lunes, 28 de junio de 2010

los tres cerebros


Como vimos, el principio espiritual construyó el cuerpo humano y sus envoltorios a lo largo de billones de años de evolución:
“Desde la ameba, en la tibia agua del mar, hasta el hombre, venimos luchando, aprendiendo y seleccionando…” (47).
Fue una larga caminata: “¿Cuántos siglos consumió (el principio espiritual) revistiendo formas monstruosas, perfeccionándose, aquí y allí, ayudado por la interferencia indirecta de las Inteligencias superiores?
Se acogió en el seno tibio de las aguas; a través de los organismos celulares, que se mantenían y se multiplicaban por fisiparidad. En millares de años, hizo un largo viaje en la esponja, pasando a dominar células autónomas, imponiéndoles el espíritu de obediencia y de colectividad, en la organización primordial de los músculos. Experimentó durante mucho tiempo, antes de ensayar las bases del aparato nervioso, en la medusa, en el gusano, en el batracio, arrastrándose para emerger del fondo oscuro y lodoso de las aguas, para empezar las primeras experiencias, al sol del meridiano” (48).
En la descripción de los Amigos Espirituales, “viajó de un simple impulso hacia la irritabilidad, de la irritabilidad hacia la sensación, de la sensación hacia el instinto, del instinto hacia la razón”. Y, en ese fantástico viaje, en tránsito de la animalidad primitiva a la espiritualidad humana, construyó el cerebro, órgano sagrado de manifestaciones de la mente.
Según esas revelaciones, publicadas en el año 1947, el cerebro, en el hombre, evolucionó para construir un castillo de tres anfiteatros, que tiene en los lóbulos frontales, en la corteza motor y en la médula espinal, elementos importantes de cada una de esas estructuras. Se trata de un único cerebro que se divide, sin embargo, en tres regiones distintas (49). En el primer anfiteatro, está el cerebro inicial, repositorio de los movimientos instintivos; donde moran hábitos y automatismos. Es la sede del Subconsciente. Almacén del pasado, donde se localiza, ahí, el espacio de la individualidad, donde son archivadas todas las experiencias y registrados los menos hechos de la vida.
En el segundo salón, está la sede de las conquistas actuales, representada por la corteza motor, zona intermediaria entre los lóbulos frontales y los nervios. En él se localiza el Consciente, la posibilidad de manifestación del ser, en el actual momento evolutivo, contando, para ello, con dos herramientas fundamentales – el esfuerzo y la voluntad.
En el tercer salón, se localiza la parte más noble del cerebro, representada por los lóbulos frontales. En él, se configura el Superconsciente, a través del cual llegan los estímulos del futuro, con énfasis para el ideal y la meta superior.
Ese modelo es muy semejante al del neurocirujano Paul MacLean, que se expresaba de esta forma: “Estamos obligados a mirarnos a nosotros mismos y hacia el mundo a través de los ojos de tres mentalidades muy diferentes”, refiriéndose a los tres cerebros que había detectado en sus investigaciones (50)
El libro de MacLean, The Triune Brain in Evolution, trae una figura esquemática sobre la evolución del cerebro con la siguiente explicación del autor, en 1968: “En su evolución, el cerebro humano se expande siguiendo las líneas de tres formaciones básicas que anatómica y bioquímicamente reflejan una relación ancestral, respectivamente, con los reptiles, mamíferos primitivos y recientes. Las tres formaciones están en el encéfalo, constituyen los hemisferios cerebrales, y los elementos comprendidos del telencéfalo al diencéfalo”.

Con relación a la esquizofrenia, las revelaciones espirituales afirman que ella tiene origen en perturbaciones sutiles del periespíritu, que se traducen, en el cuerpo físico, en un conjunto de molestias variables y, muchas veces, indeterminadas.
Los trastornos mentales, casi en su totalidad, empiezan en las consecuencias de faltas graves que el ser humano practica, teniendo por base la impaciencia o la tristeza. Una vez instaladas en el campo íntimo, esas fuerzas desequilibrantes desintegran la armonía mental.
¿Cómo está el asunto de la Conciencia, en este inicio del siglo XXI? Con los extraordinarios avances de la Física Cuántica, es difícil continuar sustentando que el cerebro nos da la conciencia, inteligencia, y demás atributos. Se sabe hoy, que el observador es necesario, porque él convierte las ondas de posibilidades, los objetos cuánticos, en eventos y objetos reales.
Como nos recuerda el profesor Amit Goswami, de la Universidad de Oregón, UEA, la Física Cuántica trajo tres conceptos revolucionarios: “movimiento discontinuo, interconectividad no localizada y, finalmente, sumándose al concepto de causalidad ascendente de la ciencia newtoniana normal, el concepto de la causalidad descendiente
– la conciencia escogiendo entre las posibilidades, el evento real” (51).
Cuando coloca esos tres conceptos, el profesor Goswami argumenta: “si la conciencia es un fenómeno cerebral, obedece a la Física Cuántica, ¿cómo puede causar, la observación consciente de un evento el colapso de la onda de posibilidad llevando al evento real que estamos viendo? La conciencia en si es una posibilidad. Posibilidad no puede causar colapso en la posibilidad” (52). Fue razonando de esa forma que él abandonó el pensamiento materialista con el cual había convivido durante 45 años y abrazó el espiritualismo.
Como bien dijo Jean Guitton, con la física cuántica: “las interpretaciones objetivistas y deterministas del Universo, conformes al buen sentido, no se pueden mantener. ¿Qué deberemos admitir en su lugar? Que la realidad “en si” no existe; que ella depende del modo por el cual decidimos observarla; que las entidades elementares que la componen pueden ser una cosa (una onda) y al mismo tiempo otra (una partícula). Y que, de cualquier modo, esa realidad es, en un sentido profundo, indeterminada” (Dios y la Ciencia, p.9)
Así, la visión materialista del mundo se desvanece ante nuestros ojos.
Entramos, definitivamente, en la Era del Espíritu. Preparémonos para una espiral vertiginosa de nuevos descubrimientos, nunca antes imaginada por nuestros espíritus imperfectos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario