sábado, 10 de octubre de 2009

La Creación


Dios es el Creador de todas las cosas. Esta proposición es consecuencia de la prueba de la existencia de Dios. El origen de tas cosas está en los secretos de Dios. Todo enseña que Dios es el autor de todas las cosas, pero, ¿cómo y cundo las ha creado? ¿La materia es eterna como El? He aquí lo que ignoramos. Sobre todo lo que Dios no ha creído conveniente revelarnos, solo pueden inventarse sistemas más o menos ciertos. De los efectos que tocamos, podemos remontarnos hasta ciertas causas, pero hay una valla imposible de franquear y es perder el tiempo y muy expuesto a extraviarse el querer ir mas allá.
Para proceder a la indagación de lo desconocido, el hombre tiene por guía los atributos de Dios.
Para indagar los misterios que nos es permitido conocer por medio del raciocinio, tiene el hombre un criterio seguro, un guía infalible y este es los atributos de Dios. Admitiéndose que Dios debe ser eterno, inmutable, inmaterial, único, omnipotente y soberanamente justo y bueno, es infinito en sus perfecciones, toda doctrina o teoría, ya sea científica o religiosa, que tienda a quitarle una parte, por pequeña que sea, de cualquiera de sus atributos, es necesariamente falsa, porque tiende a la negación de la misma Divinidad.
Los mundos materiales han tenido un principio y tendrán un fin. Que la materia sea eterna como Dios, o bien que haya sido creada en una poca cualquiera, resulta siempre, por lo que vemos todos los días, que las transformaciones de la materia son temporales y que de estas transformaciones resultan los diferentes cuerpos que aparecen y se destruyen sin cesar. Siendo los diferentes mundos productos de la aglomeración y transformación de la materia, al igual que todos los cuerpos materiales deben haber tenido un principio y tener un fin, obedeciendo a leyes que nos son desconocidas. La ciencia puede, hasta cierto punto, establecer las leyes de su formación y remontarse hasta la averiguación de su estado primitivo, y cualquiera teoría filosófica en contradicción con los hechos demostrados por la ciencia, es de todo punto falsa, a no ser que pruebe que la ciencia marcha por el error.
Al crear los mundos materiales, Dios creó también seres inteligentes que llamamos Espíritus.
El origen y modo de creación de los Espíritus nos es desconocido. Solo sabemos que han sido creados simples e ignorantes, es decir, sin ciencia ni conocimiento del bien ni del mal, pero perfeccionables y con aptitud idéntica para ser conocedores de todo con el tiempo. Al principio, están como en una especie de infancia, sin voluntad ni conciencia completa de su existencia.
A medida que el Espíritu adelanta en su destino, las ideas se desarrollan en él lo mismo que en el niño, y con las ideas, el libre albedrío, esto es, la libertad de obrar y seguir tal o cual camino para su perfeccionamiento, siendo esto uno de los esenciales atributos del Espíritu.
El objeto final de todos los Espíritus es de llegar a la perfección de que son susceptibles, siendo el resultado de este perfeccionamiento el gozar de la suprema dicha, a la que llegan más o menos pronto, según sea el uso que hacen de su libre albedrío.
Los Espíritus son los agentes del poder divino y constituyen la fuerza inteligente de la naturaleza, concurriendo al cumplimiento de los deseos del Creador para sostener la armonía general del universo y las leyes inmutables de la creación.
Para intervenir como agentes del poder divino en la obra de los mundos materiales, los Espíritus se revisten temporalmente de un cuerpo material. Los Espíritus encarnados constituyen lo que se llama humanidad, pues que el alma del hombre no es otra cosa que un Espíritu encarnado.
La vida espiritual es la normal y eterna del Espíritu; la corporal es transitoria y pasajera, es un momento en la eternidad. La encarnación de los Espíritus esta en las leyes de la naturaleza, es precisa para su perfeccionamiento y también para cumplir los destinos de Dios. Por medio del trabajo que necesite la existencia corporal del Espíritu, perfecciona éste su inteligencia, y adquiere, observando la ley de Dios, los meritos que deben conducirle a la dicha eterna; resultando de esto que al paso que concurren a la obra general de la creación, los Espíritus trabajan en su propio perfeccionamiento y provecho.
El -perfeccionamiento del Espíritu es el fruto de su trabajo, y adelanta en razón de su actividad o buena voluntad para obtener las cualidades que le faltan. No siendo posible al Espíritu obtener en una sola existencia corporal todas las cualidades morales e intelectuales que le son precisas para llegar a su objeto final, logra esto por medio de una serie de existencias, en cada una de las cuales adelanta más en la vía del progreso y se purifica de alguna de sus imperfecciones.
A cada nueva existencia, el Espíritu lleva consigo el caudal de inteligencia y moralidad que adquirió en sus existencias anteriores, lo mismo que los gérmenes de las imperfecciones de que no se ha despojado todavía.
Cuando una existencia ha sido mal empleada por el Espíritu, es decir, que no ha hecho ningún progreso en la vía del bien, no le sirve de provecho alguno y debe empezarla de nuevo en condiciones más o menos penosas en razón de su inteligencia o mala voluntad.
Debiendo, el Espíritu, a cada existencia corporal, adquirir algo bueno y despojarse de algo malo, resulta que al cabo de cierto número de existencias, se encuentra llegado al estado de Espíritu puro.
El número de existencias corporales es indeterminado, pero depende de la voluntad del Espíritu el abreviarlas, trabajando activamente en su perfeccionamiento moral.
En el intervalo de las existencias corporales el Espíritu está "errante" y vive la vida espiritual, no teniendo la erraticidad duración determinada. Cuando los Espíritus han adquirido en un mundo cualquiera la suma de
progresos que el estado de este mundo permite, lo abandonan para encarnarse en otro mas adelantado, donde adquieren nuevos conocimientos, y así sucesivamente hasta que no siéndoles necesaria la encarnación en un cuerpo material, viven exclusivamente de la vida espiritual, no dejando por eso de progresar, si bien en otro sentido y por otros medios. Llegados a la cumbre del progreso, gozan de la suprema felicidad y son admitidos en los consejos del Todopoderoso, saben sus pensamientos y son sus mensajeros y ministres directos para el gobierno de los mundos, teniendo a sus órdenes los demás Espíritus, en diferentes grados de perfeccionamiento.

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