domingo, 4 de julio de 2010
Tribunales del Karma
El «Libro Tibetano de los Muertos» dice: "Has estado en un desmayo durante los últimos tres días y medio. Tan pronto como te recobres de este desmayo, tendrás el pensamiento" ¿Qué ha pasado? Pues en ese momento, todo el Samsara (Universo fenoménico) estará en revolución. El ingreso a los mundos electrónicos y moleculares, en el momento de la muerte, es una prueba tremenda para la Conciencia del hombre. El «Libro Tibetano de los Muertos» asegura que todos los hombres caen, en el momento de la muerte, en un desmayo que dura tres días y medio. Max Heindel, Rudolf Steiner y muchísimos otros autores, sostienen que durante esos tres días y medio el Ego desencarnado ve pasar toda su vida en forma de imágenes y en orden retrospectivo. Aseguran dichos autores que estos recuerdos se hallan contenidos en el Cuerpo Vital. Esto es cierto, pero sólo es una parte de la verdad. Las imágenes y recuerdos contenidos en el Cuerpo Vital, y su visión retrospectiva, sólo es repetición automática de algo semejante en el mundo electrónico.
En el momento de la muerte, y durante los tres días y medio siguientes a la muerte, nuestra Conciencia y nuestro juicio interno son liberados por la descarga electrónica. Entonces vemos pasar toda nuestra vida en forma retrospectiva. La descarga es tan fuerte que el hombre cae después en un estado de coma y de sueños incoherentes.
Sólo aquellos que poseen eso que se llama Alma pueden resistir la descarga electrónica sin perder la Conciencia. Pasados los tres días y medio, la esencia entra en un estado de conciencia de tipo lunar. En el momento de la muerte, REVIVIMOS la vida en forma retrospectiva, bajo la descarga electrónica, pero en forma muy rápida y terrible. En el mundo molecular volvemos a revivir nuestra vida que acaba de pasar en forma mucho más lenta, porque el tiempo en el mundo molecular es más lento que en el mundo electrónico. Bajo la influencia lunar revivimos nuestra vida desde la ancianidad hasta la niñez y nacimiento. Los desencarnados visitan entonces aquellos lugares con los cuales se relacionaron, reviven cada escena de su vida, dicen y hacen lo mismo que hicieron, sintiendo alegría por las buenas obras y profundo dolor moral por las malas. Terminado el trabajo retrospectivo, es claro que tenemos plena conciencia del resultado final de la vida que acaba de pasar. Es entonces y sólo entonces cuando todo aquel que no esté definitivamente perdido, toma la decisión de enmendar sus errores y pagar lo que debe. Sólo los completamente perdidos no responden a los impactos terribles de los mundos molecular y electrónico. Realmente, esos seres ya están tan materializados, que de hecho retornan al mundo mineral; éste es el infierno cristiano, AMMIT el monstruo egipcio devorador de los muertos con sus gigantescas mandíbulas de cocodrilo; el devorador de los corazones, el buitre cósmico que consume los desechos o despojos de la humanidad, el Averno romano, el Avitchi Indostaní, etc. Todos los planos de existencia cósmica mencionados por la teosofía, pueden ser perfectamente sintetizados en cuatro regiones: Infierno, Tierra, Paraíso y Cielo. Es decir, Mundo Mineral, Mundo Celular, Mundo Molecular y Mundo Electrónico. El Juicio Final es el que decide la suerte de los desencarnados. Terminado el trabajo retrospectivo, tenemos que presentarnos ante los Tribunales del Karma. En dichos tribunales, tenemos que responder de nuestros cargos; la sentencia de los jueces es definitiva. Realmente, no es exacto afirmar que todos los seres pasan a las regiones del Paraíso o a los estados de felicidad de tipo celestial después del juicio. Realmente, sólo pasan a las regiones inefables mencionadas por la teosofía, una pequeña minoría de seres.
El Juicio Final divide a los desencarnados en tres grupos:
1. Los que se reencarnan inmediatamente.
2. Los que suben a los estados paradisíacos y celestes, y los que se reencarnan mucho tiempo después.
3. Los que entran al Reino Mineral (Infernus).
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