viernes, 5 de febrero de 2010

Vida Antes de la Vida


En su libro ‘Vida antes de la Vida’, la psicóloga Helen Wambach nos ofrece los resultados de sus investigaciones realizadas con terapias de regresión, donde nos muestra una ventana abierta al subconsciente de más de 750 personas (voluntarios, en su mayoría estudiantes de universidad) que se prestaron a ser estudiados por ella.
Los sujetos hicieron regresiones a posibles vidas anteriores, a la muerte en esas vidas, a los momentos previos a encarnar en esta vida, a cuando se encontraban en el vientre de su madre y al nacimiento.
Se les realizaron preguntas sobre si elegían o no nacer, si elegían a sus padres, en qué momento sentían que su conciencia se unía al feto, si tenían una misión en la vida, si percibían sus sentimientos en estas etapas y los de su padres.

Veamos aquí un resumen de algunas de las conclusiones y datos de su estudio:

Cuántos de los sujetos lograron realizar las regresiones?
Si bien el 90% de los sujetos pudo encontrar respuestas relacionadas a las preguntas sobre vidas anteriores, solo el 50% lo logró cuando se les preguntó acerca de su nacimiento.
Helen Wambach se pregunta el motivo de esta diferencia, ya que si fantaseaban en lo de sus vidas anteriores, también podían fantasear en lo de su nacimiento. Al menos, tenían la seguridad de haber nacido ya que aquí estaban ahora.

Nacer y Morir: Que nos causa mayor disgusto o placer?
El 90% de los sujetos relató que la muerte en sus vidas anteriores fué placentera. Sin embargo, ninguno de ellos había perdido las ganas de vivir. Por esto, Wambach tenía las expectativas de que el retornar a la vida en otro cuerpo sería un proceso básicamente agradable.
Estaba equivocada. Solo el 28% de los sujetos se sintió entusiasmado de volver a vivir.

Elegimos nacer o no?
El 81 % de los sujetos dijo que eligió nacer. La conclusión general a la que llegaban era que de alguna manera elegían libremente el realizar una tarea a la que les costaba enfrentarse, que unos lo hacían por elección propia y otros lo hacían a la fuerza. La mayoría manifestó haber consultado con diversos consejeros.Por ejemplo:
‘Sí, elegí nacer. Había un grupo hablando de ello, pero a mí me correspondía decidir. Mis sentimientos ante la perspectiva de vivir esta próxima vida eran de que es como tener que ir a trabajar, preparase para el viaje y empacar las energías.’
Un pequeño subgrupo (un 3% de los que eligieron nacer) habían obrado al parecer en contra de los consejos de sus maestros y guías:
‘Sí, está claro que elgí nacer. Algunos seres trataban de advertirme, pero no escuché. Estaba impaciente por concluir algo que había empezado.’
El 19% de todos los sujetos se resistieron a la experiencia del nacimiento, hasta el punto de que dijeron que ni eligieron nacer, ni siquiera tuvieron la impresión de que se les diera la opción de hacerlo:
‘No. Parecía como si yo no eligiese nacer, sino que otros me obligasen a ello. Creo que había alguien más arriba, u otros, insistiendo. Yo no lo deseaba en absoluto’

Ambos grupos, los que eligieron nacer y los que no, afirmaron que otros les ayudaron en el proceso de elección de otra vida. De esos consejeros de la época previa al nacimiento, el 59% de los sujetos mencionó a más de uno. Es interesante destacar que el 10% de los sujetos habló de personas de su vida actual que les aconsejaron antes del nacimiento. Para algunos era su madre o su padre, para otros eran parientes muertos antes de su nacimiento, algunos veían a gente que conocerían más tarde en la próxima vida. Curiosamente, no se hacían distinciones entre personas vivas en el momento que se decidía el nacimiento y personas muertas y que aún no habían nacido. En el mundo entre vidas, nuestro sistema de tiempo cronológico y el hecho de que alguien esté o no físicamente vivo parece de escasa importancia.
Curiosamente, solo el 0,1 % de los sujetos se refirió a Dios o a otra forma de divinidad como fuerza que les había llevado al nacimiento.

