viernes, 16 de octubre de 2009

Los Elementales y su Poder de Vida


Allí, en el bosque, los adeptos del Maestro Hebert son conducidos a la reflexión profunda sobre los significados de la Enseñanza. En el determinante primer paso hacia el conocimiento de la Inmortalidad del Espíritu, es de vital importancia para un Iniciado, el contacto directo con la naturaleza y su comprensión y cabal entendimiento.

Merlín y sus condiscípulos atienden las explicaciones de su mentor: “Aquí sentimos y convivimos con el importante transmisor de energía. Las plantas transpiran y liberan el rocío por la mañana, la tierra sufre cambios por la misma humedad, el aire entrega su vitalidad fresca y húmeda en el bosque. Una dinámica eterna que se repite, también en nosotros mismos”.

El Maestro Hebert indica: “Ustedes que aspiran a lograr el conocimiento de los Grandes Iniciados de la historia, deben saber que el Poder y la Potestad del Origen están tan cerca de nosotros, aunque no podemos verlo. La fuerza de la rutina ciega a los hombres, limita su potencialidad interna para extender su campo vital y gozar plenamente el regalo de la vida”.
Expresa que así como se ingieren los alimentos cotidianos para absorber sus nutrientes que fortalezcan a su organismo, ellos deben aprender de igual manera a consumir esa energía de la naturaleza que brinda vigor y fuerza al organismo humano. ¿Cómo puede lograrse? Mediante el dominio del cuerpo y al expandir los sentidos para contactar su medio ambiente.
¡Cuán importante es la resiración! Es el medio por el cual las especies reciben el principal elemento de la fuente de la vida: El oxígeno. Se interrelacionan los aprendices con el agua que la tierra tiene en sus entrañas y que proporciona al hombre, su elemento vital, y reconocen con respeto al bosque que les ofrece los medios de una habitación y su cosecha.
Hebert, en ningún momento pretende iniciar un culto religioso a los Elementos. Las Escuelas Iniciáticas exigen el reconocimiento de los Elementos para poder valorarlos en su exacta dimensión y respetarlos en su servicio de preservar la regeneración constante de la vida. Ese poder que les fue legado por el Creador de los Universos desde el Principio del Tiempo y que parece ajeno a nuestra consciencia pese al esfuerzo ecológico para preservar el hábitat.
Hay razón para entenderlo, no en el sentido abstracto de un Misterio oculto, sino en la fuerza y potestad que tienen fuera del alcance del control tecnológico. Puede ejemplificarse en nuestro presente con la devastación provocada por el huracán Paulina en 1997, cuando se manifestó la furia de los elementos en las costas del Pacífico mexicano o las inundaciones registradas en todo el mundo en 1998.
Es el solo poder de un Elemento y que espanta al hombre en su manifestación. Sin embargo, los sabios griegos definieron que el cuerpo humano está formado por cuatro Elementos: Agua, Tierra, Viento y Fuego que, unificados otorgan el poder de vida. Cuatro Fuerzas distintas en el organismo que esperan identificarse con las Fuerzas existentes en el entorno.
Aprendió Hebert en el templo de Luz de los Esenios, que si alguno de los Elementos básicos de la naturaleza faltase, declinaría la forma de vida y la vida misma en el planeta. En el siglo VI parecía que los recursos naturales eran inagotables, y sin embargo se convivía con respeto a los principios de la naturaleza.
Transmitía ahora, el indogermánico, la Enseñanza recibida: La Potestad que tienen los Elementales está en el organismo mismo del ser humano. Un cuerpo que es aún más temporal que la naturaleza misma. Aquí es en donde los hombres deben darse cuenta, por medio de la reflexión profunda, que la inmortalidad solamente es posible para el Espíritu.
Hermes Trimegisto enunció: “Como es arriba es abajo”. Reconocer las propiedades del medio ambiente conlleva a comprender que la conformación de nuestro organismo tiene esa base elemental, y al respetar el origen del hombre se respeta también el origen de la vida. Puede trabajarse, entonces, con la fuerza de la energía interna y ampliar su proyección electromagnética hacia el exterior, lo que forma un campo dimensional que puede presentarse para alcanzar el contacto con el Espíritu.
