domingo, 28 de diciembre de 2008

Prolemas del Espíritu: El pasado


Si no aceptamos la Ley de la Reencarnación como explicación coherente a nuestras dolencias, problemas e infelicidades, ¿dónde encontraremos la explicación de esos sufrimientos, que pueden, en muchos casos, terminar en obsesiones, y muy grandes? ¿Quién nos dará la clave de tanto dolor y perturbaciones? ¿Cómo encontraremos la forma de escapar de esos laberintos que causan tantas heridas morales?

Cuando aceptamos que somos seres inmortales, Espíritus eternos, con un pasado y un futuro por delante; viviendo un presente que es el resultado de ese pasado y la oportunidad de crear ese futuro mejor, es cuando comenzamos los seres humanos, a despertar, de ese letargo espiritual milenario.

Nuestra mente es muy poderosa y desconocida para nosotros; una maquinaria que utilizada erróneamente, nos trae padecimientos y dolencias tales como: Neurosis, Psicosis y desdoblamiento de personalidad, entre otras perturbaciones, como las diversas obsesiones, que el Libro de los Médiums, las explica muy bien.

La Neurosis: El aumento de la neurosis en la Tierra, nos hace pensar y nos puede ayudar a discernir, que no sólo el psiquiatra o el hombre de ciencia, está en condiciones de encontrar una solución, ya que ellos, casi siempre, ignora conscientemente la procedencia del ser, la sublime trascendencia del ser: El Espíritu. Esa enfermedad merece estudio y observación, a fin de localizar los factores reales que producen las perturbaciones del sistema nervioso, considerando la falta de lesiones anatómicas más graves.

Freíd las clasificó de verdaderas, cuando hay desequilibrios fisiológicos al lado de perturbaciones meramente psicológicas, a pesar de ser transitorias. Psiconeurosis, cuando son determinadas por las ¿fijaciones de la infancia?, en regresiones inconscientes. En el primer grupo están situadas las neurosis de ansiedad, la neurastenia, la hipocondría, y las de ascendencia traumática. En la segunda aparecen las de orden histéricas ansiosas, los estados obsesivos y convulsivos. Con sintomatología extraña, no es raro que la atención de los médicos sea desviada; surgen parálisis, movimientos inconexos, disturbios múltiples, etc.

El neurótico es un Espíritu rebelde y delincuente de las Leyes Universales, en proceso purificador. Reencarnando para resarcir o impulsado a la reencarnación por necesidad urgente, olvida delitos para luego repararlos. Su psicoesfera impone, en los elementos orgánicos, distonias y desarmonías que se reflejan más tarde en forma de alienación, como consecuencia de su estado interior, como Espíritu desajustado. Olvidando la mayoría de las veces que somos seres espirituales, nos perdemos en ese entramado de enfermedades físicas y mentales, efecto de una causa que es la rebeldía del Espíritu y su pasado, por consiguiente. Ahí encontramos la causa y explicación de tanto desajuste y dolor en la Tierra, así como también las obsesiones más diversas e ignoradas por muchos.

Es obvio que el comportamiento social, las frustraciones infantiles, las inseguridades, los miedos, los factores familiares y de habitat. Los problemas de orden moral y económico, engendran, evidentemente, los principios neuróticos, porque consiguen limitar las aspiraciones del Espíritu, que no consigue sobreponerse. A la par de todo esto, hay un factor que no debemos olvidar y que la ciencia persiste en ignorar; la dominación obsesiva de entidades espirituales, movidos por el odio, el rencor, la venganza, etc.

Las terapias medicamentosas, las técnicas de análisis, en cuanto favorecen por un lado, dañan por otro los tejidos más sutiles de la organización psicológica, produciendo desequilibrios de otra naturaleza, que se exteriorizarán en el futuro.

El neurótico es alguien rebelado consigo mismo, insatisfecho en el inconsciente y revelado contra los otros. Es inestable, agresivo, un ser excitado, que se deja llevar por la violencia. Disciplinado por un código moral, por unas enseñanzas espíritas y con un método saludable de vida y pensamientos, el neurótico consigue sobreponerse al desequilibrio, reajustando sus centros mentales en desaliño, sus centros de fuerzas, caminando en el progreso espiritual, a que todos estamos llamados.

