lunes, 22 de diciembre de 2008

Dios es nuestro Padre


Honrar a nuestro padre es honrar también a Dios. Nuestro Padre de Infinita Bondad.
En el instituto doméstico, los hijos maduros en experiencia brindan honores a los padres,
a través de las obligaciones ejecutadas en el hogar.
En la residencia planetaria, los hijos de Dios, edificados en la comprensión de sus Leyes,
dignifican al Todo Misericordioso por intermedio de los deberes rectamente cumplidos,
delante de la humanidad en los caminos del mundo.
Amamos a Dios en la persona del prójimo.
Comencemos el ejercicio de esa abnegación que nos proporcionará el acceso necesario a
la Luz Divina.
¿Fuimos heridos en las tareas cotidianas? Sepamos olvidar las ofensas del compañero que
todavía ignora las consecuencias del mal.
¿Golpes de injuria bajaron sobre nosotros, buscando exterminarnos la esperanza y el coraje?
Entendamos la inexperiencia de aquellos que desconocen la fuerza de la sombra que
desencadenan para sí mismos y continuemos colaborando por el surgimiento del bien de
todos.
¿Quién viene allá, hambriento o desesperado, tentando encontrar socorro y consolación?
Hagamos una pausa para servir, porque es nuestro familiar quien nos toca la puerta,
suplicando asilo y comprensión.
¿Qué pensamos del infeliz que pasa por la vía pública injuriado por sarcasmo y
condenación?
Una duda atraviesa en nuestro espíritu respecto al imperativo de entenderlo y auxiliarlo
por cuanto él es nuestro hermano por la Paternidad Divina y espera por nuestra devoción.
Dios, el Señor Supremo de la Vida, el Padre que nos recibe diariamente los protestos de
fidelidad y de amor, cuenta en verdad con nosotros y en verdad necesita de nosotros.
Espera con confianza que seamos el amparo a los desunidos, la fortaleza de los débiles, la
energía de los fatigados, la bendición de los que fueron lanzados a la soledad.
Dios necesita de nosotros y desea recibir nuestra cooperación aunque sea humilde.
Envíanos a los necesitados de todas las especies y de todas las procedencias para que les
representemos la Providencia Divina. En todas partes es posible recibir ese mandato sublime y
desempeñarlo.
Es por eso que Jesús, el hijo más altamente consagrado al Supremo Señor que la Tierra ya
conoció, así se expresó haciéndonos sentir que Dios está con nosotros y espera por nosotros en
todas las circunstancias:
“Todo el bien que hicieres en el mundo al último de los pequeñitos, en verdad, es a mí a
quien lo hicisteis.”

(Espíritu Batuíra, psicografía de Francisco Cándido Xavier extraída del libro “Más Luz").

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