viernes, 16 de octubre de 2009
La iniciación esenia de Hebert
“El ser humano es como un pedazo de carbón que alberga un diamante”, compara el Maestro Hebert al transmitir boca-oído la Enseñanza a sus aprendices reunidos esa tarde en la Laguna de Ordín. Añade: “Es responsabilidad de cada uno, al ejercer su libre albedrío, dejarlo oculto o pulirlo para que brille.”
“¿Cómo hacerlo?”, pregunta Merlín al Iniciado indogermánico que escudriña cada gesto y palabras en esos jóvenes sedientos de sabiduría. Responde que el sendero directo es el cultivo de las virtudes del ser humano, y las enumera: Prudencia, Justicia, Fortaleza, Templanza, Fe, Esperanza y Caridad.
Advierte que se debe atravesar la tentación de la soberbia, la intolerancia al entorno, el egocentrismo cegador de la realidad y el autoritarismo encubridor de nuestras insatisfacciones y que se obnubilan con la máscara del escepticismo producto del dogma incubado en el conocimiento de los conceptos: “No basta con saber de la existencia de la virtud. ¡Debe aplicarse en la vida diaria! Es decir, hacerla vida.”
Puntualiza que la duda mal orientada en el ser humano, causa temor y paraliza la acción. La incertidumbre representa el reto para despejarla y activa la conciencia. Se acepta, entonces, en forma voluntaria la existencia de una Fuerza Suprema a la que se puede tocar. Se encuentra el diamante en todo su esplendor.
Despide a los aprendices. El Maestro Hebert cuenta ya con los elementos para evaluar el avance de sus alumnos que ya dominan las invocaciones y los conjuros con la elaboración de elíxires y brebajes. Más, la Doctrina Secreta exige otras cualidades personales para aspirar a la Iniciación en los Augustos Misterios del Universo.
Sentado en el sillón de cuero con respaldo inclinado, en el pórtico de la vivienda el aire vespertino le remonta al pasado. Al abrir las puertas del Templo de Luz de los Esenios de le impuso a un Maestro que durante tres años le condujo por un camino de observación y silencio. Solamente podía responder preguntas.
Lograr que se le considerase como candidato a la prueba de aceptación requirió disciplina en el trabajo, lealtad a su mentor y honrar a la Fuerza Suprema del Creador de los Universos. En otras escuelas iniciáticas posteriores se le denominó Gran Arquitecto del Universo. Aceptó someterse a pruebas severas, en donde el valor y la resistencia físicas parecen abandonar al aspirante en su soledad.
Cada uno, en forma individual, era arrancado de la tranquilidad de sus aposentos para conducirlo a un recinto. Allí, un numeroso grupo de Maestros le sometían a rígidos interrogatorios. Se les interrumpía antes de concluir la respuesta y se cuestionaba la veracidad y honestidad del discípulo. En ese ambiente de confusión se encendía la irritación del postulante, por sentir agresión verbal ensoberbeciéndolo por las muestras que ya había dado a la Escuela Iniciática como para padecer un trato duro. Sin embargo, servía para medir la tolerancia del individuo y sobre todo, su amor a la Enseñanza. A los que lograban superar el examen se les conducía a un túnel totalmente obscuro. Se les proveía de vestimenta y una ánfora con agua. “¡Que largas me parecieron esas 72 horas! Solitario y sin luz, me sentía ciego. La superficie fangosa hacia resbalar, sin saber en donde caíamos. Un largo camino a tientas”, murmura.
Ubicados estratégicamente, se encontraban ciertos lugares de descanso. “¡Jamás pensé en desertar! Podía hacerlo, pero... quedaría marcado. Sería el centro de las burlas, en donde, ni el destierro garantizaría el olvido. Representaba el fracaso, una muerte civil por la vergüenza”, piensa exaltado.
Recupera su aspecto sereno al reflexionar sobre la interpretación simbólica del momento: Valorar el agua y comprobar que se puede sobrevivir sin alimento cuando se tiene el líquido vital, parte importante en la conformación del cuerpo, además de vencer el miedo a lo desconocido en esa obscuridad profunda.
“Tardé un tiempo para darle la verdadera dimensión a la prueba. ¡Siempre enfrentaremos a las fuerzas obscuras! Y con la conciencia de servir a la Fuerza Creadora del Universo podía superar el miedo al reconocer que los Hijos de Dios son depositarios de su Legado, y nada deben temer”, reafirma en su pensamiento.