Esto Wambach lo considera excepcional en una cultura en la que tenemos una imagen jerárquica de una figura divina que controla nuestro destino después de la muerte, y posiblemente antes del nacimiento.
Por el contrario, la mayoría de los consejeros eran amigos, u otros de su grupo. Incluso aquellos que describieron a guías espirituales indicaron que no eran necesariamente figuras superiores, sino más bien colegas que no vivían en cuerpos antes de que nacieran los sujetos.

La elección del siglo XX:
Cuando se les preguntó a los sujetos si eligieron el siglo veinte para vivir por alguna razón en especial, Wambach sentía curiosidad por saber si este período se consideraría fructífero para experimentar la vida física, o si lo verían como algo negativo. El hecho de que numerosos sujetos desearan permanecer en el espacio entre vidas y accedieran de mala gana a nacer, le hacía pensar que esto se debía a que quizás fuera un período especialmente difícil.
La respuesta a esta pregunta le sorprendió. Numerosos sujetos, el 41 %, no obtuvo impresiones en respuesta a esta pregunta o se limitó a responder ‘No’.
Entre los restantes sujetos que respondieron afirmativamente a la pregunta, la mayoría de ellos, un 51%, eligió este período a causa de su gran potencial para el desarrollo espiritual, otro 30% dijeron haberlo elegido primordialmente por razones personales (generalmente era porque otras personas importantes que habían conocido en vidas anteriores estarían vivas en ese momento), otros sujetos tenían motivos más personales, varios sintieron que tenían algo especial para enseñar y por eso eligieron esta época para vivir.
La previsión de Wambach, de que los sujetos describirían la segunda mitad del siglo veinte como un período de vida difícil no se vio corroborada por los datos. Solo el 4% de los que respondieron a la pregunta describieron ese período como particularmente difícil, y esos sujetos parecían subrayar el aspecto positivo de poder aprender mucho, al tiempo que hablaban de las dificultades.
Nos conocemos de otras vidas?
Se establecieron una serie de preguntas para ver como respondían los sujetos a la posibilidad de que las personas que aparecían en su vida de ahora les resultaran conocidas de vidas pasadas.
Nada menos que el 87 % dijeron haber conocido a padres, amantes, parientes y amigos de vidas anteriores. Del 13 % que no dio respuesta, la gran mayoría eran sujetos que se resistieron a todo el proceso de la experiencia del nacimiento.
Entre el 87 % que contestó que ‘Sí’ a la pregunta, hubo una sorprendente variedad en las relaciones aludidas. Padres y madres de esta vida habían sido amantes en el pasado, madres, padres, hermanos, hermanas, amigos e hijos. No hubo en absoluto consistencia en la forma en que la gente de esta vida vida se había relacionado en otras.
La hipótesis freudiana de las hijas que desearían que sus padres fueran sus amantes no resultó evidente en los datos recogidos, ni tampoco los hijos veían a sus madres como amantes en otras vidas con mayor frecuencia que como cualquier otra clase de pariente.
Curiosamente, fue menos del 3 % el que habló de las mismas relaciones con sus esposos o amantes en vidas anteriores.
Resulta interesante destacar que las relaciones no se limitan a vidas anteriores, sino que pueden ser del estado entrevidas. Aquello le sorprendió a los sujetos al igual que a Wambach. La conclusión que ella sacó es la siguiente: ‘Todos contaron la misma historia. Volvemos con las mismas almas, pero en distintas circunstancias. Vivimos nuevamente no sólo con aquellos a los que amamos, sino también con aquellos a los que odiamos o tememos. Sólo cuando únicamente sentimos compasión y afecto nos libramos de vivir una y otra vez con los mismos espíritus, que también se ven obligados a vivir con nosotros...’

