Karma. La comprensión de las enfermedades kármicas se fundamentan en el conocimiento de que las faltas cometidas acarrean sufrimiento, como está en El Evangelio según el Espiritismo, ítem 5, al afirmar que: “No hay una sola culpa, por leve que fuere, no existe una sola infracción de la ley de Dios que no tenga consecuencias forzosas e inevitables más o menos molestas”.

Las consecuencias de las faltas cometidas pueden o no ocurrir en la misma existencia, como está en el mismo libro citado: “El hombre no siempre es castigado, (parcial o totalmente) en su presente existencia, pero no escapa jamás a las consecuencias de sus faltas. La prosperidad del perverso no es sino momentánea, y si no expía hoy, expiará mañana, en tanto que el que sufre lo hace como expiación de su pasado”.

Cada ser vive la consciencia que él mismo formó, a través de sus vidas anteriores, porque las existencias tienen continuidad, y nadie puede tener una vida plena en el presente si actuó mal en la vida pasada. Existen, en la vida, innumerables caminos que pueden ser seguidos, y cada uno escoge el que juzga mejor, de acuerdo con su entendimiento y libre albedrío, cabiéndole, con todo, la entera responsabilidad por sus actos. Todo ser humano tiene, dentro de sí, una fuerza en potencia que emana del alma y que se identifica con el Supremo Poder y Sabiduría del Universo, que es Dios, y tiene la responsabilidad de realizar su propio destino, su progreso material y espiritual, y promover la ayuda a sus semejantes. En esta época de dificultades para todos, en que los hombres están enteramente inclinados hacia los bienes materiales y para los placeres inmediatos de la vida, es oportuno recordar que él tiene un modelo de perfección moral, en el Hombre que habitó entre nosotros, y que nos dejó el ejemplo de sus enseñanzas y de su propia vida. Y como enseña Allan Kardec, en El Libro de los Espíritus, ítem 625, Jesús es, para todos los seres humanos, el modelo de perfección moral, afirmando: “Jesús es para el hombre el tipo de la perfección moral a que puede aspirar la Humanidad en la Tierra. Dios nos lo ofrece como el modelo más perfecto, y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su ley, porque estaba animado por el espíritu divino, y es el ser más puro que ha venido a la Tierra”.

El ser humano tiene un modelo de perfección moral y, cuando practica buenas acciones, con amor, establece condiciones para vivir en paz, con salud y alegría, no solamente en el presente sino también en el futuro.

Realizando su propia evolución, y colaborando para el perfeccionamiento de sus semejantes, adquiere condiciones que lo liberan de sus limitaciones kármicas, llevándolo a disfrutar una Vida plena, teniendo como ejemplo nuestro modelo de perfección moral, que nos anima y nos congrega en el camino del Bien.

2 comentarios:

  1. Me gusto este trabajo. Me hubiera gustado leer sobre las causas Kármicas, que producen determinadas enfermedades

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  2. publicaremos mas cosas referente a este tema

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