La mente humana se abre cada vez más al contacto con el plano espiritual. Todas las personas son médiums desde el momento que son capaces de tener alguna percepción espiritual, pero llamaremos “médiums” a los que pueden llegar a tener un intercambio de ideas o pensamientos con los espíritus.
Nadie es médium por casualidad, enfrentar esta prueba requiere una gran dosis de renuncia y altruismo. Con esto se nos presenta una oportunidad magnífica de rescatar antiguos errores, por todo el bien que se puede llegar a realizar y por poder saldar deudas con antiguos enemigos de otras vidas. Al mismo tiempo nos sirve de instrucción en primera persona, de cómo funciona el plano espiritual, cómo se vivencian las penas y los goces después del sepulcro, cómo continúan nuestros lazos afectivos más allá del espacio, al sentirnos arropados por hermanos benefactores que nos acompañan en nuestras tareas aquí en la Tierra. No tenemos capacidad para poder medir todo el beneficio que esto supone, practicando la mediumnidad, con el abrigo de las enseñanzas de Jesús y las directrices de Allan Kardec recopiladas en sus cinco libros.
Realmente da tristeza y desolación ver como llegamos a desperdiciar estas oportunidades de crecimiento espiritual perdiéndonos en los laberintos de las pasiones, deseos y tendencias inferiores que nos aprisionan en la corteza terrestre y nos apartan de nuestras tareas mediúmnicas.
En el plano espiritual son preparados muchísimos médiums para que una vez encarnados puedan desempeñar su trabajo de auxilio, socorro e instrucción a los que sufren en el umbral, en la Tierra o simplemente están en tinieblas. Salen millares de medianeros con apreciables condiciones para su tarea, pero son muy pocos los que triunfan, ya que casi todos estamos ligados a un pretérito de errores que condiciona nuestro presente, puesto que solemos creer más en nuestras tendencias inferiores del pasado que en las posibilidades divinas del presente, complicando el futuro. Cuando los mensajeros se olvidan del espíritu misionero y de la dedicación a los semejantes, sin ninguna noción de responsabilidad, suelen transformarse en instrumentos inútiles. “Hay médiums y mediumnidad, adoctrinadores y doctrina”. Existe mucha incomprensión e ignorancia sobre los deberes, objetivos y fines de los médiums y la ignorancia es la madre de las miserias que hace entregarse a las manifestaciones de orden inferior.
En este artículo queremos hacer un examen sobre los “Médiums fracasados” que no son otros más que los que no supieron enfrentar con éxito su prueba de la mediumnidad en la última encarnación.
Analizamos algunos casos ilustrados en el libro “Los mensajeros espirituales” psicografiado a través Francisco Cándido Xavier por el espíritu de André Luiz. Son claros ejemplos de cómo actúa la materia para apartarnos de nuestros deberes mediúmnicos. Nos dan una visión clara, concisa y exacta sobre esta cuestión.
Comenzamos con el caso de Acelino. Se trata de un médium con cualidades notables como la videncia (ver a los espíritus) audición (escucharlos) y psicografía (escritura), que en lugar de encauzar esta facultad hacia la orientación y auxilio al prójimo, encarnado o desencarnado, en su desarrollo espiritual, se convirtió en mercenario de ella, fijó precio a la consulta mediúmnica y gran cantidad de clientes, adinerados, le llegaron pero la gran mayoría acudían por cuestiones de orden inferior, creando bajas corrientes mentales que encerraban a Acelino en una sombría cadena psíquica, no dándose cuenta que los negocios sucios de hombres de baja moral cuentan igualmente con espíritus inferiores que se interesan por ellos en los planos invisibles, ligándose espiritualmente a estas entidades y a los clientes por la ley de afinidad. Poco a poco se fue identificando con estos, se apartó de su guía y de los espíritus benefactores encargados de sostenerle en la misión a realizar. Con el tiempo la vibración del médium se modificó, su entorno espiritual cambió y al llegar la desencarnación, no sólo no realizó la tarea que tenía que cumplir, sino que se vinculó a regiones espirituales inferiores. Los consultantes criminales que habían desencarnado antes, le rodeaban exigiéndole soluciones. Durante once años permaneció por regiones inferiores en esta condición encadenado a ellos por unos siniestros hilos mentales, atormentado entre remordimientos y amargura.
