La Tierra es la venerable institución donde encontramos los recursos indispensables para atender a nuestro propio perfeccionamiento. El Mundo, por más áspero que nos parezca, será para nuestro espíritu, escuela de perfección, cuyos instrumentos correctivos habremos de bendecir algún día. Los compañeros de la jornada que hoy lo habitan con nosotros, por más ingratos, déspotas e impasibles que se nos muestren, son nuestras oportunidades de materialización del bien, medios para nuestra mejoría y redención que bien aprovechados por nuestro esfuerzo, pueden transformarnos en héroes. No hay medida para el hombre fuera del ámbito social. Es indudable que sólo nuestro trabajo por la comunidad puede engrandecer o destruir el organismo de la sociedad. A título de introducción he traído estas ideas para aventurarme a contextualizar la violencia y el crimen, que hoy campea en el mundo contemporáneo, pero bajo la óptica del espiritismo bien entendido. Estoy convencido de que mis planteamientos obligarán a una forzosa reflexión aunque el desiderátum de estas líneas no es la aceptación a ojos cerrados de las propuestas, como tampoco destapar una estéril diatriba, visto que, la mayoría de mis respetados lectores, aún se encuentran dilucidando si en realidad existe o no, eso que yo llamo el espíritu, o si se trata de una vulgar entelequia. Hay un aumento de la delincuencia y la violencia en los centros urbanos, ¿Será que la humanidad está pasando por un retroceso en los caminos de la evolución? Nadie retrocede!… La mayor incidencia de estos acontecimientos obedecen a la reencarnación de multitud de entidades espirituales en etapas primarias de su evolución.
Hay crímenes bestiales y perturbadores, la administración de los tesoros de una nación entera sufre los embates de la ambición personal y la corrupción desmedida, los responsables de penalizar en el estricto sentido de la palabra, brillan por su ausencia ¿A qué se puede atribuir tal comportamiento? Es muy simple a la luz de la doctrina de los espíritus. Existe ausencia del sentido moral. Ellos son entidades espirituales, pero encarnadas, sin noción razonable del bien y del mal, desgraciadamente sólo obedecen a sus impulsos, robando, matando, en fin delinquiendo, pues desconocen lo que es la culpa y/o el remordimiento. Entonces, ¿Podemos decir que una porción de la población, pudiera estar constituida por espíritus moralmente subdesarrollados? Sin ninguna duda!… es como si estuviéramos confrontando una nueva invasión de “bárbaros”, semejante a la acontecida en la Europa medieval. La diferencia es que ahora, ellos no ingresan a nuestro medio, llegando por las playas y tampoco arrasando con nuestras fronteras terrestres sino por intermedio del proceso reencarnatorio. Todos ellos hacen parte de nuestra sociedad, ellos ya están entre nosotros!… ¿Y a qué se puede atribuir esta invasión por los “nuevos bárbaros”? A medida que la civilización avanza se reduce el espacio destinado a nuestros hermanos indígenas. Como de todos es bien sabido, en las Américas millones y millones de aborígenes fueron diezmados, atendiendo a los intereses del hombre blanco, que ocupó sus espacios, su hábitat. Por eso, hoy reencarnan en nuestro medio, en todas las clases sociales, inclusive en las más acomodadas (sea decir que nacer en buena cuna no inmuniza contra el hábito o la mentalidad criminal).
El mayor problema es cuando tales entidades reencarnan en el seno de poblaciones carentes, como los cinturones de miseria en las periferias de las grandes urbes (no olvide las favelas en Río de Janeiro), estando apremiados por la necesidad su reacción instintiva es robar o matar. ¿Sería una cuestión de karma colectivo? No. Es nuestra lección de Amor. Vamos aprendiendo, a duras penas, que es necesario ampararles, educándolos desde la infancia, atendiendo sus necesidades, ayudándoles a desarrollar el sentido moral, a fin de que no sean victimizados por ellos.(Fuente: La Revista Espirita, No. 21, Enero/Marzo 2009).
Hay crímenes bestiales y perturbadores, la administración de los tesoros de una nación entera sufre los embates de la ambición personal y la corrupción desmedida, los responsables de penalizar en el estricto sentido de la palabra, brillan por su ausencia ¿A qué se puede atribuir tal comportamiento? Es muy simple a la luz de la doctrina de los espíritus. Existe ausencia del sentido moral. Ellos son entidades espirituales, pero encarnadas, sin noción razonable del bien y del mal, desgraciadamente sólo obedecen a sus impulsos, robando, matando, en fin delinquiendo, pues desconocen lo que es la culpa y/o el remordimiento. Entonces, ¿Podemos decir que una porción de la población, pudiera estar constituida por espíritus moralmente subdesarrollados? Sin ninguna duda!… es como si estuviéramos confrontando una nueva invasión de “bárbaros”, semejante a la acontecida en la Europa medieval. La diferencia es que ahora, ellos no ingresan a nuestro medio, llegando por las playas y tampoco arrasando con nuestras fronteras terrestres sino por intermedio del proceso reencarnatorio. Todos ellos hacen parte de nuestra sociedad, ellos ya están entre nosotros!… ¿Y a qué se puede atribuir esta invasión por los “nuevos bárbaros”? A medida que la civilización avanza se reduce el espacio destinado a nuestros hermanos indígenas. Como de todos es bien sabido, en las Américas millones y millones de aborígenes fueron diezmados, atendiendo a los intereses del hombre blanco, que ocupó sus espacios, su hábitat. Por eso, hoy reencarnan en nuestro medio, en todas las clases sociales, inclusive en las más acomodadas (sea decir que nacer en buena cuna no inmuniza contra el hábito o la mentalidad criminal).
El mayor problema es cuando tales entidades reencarnan en el seno de poblaciones carentes, como los cinturones de miseria en las periferias de las grandes urbes (no olvide las favelas en Río de Janeiro), estando apremiados por la necesidad su reacción instintiva es robar o matar. ¿Sería una cuestión de karma colectivo? No. Es nuestra lección de Amor. Vamos aprendiendo, a duras penas, que es necesario ampararles, educándolos desde la infancia, atendiendo sus necesidades, ayudándoles a desarrollar el sentido moral, a fin de que no sean victimizados por ellos.(Fuente: La Revista Espirita, No. 21, Enero/Marzo 2009).
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