viernes, 19 de diciembre de 2008

Salvate


“Sálvate a ti mismo y desciende de la cruz" -(Marcos. 15:30.)

Ese grito de ironía de los hombres maliciosos continúa vibrando a través de los siglos.
La criatura humana no podía comprender el sacrificio del Salvador. La Tierra apenas conocía vencedores que llegaban blandiendo armas, cubiertos de glorias sanguinolentas, héroes de la destrucción y de la muerte, camino de altares y monumentos de piedra.
Aquel Mesías, sin embargo, distaba mucho del patrón habitual. Para conquistar, daba de sí mismo; a fin de poseer, nada pretendía de los hombres para sí mismo; con el propósito de enriquecer la vida, se entregaba a la muerte.
En vista de eso, no faltaron los escarnecedores en el momento extremo, interpelando al Divino Triunfador, con mordaz expresión.
En ese testimonio, nos enseñó el Maestro que, al salvarnos, en el campo de la maldad y de la ignorancia oiremos el grito de la malicia general, en las mismas circunstancias.
Si nos demoramos pegados a la ilusión del personalismo, si somos trabajadores exclusivamente interesados en nuestro engrandecimiento temporal en la esfera carnal, con olvido de las necesidades ajenas, hay siempre mucha gente que nos considera privilegiados y victoriosos; nos obstante, si ponderamos, nuestras graves responsabilidades en el mundo, nos llama locos y, cuando nos sorprende en experiencias culminantes, revestidas del dolor sagrado que nos arrebatara ha esfera sublimes, pasa junto a nosotros exhibiendo gestos irónicos y, recordando los altos principios esposados por nuestra vida, exclama, desdeñosa: - "Sálvate a ti mismo y desciende de la cruz."

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