Cuándo entra un alma en el feto? Lo hace en el momento de la concepción, o lo hace más adelante?
La respuesta de los sujetos a esta pregunta nos brinda una interesante versión. De los 750 sujetos, algunos eran católicos practicantes, muchos eran cristianos, y otros también creían que el aborto era una forma de asesinato. Sin embargo los 750 fueron unánimes en un punto capital: Sentían que el feto no formaba parte realmente de su conciencia. Ellos existían, plenamente conscientes, como entidad independiente del feto. Efectivamente, muchos dijeron que el cuerpo fetal era algo que los encerraba y aprisionaba, y que preferían la libertad de la existencia extracorpórea. Numerosos fueron los que se prestaron de mala gana a unir su conciencia con la conciencia celular del niño recién nacido.
Cuando se analizaron los 750 casos, el 89 % que respondieron dijo que no pasó a formar parte del feto o a relacionarse con él hasta que no se cumplieron seis meses de gestación. Incluso entonces, muchos sujetos dijeron encontrarse ‘dentro y fuera’ del cuerpo fetal. Se veían a sí mismos como una conciencia adulta relacionándose con el feto como una forma de vida menos desarrollada. Casi todos dijeron haberse dado cuenta, presumiblemente de forma telepática, de las emociones y del sentir de sus madres antes y durante el nacimiento.
Veamos algunos testimonios de este grupo del 89% que incluye los que no se unieron al feto hasta justo antes o durante el proceso de parto -33%-, los que no se sentían en absoluto unidos al feto sino afuera -20%-, los que dijeron haber estado dentro y fuera del feto durante el período anterior al nacimiento -19%-, los que dijeron que no entraron realmente en el feto ni siquiera después del nacimiento (sino que podían abandonar la conciencia fetal cuando lo deseaban incluso después de nacer) -5%-, y los que dijeron estar en el feto después de transcurridos unos seis meses de gestación -12%- :

‘Cuando preguntó por mi unión con el feto, yo estaba fuera esperando a que estuviera preparado para nacer, para poder entrar. Cuando preguntó acerca de los sentimientos de mi madre, me di cuenta de que se encontraba nerviosa y no muy feliz ante el nacimiento’ (caso A-525)

‘No estaba completamente unido al feto, y podía ser y moverme, como antes de entrar en él. No vine hasta que no estuve a punto de nacer. Me daba cuenta de la emoción de mi madre. Estaba asustada, y también tuve conciencia del médico y de las enfermeras, y de la sala de partos’ (caso A-426)

‘Vine al principio por un tiempo, cuando se estaba desarrollando el feto, pero me salí cuando vi que me estrujaba mucho, y no volví hasta el momento antes de nacer. Cuando preguntó sobre las emociones de mi madre justo antes y durante el nacimiento, sentí que no se dió cuenta de cuándo nací porque la habían dormido. Percibí sentimientos de tristeza y de miedo que venían de ella. Le daba miedo estar sola ante mi llegada’ (caso A-313)

‘Es curioso, cuando preguntó usted lo de la unión con el feto: me pareció estar unido a él cuando estaba dentro del útero, pero como no me encontraba físicamente dentro de él, me parecía estar dentro y fuera. Todo era muy luminoso y percibía todas las sensaciones físicas. Cuando hizo la pregunta sobre los sentimientos de mi madre, sentí calor y cariño y ella se sentía a salvo y segura.’ (caso A-17)

‘Estuve en el feto un tiempo antes del nacimiento. Me sentía amparado y seguro. No tenía prisa por nacer. Cuando preguntó usted por las emociones de mi madre, me di cuenta de que nos preparábamos para enfrentarnos el uno al otro.’ (caso A-400)

‘Estaba más que nada fuera del feto. También pasé mucho tiempo fuera durante el primer año de vida. Me di cuenta de que mi madrese hallaba tensa y nerviosa antes y durante el parto.’ (caso A-410)

‘No me uní al feto hasta que oí unas voces (creo que eran los guias que me ayudaron a elegir nacer) advirtiéndome que el nacimiento sería prematuro y que tenía que ‘darme prisa y meterme allí’ a los siete meses. Cuando preguntó por las emociones de mi madre, sentí que estaba muy asustada’ (caso A-98)

‘Me parece que uní al feto a eso de los seis meses. Antes de eso era más bien como un animalito o como una planta. Los sentimientos de mi madre parecían ser de contento’ (caso B-81)

‘Creo que me uní al feto alrededor de los siete meses, pero no era una unión muy fuerte. Me di cuenta de que mi madre estaba enfadada con mi padre.’ (caso A-287)

‘Tuve la seguridad de que no entré en el feto hasta el último minuto. Estaba demasiado contento y demasiado ocupado en otra parte. No me interesaba en absoluto pasar el tiempo en el feto. Cuando preguntó por las emociones de mi madre, me di cuenta de que se sentía ligeramente resignada y en cierto modo feliz y orgullosa. Era más bien algo que debía hacer y no que quería hacer. No le importaba estar encinta, le parecía bien.’ (caso A-40)

