El sufrimiento es la manifestación del malestar, de dolor físico o moral. Ataca a los seres humanos en todos los países, en todas las edades y de diferentes condiciones económicas y sociales.
El sufrimiento físico puede manifestarse por falta de comodidad, dolores generalizados o por dolores que atacan a cualquier órgano o parte del cuerpo.
El sufrimiento moral, que constituye el objeto del presente trabajo, proviene de acciones más profundas, que incluyen la participación del alma.
En verdad, el sufrimiento del alma está siempre presente, tanto en el dolor físico, como en el dolor moral, visto que el alma participa de todos los actos de la vida, y no puede alienarse en los casos que atañe el sufrimiento humano.
Así, el sufrimiento del alma está presente en todos los casos de sufrimiento físico, y puede manifestarse por síntomas psicosomáticos de ansiedad, aflicción, miedo, depresión, pánico o desespero.
Puede venir, igualmente, como resultado de enfermedades graves en un familiar o de la pérdida de entes queridos, de bienes materiales o frente a problemas económicos, sociales o afectivos.
Puede ocurrir, todavía, frente a sufrimientos de otras criaturas, motivados por catástrofes colectivas, miserias, guerras o agresión que haya hacia los seres humanos.
El sufrimiento del alma puede ser causado por agresiones físicas o morales y se caracterizan por afectar a las personas en su sensibilidad emocional, haciéndolas sufrir. Se manifiesta a través de aflicciones, ansiedad, angustia, miedo o estados de sublevación.
El sufrimiento moral tiene una connotación para cada pueblo y para cada persona, de acuerdo con su concepción filosófica, religiosa o cultural, y expresa el sufrimiento del alma. Un ejemplo puede ilustrar esa observación. Dice la leyenda que, estando San Francisco enfermo, en la cama, fue alimentado con caldo de gallina y, más tarde, supo que el pequeño animal fue sacrificado para servirle de alimento. Encontró que cometieron un sacrilegio, un acto que para la mayoría de las personas es perfectamente natural.
En verdad, el concepto moral puede variar en los diferentes países, pero hay un concepto universal de moral, que consiste en no hacer al próximo lo que la persona no desea que sea hecho para sí misma.
Considerando de un modo amplio, para todas las formas de sufrimiento, unas personas sufren más, otras menos, aunque todas sean visitadas, más tarde o temprano, por alguna modalidad de sufrimiento.
Causas del Sufrimiento
El sufrimiento no es propio del mundo en que vivimos, pues la Tierra es un planeta maravilloso, bello, dadivoso y saludable, posibilitando la vida plena a los seres de los reinos vegetal, animal y humano, en diferentes regiones.
No provienen, igualmente, de la voluntad de Dios que sus hijos estén sometidos a sufrimientos físicos y morales, en situaciones tan diferentes.
No es resultado, tampoco, de la fragilidad humana, pues el ser humano es fuerte y dotado de recursos extraordinarios, pudiendo sobrevivir en diferentes regiones, en condiciones ambientales adversas, aunque los niños de tierna edad sean frágiles, y necesiten de la protección de los adultos para que puedan sobrevivir.
Naturalmente, el sufrimiento no viene por casualidad. Aunque sus causas no siempre puedan ser conocidas, se sabe que es un efecto y todo efecto tiene una causa. Salvo las fatalidades, que no pueden ser controladas, las posibles causas de los sufrimientos deben ser procuradas en la conducta del propio ser humano, donde se encuentran las razones del mal, la culpa de cada uno por sus propias tribulaciones.
Por inmadurez espiritual, por ignorancia u otro motivo, el ser humano comete tres tipos de agresiones: sobre sí mismos, sobre sus semejantes y sobre el medio que le rodea.
Las faltas cometidas hacia sí mismo están relacionadas al mal uso del pensamiento, cuando impregnado de emociones negativas, como las del odio, rabia, envidia, celos, calumnia, maldad, maledicencia; otras, debidas a los vicios, como del tabaco, de las bebidas alcohólicas y de las drogas; a los disturbios de la sexualidad; y los resultantes de descontroles alimentarios; u otras formas de autoagresión, como la pereza, la ociosidad o el exceso de actividades.
Con relación a los semejantes, el ser humano puede cometer faltas por acción o por omisión. Hablando sobre ese tema, el padre Vieira decía en sus Sermones que muchos serán juzgados por las malas acciones que cometieron, pero todos nosotros seremos castigados por la omisión de no practicar el bien, cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo.
En relación con el ambiente en que vive, el ser humano comete innumerables agravios al mismo. Son notorias las poluciones del aire, de las aguas y del ambiente, la devastación de los árboles, así como la polución por la energía nuclear, altamente perjudicial a los seres vivos.
Deben ser consideradas, todavía, las malformaciones hereditarias y congénitas, explicables por las leyes biológicas, igualmente dañinas a los seres humanos.
No solamente las causas referidas, sino también las malformaciones kármicas están relacionadas entre las causas del sufrimiento humano. Las acciones humanas son reguladas por la ley de la reciprocidad o de causa y efecto, según el cual toda causa genera un efecto equivalente, igual y en sentido contrario, abrazando el propio destino del hombre. Si la persona practicó el mal y el retorno no ocurre en la misma existencia, podrá acontecer en una existencia futura, bajo la forma de males kármicos, igualmente causantes de sufrimientos del cuerpo y del alma.
Más allá de esas modalidades de acciones causantes de disturbios, el ser humano está, todavía, sujeto a la influencia de entidades espirituales, y de las acciones mentales de otros seres humanos, influyéndole varias modalidades de sufrimientos anímicos y orgánicos.
Sabiéndose que el pensamiento es una forma de energía que puede ser utilizada tanto para el bien, como para el mal, se comprende que las acciones mentales deben ser realizadas con mucha vigilancia, para que sean conducidas hacia fines edificantes, generando la salud, la paz y la alegría.
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