lunes, 22 de marzo de 2010

La experiencia Holografica


Para empezar a comprender y a vivir la experiencia holográfica, conviene echar una ojeada a nuestro
procedimiento de comprensión actual, que no es holística.

Las metafísicas subyacentes a nuestros modelos científicos
Al igual que los sistemas de creencia tradicionales de las culturas «primitivas», nuestra cultura del mundo científico occidental está delimitada también por sus supuestos incorporados. Muchos de esos supuestos han permanecido indiscutidos e incontestados hasta hace poco. Lo que consideramos nuestra realidad fundamental depende de las metafisicas subyacentes sobre las que basamos nuestra ciencia. El doctor Willis Harman, en su libro Global Mind Change, apunta tres metafísicas básicas -M-1, M-2 y M-3- que han sido utilizadas durante la historia de la evolución humana. Las define como sigue:

M-1. Monismo materialista (la materia da lugar a la mente)
En la primera de ellas, el componente básico del universo es materia-energía. Aprendemos sobre la realidad estudiando el mundo medible. Sea lo que fuere la conciencia, emerge de la materia (esto es, del cerebro) cuando el proceso evolutivo ha progresado lo suficiente. Sea lo que fuere lo que aprendamos sobre la conciencia, debe reconciliarse en último término con el tipo de conocimiento que obtenemos de estudiar el cerebro físico, por cuanto una conciencia escindida de un organismo físico vivo no sólo es desconocida, sino también inconcebible.

M-2. Dualismo (materia más mente)
Una metafísica alterna es la dualista. Existen fundamentalmente dos tipos distintos de componente básico en
el universo: la materia-energía y la mente-espíritu. La materia-energía se estudia con las herramientas actuales
de la ciencia; la mente-espíritu debe explorarse de otras maneras más apropiadas (como la exploración
subjetiva interior). Así pues, esta metafisica desarrolla, en esencia, dos clases complementarias de conocimiento; presumiblemente hay áreas que se solapan (como el campo de los fenómenos psíquicos).

M-3. Monismo trascendental (la mente da lugar a la materia)
No obstante, una tercera metafisica considera que el componente esencial del universo es la conciencia. La mente o conciencia es fundamental, y la materia-energía emana, en cierto sentido, de la mente. El mundo fisico es para la mente superior lo que la imagen de un sueño es para la mente individual. En último término, se establece contacto con la realidad que se oculta tras el mundo de los fenómenos, no a través de los sentidos físicos sino a través de la intuición profunda. La conciencia no es el producto final de la evolución material, porque la conciencia ya existía antes. La mayor parte de nuestro condicionamiento y nuestra herencia cultural se basa en el modelo metafisico M-1 (la mente emana de la materia), que sustenta una ciencia mecanicista. Nuestro futuro se ha sembrado ya en el modelo M-3 (la materia emana de la mente), que conduce a una ciencia holográfica.

Nuestro viejo modelo científico mecanicista en el cuidado de la salud
Para pasar a un modelo holográfico que nos sirva para el cuidado de la salud, antes debemos explorar nues-
tras viejas ideas acerca de la salud, la curación y la medicina, y averiguar hasta qué punto nos han limitado. Nuestras viejas ideas proceden del viejo modelo científico mecanicista sobre el que se basa nuestro condicionamiento cultural. Este antiguo patrón, basado a su vez sobre la metafisica M-1 (la mente emana de la materia), contiene la serie racional y tácita de premisas de esta era científica. El doctor Harman enumera esos
supuestos:

1. Las únicas formas concebibles de poder adquirir conocimientos son mediante nuestros sentidos fisicos, y quizá mediante algún tipo de transmisión de información a través de los genes. O podemos aprender, a partir de la ciencia empírica, la exploración del mundo medible con unos instrumentos que amplían nuestros sentidos fisicos.
2. Todas las propiedades cualitativas se pueden reducir, en última instancia, a propiedades cuantitativas (por ejemplo, el color se reduce a longitud de onda).
3. Existe una clara delimitación entre el mundo objetivo, que puede ser percibido por todos, y la experiencia subjetiva, que es percibida por el individuo solo. El conocimiento científico se sirve del primero; la segunda puede ser importante para el individuo, pero su investigación no lleva al mismo tipo de conocimiento públicamente verificable.
4. El concepto de voluntad libre es un intento precientífico de explicar la conducta que los análisis científicos atribuyen a una combinación de fuerzas que inciden en el individuo desde el exterior, junto con presiones y tensiones internas del organismo.
5. Lo que conocemos como conciencia de nuestros pensamientos y sentimientos es un fenómeno secundario que emana de procesos fisicos y biofisicos en el cerebro.
6. Lo que conocemos como memoria es estrictamente una acumulación de datos almacenados en el sistema
nervioso central.
7. En función de la naturaleza del tiempo, no existe obviamente ningún otro modo de poder obtener conocimiento de eventos futuros que a través de la predicción racional a partir de causas conocidas y
regularidades pasadas.
8. Puesto que la actividad mental es simplemente una acumulación de estados dinámicamente variables en el
organismo fisico (cerebro), es completamente imposible que esta actividad mental ejerza cualquier efecto
directo sobre el mundo fisico externo al organismo.
9. La evolución del universo y del hombre ha tenido lugar a partir de causas fisicos. No existe ninguna justificación para cualquier concepto de objetivo universal en esta evolución, ni en el desarrollo de la conciencia, ni en los esfuerzos del individuo.
10. La conciencia individual no sobrevive a la muerte del organismo; y, si se halla algún sentido en el hecho de que la conciencia individual persista tras la muerte del cuerpo fisico, no podemos comprenderlo en esta vida ni obtener conocimiento alguno al respecto.

