jueves, 17 de febrero de 2011

¿Sere medium?


La mediumnidad es una facultad inherente a todos los seres humanos, que algún día aparecerá de forma más ostensiva de la que ocurre en el presente momento histórico.

Sutiles o vigorosos, algunos de esos síntomas permanecen en determinadas ocasiones generando mal estar y sinsabor, inquietud y trastorno depresivo, en cuanto que, en otros momentos surgen en forma de exaltación de la personalidad, sensaciones desagradables en el organismo, o antipatías injustificables, animosidades mal disfrazadas, como consecuencia de la asistencia espiritual de que se es objeto.
Muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de síntomas, tienen sus raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba, esto es, aquélla que se manifiesta con la finalidad de invitar al espíritu a rescates aflictivos de comportamientos perversos o daños realizados en existencias anteriores. Por ejemplo, en el área física: dolores en el cuerpo, sin causa orgánica; cefalalgia periódica, sin razón biológica; problemas de sueño –insomnio, pesadillas, pavores nocturnos con sudor-; taquicardias, sin motivo justo; colapso periférico sin ninguna disfunción circulatoria, constituyendo todos ellos o apenas algunos de ellos, perturbaciones que derivan de la mediumnidad en surgimiento o con sintonía desequilibrada.
La mediumnidad es una facultad inherente a todos los seres humanos, que algún día aparecerá de forma más ostensiva de la que ocurre en el presente momento histórico.
A medida que se perfeccionan los sentidos sensoriales, favoreciendo con más amplio caudal de comprensión del mundo objetivo, se amplía la embrionaria percepción extrafísica, motivando el surgimiento natural de la mediumnidad.
No pocas veces, es detectada por características especiales que pueden ser confundidas con síndromes de algunas psicopatologías que, en el pasado, eran utilizadas para combatir su existencia.
No obstante, gracias a los notables esfuerzos y estudios de Allan Kardec, así como de una pléyade de investigadores de los fenómenos paranormales, la mediumnidad viene siendo observada y perfectamente aceptada con respeto, con respecto a benditas contribuciones que faculta al pensamiento y al comportamiento moral, social y espiritual de las criaturas.
Sutiles o vigorosos, algunos de esos síntomas permanecen en determinadas ocasiones generando mal estar y sinsabor, inquietud y trastorno depresivo, en cuanto que, en otros momentos surgen en forma de exaltación de la personalidad, sensaciones desagradables en el organismo, o antipatías injustificables, animosidades mal disfrazadas, como consecuencia de la asistencia espiritual de que se es objeto.
Muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de síntomas, tienen sus raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba, esto es, aquélla que se manifiesta con la finalidad de invitar al espíritu a rescates aflictivos de comportamientos perversos o daños realizados en existencias anteriores. Por ejemplo, en el área física: dolores en el cuerpo, sin causa orgánica; cefalalgia periódica, sin razón biológica; problemas de sueño –insomnio, pesadillas, pavores nocturnos con sudor-; taquicardias, sin motivo justo; colapso periférico sin ninguna disfunción circulatoria, constituyendo todos ellos o apenas algunos de ellos, perturbaciones que derivan de la mediumnidad en surgimiento o con sintonía desequilibrada.
En el comportamiento psicológico, aún se presentan: ansiedad, fobias variadas, perturbaciones emocionales, inquietud íntima, pesimismo, desconfianzas generalizadas, sensaciones de presencias inmateriales –sombras y bultos, voces y tocamientos- que surgen inesperadamente, en tanto que desaparecen sin ninguna medicación, representando disturbios mediúmnicos inconscientes, que son provocados por la captación de ondas mentales y vibraciones que sintonizan con el periespíritu del enfermo, procedentes de entidades sufridoras o vengadoras, atraídas por la necesidad de rehacer los conflictos en que ambos –encarnado y desencarnado- se ven envueltos.
Esos síntomas, generalmente pertenecientes a los capítulos de obsesiones simples, revelan la presencia de facultad mediúmnica en desarrollo, requeriendo los cuidados pertinentes a su educación y práctica.