La entrega y el esfuerzo del graduante, eran compensado. Pasaban con honores el primer nivel. Se les proporcionaba agua para bañarse y esencias para perfumarse antes de disfrutar ricos manjares. “Lo bueno dura poco. Un preludio del descanso por cuarenta días”, analiza el Maestro indogermánico Hebert.
Allí, en la cuarentena, se les aislaba. No podían ver a nadie. Y el paso lento y largo de las horas, permitía en un aspirante comprometido, la meditación profunda. No sabían exactamente en que parte del proceso iniciático se encontraban, por lo que intuían la necesidad de solicitar a la Fuerza Divina, la entereza y el valor para continuar sin desmayo.
Finalizado el tiempo, llega un Maestro y le entrega semillas, miel, pan y agua. Lo conducen a la entrada de un laberinto en penumbra. “Un recorrido de siete días. La única guía eran los acertijos distribuidos matemáticamente. Descifrarlos requería la agilidad mental en el razonamiento”, recuerda con entusiasmo.
Agudizar los sentidos y acompañarlos de la templanza y el equilibrio emocional, era indispensable para poder sobrevivir. Un paso en falso activa las esclusas ocultas para mostrar fosas hondas de estacas con esqueletos clavados, de aquellos que equivocaron al tomar apresuradamente la soga que podría salvarlos.
Un descuido al apoyarse en la pared, accionaba un complejo mecanismo de espadas o podía desviarlos a pasillos angostos con una puerta al vacío o pozos con depredadores. Acertar, conducía a una pendiente resbaladiza, serpenteante, para alcanzar un frío recinto sin el menor halago para el recipiendario.
“¡Que distinto era ese lugar al primero! Buscaban el agua para limpiarse y en bandejas rústicas, esperaban el agua para beber, pan, miel y semillas para comer. ¡Un fuerte impacto! Como si despreciaran el valor demostrado por el discípulo. Como si minimizaran el esfuerzo realizado”, piensa con la sensación de revivir ese encuentro.
Hebert relaciona la simbología: “El éxito es temporal y se debe recibir con humildad. Debe observarse que la fuerza física es innecesaria. ¡La misma inteligencia pierde su importancia! ¿Cómo superó los obstáculos? Con la entrega y el valor a la vida misma del cuerpo, como un vehículo del alma que busca al Espíritu otorgado por Dios
Además, quedaban encerrados en penumbras durante tres meses. El principio es básico: El postulante empieza a comprender en su vivencia, como el alma está encerrada en el espacio y el tiempo. Una cápsula de obscuridad por la ignorancia del potencial divino del ser humano. Días y noches sin la guía de algún Maestro. Sin embargo, no se podía perder el tiempo. Recuerda que buscó la fortaleza en la sabiduría del silencio y la meditación, que le orientó al encuentro de su Espíritu. “¡Probar la libertad al desprender el alma del cuerpo, esa era la señal esperada para que yo pudiese tocar con un mazo el gong y llamar al Iniciado que pacientemente me esperaba bajo una rígida observación!"
Recuerda la siguiente y última etapa: Lo llevaron a salones muy grandes con hermosos murales con imágenes que deberían ser interpretados y ofrecer su explicación a los Maestros Iniciados. “La honestidad del aprendizaje recibido sería comprobada con la voz del Espíritu que todo lo sabe, por medio de mi boca”, y sonríe.
Constató, posteriormente, que hubo quienes intentaron engañar, una falta de integridad comparable a la traición. Fueron condenados a muerte en ese mismo momento.
En el presente, existen algunas Escuelas Iniciáticas. Empero están cerradas al mundo. Es casi imposible poder abrir sus puertas. Una situación que no ha impedido que Grandes Maestros Ascendidos se contacten con el ser humano para entregar la Enseñanza por medio de la transmisión del pensamiento.
Los Contactados son conducidos con profundo amor al reconocimiento de la misión que deben cumplir al servicio del Despertar del Espíritu de la Duodécima Raza y deben superar el desafío de la obscuridad que les tienta con la ambición del poder temporal. Los que caen, siembran la confusión y buscan la satisfacción banal en la riqueza terrenal.
Puede uno protegerse de falsarios que ofrecen cursos rápidos y costosos. Debe recordarse que las Escuelas Iniciáticas entregan la Enseñanza integral, es decir, desde la formación del adepto en el desarrollo espiritual, la conducción en la gestación de cada uno de los pasos en la formación del vehículo diamante de luz, la estructura magnética del aura que debe lograrse para alcanzar la Quinta Esencia, principal objetivo para el cambio de la humanidad.
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