Éstos son los supuestos sobre los que se basan nuestra sociedad industrializada y nuestro sistema de cuida-
do de la salud. En algunos casos de este último, funcionan de un modo admirable. En otros, no. En ciertas áreas de nuestra vida, como la capacidad de adquirir bienes de consumo, valen para algunos de nosotros. Para otros, que viven atrapados en la pobreza, no sirven. Para encontrar soluciones más efectivas a los problemas sociales y a las enfermedades que «infestan» el siglo XX , debemos profundizar más en nuestros supuestos sobre la realidad. En nuestra cultura, la filosofia se asienta sobre el viejo modelo mecanicista de la fisica, que se basa a su vez en la metafisica M-1 (la mente emana de la materia), la cual sostiene que el mundo está hecho de bloques de materia básicos, como los electrones y los protones. Estas «cosas» o partes diminutas constituyen todo cuanto existe. En consecuencia, si dividimos el mundo en esas cosas y las estudiamos, deberíamos entender el mundo. Así, se nos ha enseñado a confiar y vivir según la mente racional. Nuestro sistema social, nuestras escuelas y nuestro sistema médico acentúan la importancia de resolver problemas racionalmente para comprender cómo funcionan las cosas, y más tarde para descubrir la causa de los problemas. Para lograrlo, dividimos todo en partes separadas y las estudiamos.
Por desgracia, durante los últimos cuarenta años hemos puesto cada vez más énfasis en la división racional
de nuestro mundo en partes separadas y en el estudio de éstas como si estuvieran aisladas. Sin embargo, la
investigación demuestra que el aislamiento simplemente no es verdad. Durante más de veinte años, los experimentos en el campo de la física y la biología han demostrado que todo está conectado. Es imposible separar el experimentador de su experimento, del mismo modo que es imposible separar el individuo del conjunto. No obstante, en la vida cotidiana seguimos pensando que las cosas pueden descomponerse y llevarse aparte para comprenderlas.

modelo mecanicista genera diagnósticos que sentencian a muerte
El dolor empeora y los pacientes están aún más confundidos cuando reciben recomendaciones diagnósticas
y de tratamiento que incluyen amenazas como: «Si no sigue nuestro programa de tratamiento concreto, se pondrá peor o incluso morirá». Por supuesto que los médicos deberían dar la información que conocen sobre el pronóstico del paciente si éste no sigue tratamiento alguno, pero no deberían sugerir que su procedimiento es necesariamente el único. Quizá existen otras maneras de tratar la enfermedad que no conocen. En otras palabras, las limitaciones de las técnicas de tratamiento médico convencionales deberían aceptarse como tales, y debería mantenerse la puerta siempre abierta a otras posibilidades, independientemente de que el médico conozca o no los tratamientos alternativos. En lugar de tachar a un paciente de «terminal», el médico tiene que aclarar que es la medicina occidental la que no puede tratar el problema con eficacia.
Una de las peores cosas por las que he visto pasar a los pacientes a los que se ha diagnosticado un cáncer
es el diagnóstico terminal. Sí, existen estadísticas sobre determinadas evoluciones en ciertas enfermedades que muestran las probabilidades del curso que seguirá una dolencia concreta. Pero esto no implica en modo alguno que ese curso sea cierto para cualquier paciente. Por desgracia, cuando un paciente escapa a las estadísticas se considera que se ha producido un error de diagnóstico, una «remisión espontánea», una «enfermedad benigna» o incluso un «milagro». Esto desacredita el método que contribuyó a la curación del paciente. Cuando la medicina occidental utiliza la etiqueta diagnóstica «incurable» o «terminal» en las enfermedades que no puede tratar, crea un problema adicional a los pacientes. Les enseña que no pueden sanar. Infunde una creencia patológica en los pacientes en base a la cual éstos actúan, potenciando así su enfermedad. Es decir, los pacientes ya no sólo tienen que luchar contra su dolencia, sino que deben superar también la parte de sí mismos que cree que no pueden curarse. Un diagnóstico de enfermedad induce una perspectiva patológica en la mente del paciente acorde con las creencias de un sistema médico que tal vez no puede ayudar al paciente porque el sistema no conoce ninguna cura. En cierto modo, la medicina occidental viene a decir: «Crea lo que nosotros creemos, acepte nuestra metáfora de la realidad, que esta enfermedad (como nosotros la hemos diagnosticado) es la verdadera y única realidad (tal y como nosotros la vemos) y es incurable». Este alegato secreto nos conduce de vuelta al problema inicial: los papeles que nuestros modelos de la realidad desempeñan en nuestra vida, y nuestros supuestos de que son la única realidad. No consideramos la profunda incidencia de esto.

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