La Psicosis: Necesita de un estudio más profundo que la neurosis, por cuanto en la neurosis es un problema menos grave. Ya no hay duda en cuanto a sus factores causales, clasificados como endógenos y enógenos. Hay sin duda factores más allá de los psicológicos que influyen en la psicosis, tales como factores sociales. En los factores endógenos, hay causas externas (tóxicos, infecciones) y físicos (dolencia de otros órganos, disturbios del metabolismo, demencias, delirios). En los de orden endógeno (la esquizofrenia, las perturbaciones mentales de la epilepsia, la psicosis maníaco-depresiva), donde las psicosis se exteriorizan como un proceso de auto-castigo, que el Espíritu se impone por los crímenes cometidos y el sentimiento de culpa arrastrado del pasado.

El psicótico maníaco-depresivo, trae registrado en el inconsciente los graves desvíos morales que escaparon a la justicia humana, y que ahora tienen tendencia a la huida al deber y a la responsabilidad, por el suicidio. El esquizofrénico, en sus múltiples clasificaciones, es también un Espíritu rebelde y delincuente de las Leyes Universales, enredado en los desequilibrios del pasado. Que en el presente viene a reclamarle las deudas, para rectificar y poder así, seguir la marcha del progreso espiritual. En todos los problemas de psicosis, sea de la naturaleza que sea, el ser espiritual, es siempre responsable por la situación que padece.

Personalidades múltiples: es causada por problemas precedentes a la infancia y se instala, más particularmente, durante ese periodo, creando procesos inconscientes de huidas, ensayando las causas profundas para las neurosis y psicosis centradas en trastornos de origen histérico. Sin duda los procesos de disociación profunda, en el inconsciente del ser, dan baza a la personalidad neurótica, que se instala dominadora como mecanismo de defensa, y que puede llegar a estados de inconsciencia total, huyendo el ser de la realidad a la que está sometido, y que hoy tiene que someterse a la Ley de Causa y Efecto, para alcanzar algo de equilibrio. Podemos suponer que debió ser una reencarnación obligatoria.

La causa de todas estas perturbaciones radican en el ser espiritual que, huyendo del deber y la responsabilidad, se demoró por largo tiempo en situaciones de desajuste y delincuencia. El desequilibrio producido en el interior del ser, repercute en su psiquismo y en el cuerpo material, con diversos trastornos más o menos grave, y que pueden durar por muchos años y vidas.

Sobreviviendo a la muerte física, el Espíritu que despierta aturdido del túmulo busca, por un natural proceso de afinidad psíquica, a aquellos que se le hicieron adversarios, en la mayoría de las veces sin conciencia de eso, produciendo parasitosis de naturaleza espiritual, en los que se manifiestan tormentosos y largos procesos de obsesión profunda, en que predominan los fluidos y los sentimientos del desencarnado actuando sobre el encarnado que le padece la interferencia, al principio en la esfera psíquica y, posteriormente, psico-física, aparentando un proceso de personalidad disociada que, en verdad, son individualidades distintas, en férreo combate o en proceso de vampirización dolorosa o, aún, en predominio de acción, en la sufrida búsqueda de placeres que ya no pueden fluir, por encontrarse en el Mundo Espiritual, utilizando de ese modo, de otro hombre, en su cuerpo físico, como instrumento para el gozo y para la alucinación. Palabras de Carneiro de Campos, a través de la mediúmnidad de Divaldo Pereira Franco.

Cuando surgen todos estos conflictos dolorosos, debemos buscar con ahínco el auxilio necesario.

Nada mejor que practicar la caridad moral y material; ejercer el perdón y elevar el pensamiento, orando a Dios, para buscar la armonía necesaria que nos elevará por encima de las dificultades, desequilibrios y obsesiones. Tenemos la obligación de confiar en Dios, en los Buenos Amigos Espirituales y en nuestra fuerza interior. Nadie está desamparado. Si no trabajamos al ritmo que necesitamos o debemos, es por falta de voluntad, dejándonos atraer por las luces cegadoras de las falsas ilusiones.

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