Sin embargo, no todos los individuos en los que se presentan síntomas de tal porte, necesitan ejercitar la facultad de que son portadores. Después de la conveniente terapia que es enseñada por el estudio del Espiritismo y por la transformación moral del paciente, que se hacen indispensables al equilibrio personal, recuperan la harmonía física, emocional y psíquica, prosiguiendo, no entanto, con otra visión de la vida y diferente comportamiento, para que no le acontezca nada peor, conforme elucidaba Jesús después del atendimiento y la recuperación de aquéllos que Lo buscaban y tenían el cuadro de sufrimientos anterior.
Sin embargo, gran número de portadores de mediumnidad, tienen un compromiso con la tarea específica, que le exige conocimiento, ejercicio, abnegación, sentimiento de amor y caridad, a fin de atraer a los espíritus nobles, que se encargarán de auxiliar a cada uno de en el trabajo del ministerio iluminativo.
Trabajadores de última hora, nuevos profetas, transformándose en los modernos obreros del Señor, están comprometidos con el programa espiritual de modificación personal, así como de la sociedad, con vistas a la Era del Espíritu inmortal que ya se encuentra en sus cimientos afincados en la corteza terrestre.
Cuando sin embargo, los disturbios permanecen durante el tratamiento espiritual, conviene que sea tenida en consideración la psicoterapia consciente, a través de especialistas propios, con el fin de auxiliar al paciente-médium a realizar el autodescubrimiento, liberándose de los conflictos y complejas perturbaciones, que son consecuencia de experiencias infelices tanto del ayer como del hoy.
El esfuerzo por el perfeccionamiento interior aliado a la práctica del bien, abre los espacios mentales a la renovación psíquica, que se enriquece de valores optimistas y positivos que se encuentran en el Espiritismo, favoreciendo a la criatura humana con la alegría de vivir y de servir, al tiempo que la misma adquiere seguridad personal y confianza irrestricta en Dios, avanzando sin cualquier impedimento rumbo de la propia harmonía.
Naturalmente, en cuando se está encarnado, el proceso de crecimiento espiritual ocurre por medio de factores que constituyen el tejido celular, que siempre puede padecer enfermedades, desconciertos, problemas que forman parte de la psicoesfera terrestre, dentro de la condición evolutiva de cada uno.
La mediumnidad, sin embargo, ejercida noblemente, se transforma en bandera cristiana y humanitaria, conduciendo mentes y corazones al puerto de seguridad y de paz.
La mediumnidad, por tanto, no es un trastorno del organismo. Su desconocimiento, la falta de atendimiento a sus impositivos, generan disturbios que pueden ser evitados, o cuando se presentan, reciben la conveniente orientación para que sean corregidos.
Tratándose de una facultad que permite el intercambio entre los dos mundos –el físico y el espiritual- proporciona la captación de energías cuyo tenor vibratorio corresponde a la calidad moral de aquéllos que la emiten, así como de aquellos otros que las captan y transforman en mensajes significativos.
En este capítulo, no pocas enfermedades se originan de este intercambio, cuando proceden de las vibraciones de entidades enfermas o perversas, que perturban el sistema nervioso de los médiums incipientes, produciendo disturbios en el sistema glandular e incluso afectando el inmunológico, facultando el campo para la instalación de bacterias y virus destructivos.
La correcta educación de fuerzas mediúmnicas proporciona equilibrio emocional y fisiológico, aportando salud integral a su portador.
Es obvio que no impedirá la manifestación de los fenómenos consecuentes de la Ley de Causa y Efecto, de los que necesita el espíritu en su proceso evolutivo, pero facultará la tranquila conducción de los mismos sin daños para la existencia, que proseguirá en clima de harmonía y salud, a pesar de los acontecimientos impuestos por la necesidad de evolución personal.
Cuidadosamente atendida, la mediumnidad proporciona bien estar físico y emocional, contribuyendo para mayor captación de energías revitalizantes, que alzan la mente a las regiones felices y nobles, de donde se pueden obtener conocimientos y sentimientos inhabituales, que embellecen el espíritu y lo enriquecen de belleza y de paz.
Superados, por tanto, los síntomas de inicio de la mediumnidad, surgen las responsabilidades ante los deberes que irán a constituir el clima psíquico dichoso del individuo que, comprendiendo la magnitud de la situación, crecerá interiormente rumbo del Bien y de Dios.

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