sábado, 20 de diciembre de 2008

Apóstoles de ayer y hoy


En los tiempos apostólicos, los discípulos eran enviados a esparcir las enseñanzas del Maestro por todos los caminos del mundo conocidos de entonces. Se atenían a lo que Jesús enseñara y cumplían sus misiones con abnegación y fe, porque estaban entusiasmados por las realidades que presenciaban y sabían que aquellas enseñanzas eran de salvación.
Se sentían gloriosso de ser atífices de esa transformación del mundo y deslumbrados por la comprensión de la misión redentora del Mesías.
Mas actuaban con la certeza de una conquista inmediata del reino de los cielos, con el retorno del Cristo en breves días y no se les ocurría ni pensaban que son necesarios milenios para que la humanidad, en sus primeras etapas evolutivas, avance un milímetro. No comprendían que el Cristo volvería, no en las nubes del cielo, sino en el corazón de cada uno, en la intimidad de cada alma, en el silencio y en la angustia de cada surimiento, después de siglos de luchas dolorosas contra sus propias imperfecciones.
Y el Maestro les recomendaba " Grande en verdad es la mies y pocos los trabajadores. Mirad que yo os mando como corderos entre los lobos. En cualquier casa donde entres decid: paz sea en esta casa. Curad a los enfermos que en ella hubiere y decidles; Está por llegar a vosotros el reino de Dios. Mas si no os recibieren, sacudid sobre ella hasta el polvo de vuestras sandalias; porque el que a vosotros desprecia a mi me desprecia, y desprecia a Aquel que me envió".
Y cuando los discípulos se admiraban de poder, incluso, dominar a los Espíritus malignos con la sola pronunciación del nombre del Ma estro, Éste les agregaba "...de sujetar a los Espíritus malignos no es de lo que debeís alegraros, pero sí de que vuestros nombres estén escritos en los cielos"
Pero la situacipon del mundo cambió tan poco, que lo que el Maestro dijo, hace dos mil años, está hoy, de la misma forma, en pie, y debe resonar en los oídos de los Médiums como advertencias que a ellos también se aplican, puesto que son los comunicadores de la misma obra lanzados, ahora como entonces, en medio de lobos, apóstoles modernos armados de tales poderes espirituales caminan por el mundo en la misma siembra.
Oigan, esas voces que suenan desde lejos, tomen su bordón y sigan adelante: donde quiera que detengan sus pasos, enciendan sus lámparas e iluminen todo a su alrededor con las claridades de la misma llama.
¡Discípulos del Cristo! para que las ovejas peuden ser todas recogidas en el aprisco, antes que la noche llegue, con sus tinieblas y sus terrores, enciendan sus lámparas y ofrescan a todos su paz; curen a los enfermos en sus cuerpos y en sus almas, mas díganles: LLegó el tiempo en que debemos glorificar al Padre en el Hijo y en el Espiritu: el tiempo de presentar el testimonio de nuestro esfuerzo pasado; el de rendir cuentas de nuestros actos y prepararnos para el juzgamiento.
Levanten sus lámparas bien alto para que la claridad inunde campos y ciudades, y a todos los que lleguen a creer por sus medios diganles: Somos todos naufragos perdidos de este piélago; esforcemonos por socorrer a los que debaten con nostros en las olas, porque nuestra ley es la fraternidad.

(extraido del libro Mediumnidad de Edgard Armond, editora alianca)

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