viernes, 17 de septiembre de 2010

Falsos Profetas


Los falsos profetas no están solos entre los encarnados; están también, en mucho mayor número, entre los espíritus orgullosos que, bajo apariencias de amor y de caridad, siembran la desunión y retrasan la obra emancipadora de la humanidad emitiendo a diestro y a siniestro sus sistemas absurdos que hacen aceptar por los médiums; y para mejor fascinar a aquellos que quieren engañar y para dar más peso a sus teorías, se apropian sin escrúpulo nombres que sólo con respeto pronuncian los hombres. Ellos son los que siembran los principios de antagonismos en los grupos, que les inducen a aislarse los unos de los otros y a mirarse con mal ojo. Esto basta para descubrirlos, porque obrando de este modo ellos mismos dan el más formal mentís a lo que pretenden ser. Los hombres, pues, que caen en un lazo tan grosero, son ciegos. Pero hay otros medios de conocerles. Los Espíritus del orden al cual dicen pertenecer deben ser no sólo muy buenos, si que también eminentemente lógicos y racionales. ¡Pues bien! Pasad sus sistemas por el tamiz de la razón y del buen sentido, y veréis lo que quedará de ellos. Convenid, pues, conmigo, que todas las veces que un espíritu indica como remedio a los males de la humanidad o como medios de llegar a su transformación cosas utópicas e impracticables, medidas pueriles y ridículas, cuando formula un sistema que se contradice con las más vulgares nociones de la ciencia, no puede ser sino un espíritu ignorante y mentiroso. Por otra parte, creed bien que si la verdad no es siempre apreciada por los individuos, lo es por el buen sentido de las masas, y esto es también un criterio. Si dos principios se contradicen, tendréis el peso de su valor intrínseco buscando al que tenga más eco y simpatía: sería ilógico, en efecto, admitir que una doctrina que viese disminuir el número de sus partidarios, fuese más verdadera que la que los viese aumentar. Dios, queriendo que la verdad llegue para todos, no la concreta a un círculo estrecho y limitado; la hace brotar de diferentes puntos con el fin de que por todas partes la luz esté al lado de las tinieblas. Rechazad decididamente a todos esos espíritus que se presentan como consejeros exclusivos predicando la división y el aislamiento. Casi siempre son espíritus vanidosos y medianos, que procuran imponerse a los hombres débiles y crédulos prodigándoles alabanzas exageradas, a fin de fascinarles y ponerles bajo su dominio. Generalmente, éstos más bien son espíritus hambrientos de poder que, siendo déspotas públicos o privados cuando vivían, quieren tener aún víctimas para tiranizar después de su muerte. En general, desconfiad de las comunicaciones que tienen un carácter de misticismo y extrañeza, o que prescriben ceremonias o actos extravagantes; en este caso hay siempre un motivo legítimo de sospecha. Por otra parte, debéis creer también que cuando debe revelarse una verdad a la humanidad, se comunica, por decirlo así, instantáneamente a todos los grupos formales que poseen buenos médiums, y no a uno solo con exclusión de los demás. Nadie es médium perfecto si está obsesado; y hay obsesión manifiesta cuando un médium sólo es apto para recibir las comunicaciones de un espíritu especial, por alto que quiera ponerse él mismo. En consecuencia, todo médium, todo grupo que se creyera privilegiado por las comunicaciones que sólo ellos pueden recibir, y que, por otra parte, están sujetos a prácticas que rayan en superstición, están indudablemente bajo el peso de una obsesión de las más caracterizadas, sobre todo cuando el espíritu dominador usa nombre que todos, espíritus y encarnados, debemos honrar y respetar, y no dejar que se tomen en boca a cada instante. Es incontestable que sometiendo al crisol de la razón y de la lógica todos los datos y todas las comunicaciones de los espíritus, será fácil rechazar el absurdo y el error. Un médium puede estar fascinado, un grupo engañado; pero la comprobación severa de los otros grupos, mas la ciencia adquirida y la elevada autoridad moral de los jefes de los grupos, mas las comunicaciones de los principales médiums, que reciben un sello de lógica y de autenticidad de nuestros mejores médiums, harán rápidamente justicia a esos dictados mentirosos y astutos, dimanados de una turba de espíritus engañadores y malos. (Erasto, discípulo de San Pablo. París, 1862).

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