‘Cuando preguntó por la unión con el feto, me pareció estar entrando y saliendo, avanzando y retrocediendo alternativamente. Veía al feto con compasión y con ganas de estar dentro de él. Cuando preguntó por los sentimientos de mi madre, tuve una impresión de adoración, y me di cuenta de que éramos viejos amigos (es extraño, porque ahora no lo parece).” (caso B-14)

‘Me limitaba a observar el feto desde cierta distancia y no me uní a él. Traté de no darme cuenta de las emociones de mi madre y no noté nada.’ (caso A-293)

‘Estaba dentro y fuera del feto, y parecía como si hubiera dos mundos diferentes, el de dentro y el de fuera. La unión no es total. Me daba muy bien cuenta de las emociones de mi madre, sobre todo antes del nacimiento.’ (caso A-102)

‘Me uní al feto justo antes del nacimiento y luego salí de él durante el parto, pero volví a unirme a él en cuanto tomé aire por primera vez. Me di cuenta de que mi madre lloraba sin parar y de que en realidad no me deseaba.’ (caso A-486)

‘No estaba dentro del feto, pero me sentía muy próximo a mi madre. Me di cuenta de que me quería y de que deseaba mi nacimiento.’ (caso A-404)

‘Me pareció que me encontraba fuera del feto hasta los seis u ocho meses. Mi madre no me deseaba, y ambos estábamos muy furiosos. Creo que me di cuenta de eso antes de nacer.’ (caso A-412)

‘Cuando preguntó por la unión con el feto, me di cuenta de que por poco me escapo. Dejé de respirar, pero me resucitaron y entonces me uní al cuerpo. Cuando preguntó si tenía conciencia de las emociones de mi madre, tuve la clara impresión de que sentía que yo le pertenecía.’ (caso A-167)

‘En lugar de estar en el feto, me quedé ante mi madre rondando su matriz, pero no dentro de su cuerpo. Me daba cuenta de que estaba feliz y nerviosa’. (caso A-372)

Sólo el 11 % de los 750 sujetos dijo darse cuenta de que habían estado dentro del feto entre la concepción y el sexto mes de embarazo. Esto es interesante porque todos sabían que el feto empieza a dar patadas hacia el cuarto mes de embarazo. Pese a ese conocimiento objetivo, sólo el 11 % se vió dentro del feto cuando surgieron esas ‘señales de vida’.

‘Me parece que me uní en el momento de la concepción, aunque sabía que iban a ser nueve meses de aburrimiento y yo estaba deseando nacer. Me daba cuenta de la ansiedad de mi madre, de su nerviosismo, y de su miedo.’ (caso A-374)

‘Creo que el feto tenía como tres o cuatro meses cuando tuve conciencia de él. En esa época los latidos del corazón del feto empiezan a notarse. Me daba cuenta perfectamente de los sentimientos de mi madre.’ (caso A-576)

Helen Wambach comenta: ‘Una impresión se desprende de estos 750 casos, y es que el nacimiento - y también el vivir otra vida- se considera un deber y no un placer. Aparentemente, el alma puede elegir el feto en que ha de entrar... Mis datos indican asimismo que las almas pueden elegir abandonar el feto o el cuerpo del niño y volver al estado de entrevidas...’

El Nacimiento:
Es de destacar en los informes el grado de tristeza que se experimenta al venir al mundo. Aún cuando el nacimiento real no fué físicamente traumático para muchos, prevalecía en la experiencia un sentimiento de pesar.Los sentimientos de tristeza parecían coincidir con la salida del útero. Es un hallazgo muy importante.Quizás este sentimiento no estuviera asociado al nacimiento real sino más bien a la experiencia de verse atrapado en un cuerpo físico tras la experiencia de entrevidas. Es evidente que la mayoríá de los sujetos, independientemente del entusiasmo que les inspirara venir al mundo, opinaron que esta experiencia es de soledad y de pérdida de la ‘tierra de la luz’ que dejaron al entrar, una vez más, en el mundo físico.

(‘Vida antes de la Vida’, de Helen Wambach)

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