Merlín pregunta: “¿Qué es el Espíritu? ¿En dónde se encuentra? ¿Está en agua, en el aire, en la tierra o en el fuego? ¿Por qué parece algo intangible?” Primero, dice el Maestro, deben analizar y reconocer su cuerpo y el interior que les conducirá a reconocerse así mismos como potestades que les otorgan los elementos de la Naturaleza, que son los mismos que constituyen la materia.
Dicho de otra forma, que se identificaran como dueños de un Poder que jamás habían considerado. Comprender que es posible el gobierno de la materia con ese impresionante poder. Por lo tanto, argumenta Hebert, el Espíritu no solamente se encuentra en algunos de los Hermanos Elementales. ¡No podía estar dividido!
A la interrogante de ¿dónde se encuentra?, explica que está allí, muy cerca, tan cerca que no se puede ver, tan intangible que no pueden tocarle, pero ¡tan fuerte, que proporciona la vida! Se le conoce como el Yo Superior o como la Consciencia Superior, capaz de contactarse con el Espíritu.
Los jóvenes adeptos piden que amplíe la explicación. Se puede concentrar la definición en que, el uso de los cinco sentidos observan y analizan el entorno y al identificarlo, se inicia la comparación de la constitución de la naturaleza con el cuerpo humano, que implica el reconocimiento interno en cuyo análisis abren el entendimiento al Poder del Origen de la vida, para comprender que la materia es gobernada por una fuerza superior que se le conoce como Mente.
El Maestro señala a la Laguna de Ordín y exclama: “¡Ahí está el agua con su función específica! El agua funciona siempre como agua y cuando se combina con otros elementos cambia y realiza otra actividad pero jamás pierde sus propiedades básicas que le conserva, Lo mismo sucede con los demás elementos de la Naturaleza".
Combinados en la maquinaria perfecta, indica el indogermánico, estamos hablando de las fuerzas elementales que se encuentran y al combinarse generan una energía que se llama Inteligencia, con poder de formar el pensamiento y para la reflexión cuyo perfeccionamiento es el discernimiento para alcanzar la Consciencia.
Advierte, empero, que la Consciencia sola no siempre es constructiva. Puede ser convenenciera o dependiente de mensajes inducidos en forma natural o por medios subliminales y adquiere una condición tendenciosa, orientado por las emociones. Podría decirse, entonces, que es el Alma inclinada a los esquemas de superficialidad y vanidad.
Por medio de la Templanza, pueden dominarse las emociones y es cuando la Consciencia está en posibilidad de conectarse con el Yo Superior, o si se prefiere, la Suprema Consciencia en donde el equilibrio del interior con la naturaleza y el Universo, se fusiona en la unidad. No es casual la invocación de los Grandes Iniciados: Cuerpo, Alma y Espíritu unificados en un solo Ser, en un solo Poder.
La Enseñanza sobrevive y es posible alcanzarla en el presente. Podría empezarse, por ejemplo, al llenar un vaso con agua y ponerlo entre las manos a la altura del plexo solar –en la boca del estómago -, cerrar los ojos y respirar profundamente reafirmando en el pensamiento el deseo de que la energía del cuerpo, fluya por las manos hacia ese recipiente.
Al mismo tiempo, el vaso con agua se llena con un pensamiento de vida para uno mismo, como puede ser la petición de que armonice nuestro interior, o se adquiera la Templanza o bien, que nos libere de alguna angustia.
Se hace una oración con Fe y pleno convencimiento: “Padre... reconozco el Poder de Vida del agua que antes no le había considerado y hoy, ante Ti, le reconozco, así como reconozco también, que ese Poder de Vida me fue otorgado desde el Origen de los Tiempos; por lo tanto, tengo el Poder y la Potestad de Origen, porque al formar parte de mi cuerpo, el agua forma parte del Origen”. Y se dan las gracias al Creador de los Universos.

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