martes, 15 de febrero de 2011

Sublimando la Expiacion


El sufrimiento es impositivo de evolución y nadie padece lo que no necesita sufrir.

La Revelación Espirita al ser un medicamento de naturaleza superior y de excelente elaboración, es en la actualidad, la terapéutica más eficaz para el hombre moderno, cuya rutilante inteligencia – que es capaz de impulsarlo en dirección a las estrellas – comúnmente lo encarcela en la mazmorra del escepticismo.

Si ayer los sectarismos religiosos incentivaron el materialismo, hoy el cientificismo debilita al hombre que lo elaboró, castigando su presunción.

Entretanto, a pesar de las no siempre razonables ambiciones humanas, la tumba hace tabla rasa para todos e induce, tarde o temprano, a profundas reflexiones acerca de la supervivencia espiritual. Entonces, en esta hora, la Doctrina Espirita eleva al ser atormentado en dirección a los astros, liberándolo del charco en que se detiene por un impositivo de su propia insania y finalmente lo hace feliz.

Todo socorro emana del Padre, a quien debemos dirigir nuestras suplicas, confiando con una tranquila seguridad. Los espíritas sabemos que el rio de las lágrimas tiene sus vertientes en el pretérito espiritual. Hay dolores que funcionan como reparación de culpas; la reeducación que disciplina y los dolores, que son como aguijones, nos impelen hacia delante. Frente a esto, es inútil ser recalcitrante. En los casos de tal naturaleza, el odio solamente complica y la rebeldía desequilibra cada vez más. Sin embargo, una actitud serena logra alcanzar resultados positivos e inesperados.

Es necesario observar las cosas con su legítima configuración para no caer en errores de interpretación. Examinando los hechos siempre con serenidad.

Cuando algo nos ocurre contra nuestra voluntad, llevándonos al sufrimiento, es por consecuencia del pasado culpable que somos obligados a rescatar. Las personas los accidentes que nos afligen y que despedazan nuestras esperanzas o que oprimen nuestras fuerzas, proceden de la noche de los tiempos, elevados a la categoría de severos cobradores, gracias a los cuales nos podremos libertar de las circunstancias y de los vicios infelices. De esta manera sufrimos lo que se hace indispensable padecer para conseguir la victoria sobre nosotros mismos. El aparente adversario también merece nuestra compasión y el perseguidor se vuelve digno de nuestra amistad. Realmente ellos no saben lo que están haciendo. Entrar en sintonía con las fajas del odio en que permanecen es darles nuevas fuerzas opresoras que se volverán contra nosotros, haciéndonos todavía más desdichados…

La tumba y la cuna han dejado de ser lugares misteriosos, representativos del fin y del comienzo de la vida, para transformarse en pórticos de acceso a nuevos aprendizajes de la existencia. El ser espiritual y verdadero es indestructible. Mortal es solo el cuerpo, a través del cual el alma adquiere experiencias, perfecciona sentimientos y asciende incesantemente. Las victimas y los verdugos acumulan las expresiones de amor y de odio en sucesivos y nuevos comienzos, hasta eliminar todo el vinagre de la animosidad del receptáculo del corazón.

Nunca en la prueba dolorosa y aflictiva huyamos de ella por la puerta falsa del suicidio, ya que en vez de resolver los problemas, los complica de manera insospechada y nos conduce a los laberintos de indecibles alucinaciones, con eternos punitivos al cuerpo en dolorosas condiciones reparadoras. Cambiamos una breve prueba por largas décadas de martirio, pues nos olvidamos que el Padre posee medios para modificar las situaciones más terribles, a través de soluciones inesperadas y liberadoras.

Cuando el hombre se dispone a confiar y esperar, surgen caminos en las más intrincadas marañas de la desesperación y aparecen barcos salvavidas en los mares agitados.

Dios conoce todas las constricciones que afligen a los espíritus, y dispone recursos para sanarlas en el momento cierto.

Rebelarse es desafiarlo; huir, significa la indebida postergación de un pago; reaccionar con la ira o a través del resentimiento, aumenta la cuota de sufrimiento. Solo una actitud esclarecida y equilibrada puede granjear valores que superen el mal.

Es de Ley Suprema que nadie se liberará de la deuda antes de rescatarla integralmente, el camino de las pruebas surge como una ruta que debe ser necesariamente recorrido, a precio muchas veces de renuncias.

Los continuos testimonios de paciencia, resignación y humildad, nos hace merecedores de la tierna asistencia de los Buenos Espíritus.

Cada vez es más grande el interés por el Espiritismo, que al tener sus raíces en las tierras fértiles del Evangelio, en el cual absorbe vitalidad y luz, este se afirma y se difunde gracias al bien que propicia a los que lo profesan, por tanto debemos comprender que el Espiritismo no necesita de propaganda intempestiva o apresurada.

Es en el clima de explicaciones necesarias y de acalorados discursos, además de conferencias espiritas, donde la incomparable figura de Jesús vuelve a la convivencia de los sedientos oyentes y a la de los sufridores, como aconteció antaño en las mañanas claras y en las tardes doradas en la antigua Galilea, donde brotaban las vertientes de la Buena Nueva…

Un futuro sublime está reservado al Espiritismo, en el ministerio de esclarecer y de conducir al espíritu humano. Llegará un día en que han de reverdecer los paisajes espirituales de la Tierra, y el amor – Alma de la creación – esparcirá felicidad, según las promesas auspiciosas del Cristo de Dios.

La Doctrina Espirita eleva al ser atormentado en dirección a los astros, liberándolo del charco en que se detiene por un impositivo de su propia insania y finalmente lo hace feliz.

El sufrimiento es impositivo de evolución y nadie padece lo que no necesita sufrir.

Extraído del libro “Sublime Expiación” de Divaldo Pereira Franco

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