Querido lector, este es un caso típico, ya que cualquier periódico o revista que podamos ojear está lleno de médiums, curanderos y echadores de cartas que tienen consulta. Algunos serán simples farsantes, que también pagarán por ello, otros son médiums en potencia, pero que tenga en cuenta el que se dedica a esto que, el hecho de cobrar te obliga a atender al consultante, ya no sólo por convertir en negocio lo que debe ser caridad con el prójimo “Da de gracia lo que de gracia recibiste”. Sino que al estar obligado a atender a los clientes y estar en un mundo de expiación y pruebas, donde el mal es superior al bien, la gran mayoría acuden con problemas inferiores (amantes, negocios oscuros, asuntos poco dignos….) Cuando los atendemos conectamos con su plano espiritual, ligándonos vibratoriamente a él, ya sea a través de la mediumnidad, la oui-ja, lectura de cartas, posos de café, runas, caracoles... en fin, cualquier sistema adivinatorio que abre las puertas del campo psíquico del cliente.
Hemos analizado la remuneración económica, pero aclaramos que también puede ser de intereses diversos como obtener algo a cambio o engrandecer nuestra vanidad siendo el centro de atención y alimentando nuestro ego. Tendría el médium que hacerse un análisis de conciencia preguntándose cuales son los verdaderos intereses que le mueven.
Continuamos examinando al medianero Octavio, que tras permanecer treinta años en los planos espirituales preparándose para su tarea medianímica regresa a la Tierra fracasando estrepitosamente, ya que sus tendencias materiales e inclinaciones sexuales lo apartaron definitivamente de sus objetivos. El matrimonio no entraba dentro de sus planes, no porque fuera contrario a la mediumnidad, sino porque su caso en particular así lo exigía. Soltero debía recibir a seis entidades amigas, a las cuales mucho debía, que llegarían a él como huérfanos a través de su madrastra. Ya en la Tierra, absorbido por la materia y dominado por las bajas pasiones, tuvo que casarse a la fuerza por prácticas poco honestas con una mujer espiritualmente inferior a él, apartándose poco a poco de sus obligaciones mediúmnicas. Así fue como la ambición y el sexo le truncaron su camino de redención.
Tenemos un “handicap” muy común que llega a convertirse en un problema insuperable para muchos médiums. Son los miembros familiares que se oponen a los trabajos y obligaciones mediúmnicas, como le ocurre a Marina donde los lazos familiares fueron obstáculos que no supieron salvar, no encontrando tiempo, le faltaba optimismo y buena voluntad, ya que aconsejar es positivo, pero aconsejar en exceso puede llevar al olvido de nuestras obligaciones, sin aplicarse a uno mismo los propios consejos. Esto es lo que le ocurrió a Marina: Las discusiones continuas, la irritación desmedida y el no tolerar opiniones contrarias a la suya le llevó a dejarse dominar por un ambiente psíquico pernicioso, del que se vició, dejando de lado sus tareas de auxilio al necesitado.
Con Ernestina podemos comprobar como el miedo fue la causa de su perdición. Tenía miedo de todo y de todos, desconfiaba de los encarnados y desencarnados, hasta de ella misma. Sin vigilancia sólo veía la parte negativa en todo, se dejaba llevar por sus inclinaciones inferiores. Siendo excesivamente exigente y crítica no llegaba nunca a realizar nada útil por los demás. Tanto temía las mistificaciones que no supo aprovechar su oportunidad.
En fin, son muchos los caminos que pueden llevar al médium a fracasar en sus deberes y obligaciones para con la mediumnidad y el necesitado, ya que los intereses materiales distan mucho de los espirituales. Vigilancia, análisis de conciencia, auxilio al encarnado y desencarnado más necesitado y sólo con amor al prójimo puede el médium caminar por la línea intermédia entre lo visible y lo invisible sin encadenarse a las miserias terrestres.
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