domingo, 25 de enero de 2009
¿Dios hace milagros?
1. En cuanto a los milagros propiamente dichos, como nada es imposible para Dios, sin duda, puede hacerlos; pero ¿los ha hecho?, en otras palabras: ¿Deroga Dios las leyes que ha establecido? No corresponde al hombre prejuzgar los actos de Dios y subordinarlos a la debilidad de su entendimiento. Sin embargo, para abrir un juicio sobre las cosas divinas, tenemos los atributos de Dios. A su omnipotencia une su soberana sabiduría, de lo que deducimos que nada inútil hace. ¿Para qué haría milagros, entonces? Para dar testimonio de su poder, se podrá decir. Pero el poder de Dios se manifiesta de una manera mucho más espléndida por el conjunto grandioso de las obras de la Creación, por la sabiduría previsora que preside desde lo más ínfimo a lo más grande y por la armonía de las leyes que rigen al Universo que por algunas pequeñas y pueriles derogaciones posibles de imitar por los prestidigitadores. ¿Qué pensaríamos de un hábil mecánico que para probar sus conocimientos desmontara el reloj que ha hecho, toda una obra de arte, con el propósito de demostrar que puede deshacer lo que ha hecho? Por el contrario, ¿su saber no surge de la regularidad y precisión del funcionamiento?
Los milagros no competen directamente al Espiritismo, mas, apoyándose sobre el razonamiento que dice que Dios nada hace inútilmente, emite la siguiente opinión: los milagros no son necesarios para la glorificación de Dios. Nada en el Universo se aparta de las leyes generales. Dios no hace milagros, porque al ser sus leyes perfectas, no precisa derogarlas. Si hay hechos que no comprendemos, es porque nos faltan aún los conocimientos necesarios.
2. Suponiendo que Dios haya podido, por razones desconocidas por nosotros, derogar accidentalmente las leyes que Él mismo estableció, haría que esas leyes ya no fuesen inmutables, pero al menos la lógica está en admitir sólo en Él tales poderes. Pero resulta que se le resta su omnipotencia, al enseñar que el espíritu del mal puede deshacer la obra de Dios, haciendo prodigios capaces de seducir hasta a los elegidos, lo que implica la idea de un poder igual al de Dios. Si Satanás puede interrumpir, sin el permiso de Dios, el curso de las leyes naturales, que son la obra divina, entonces es más poderoso que Dios y, por tanto, Éste no es omnipotente. Si Dios le delega ese poder, como se pretende, para inducir más fácilmente a los hombres al mal, entonces no es soberanamente bueno. En ambos casos, se trata de la negación de uno de los atributos sin los cuales Dios no es Dios.
La iglesia diferencia los buenos milagros que provienen de Dios de los malos milagros atribuidos a Satanás. Pero, ¿cómo distinguirlos? Que un milagro sea declarado oficialmente o no como tal, no por eso deja de ser una derogación de las leyes de Dios: si un individuo es curado milagrosamente, ya sea por la intervención de Dios o del demonio, igualmente ha sido curado. Es preciso tener una idea muy pobre de la inteligencia humana como para esperar que tales doctrinas sean aceptadas en la actualidad. Reconocida la posibilidad de ciertos hechos tenidos por milagrosos, se deduce por fuerza que, cualquiera que sea el origen que se les atribuya, son efectos naturales que pueden producir los espíritus o los encarnados, así como pueden servirse de su propia inteligencia y conocimientos científicos para el bien o para el mal, según su bondad o perversidad. Un ser lleno de maldad, aprovechando su saber, puede hacer cosas que pasen por prodigios a los ojos de los ignorantes. Pero cuando esos efectos son buenos no es lógico pensar que son producto de un ser diabólico.
3. Pero, se dirá, la religión se apoya sobre hechos que no se han explicado ni pueden explicarse. Inexplicados, puede ser; pero inexplicables, no lo creemos así. Sin hablar del milagro de la Creación, que es sin duda alguna el mayor de todos los milagros y que ha entrado en los dominios de la ley universal, ¿no vemos, acaso, reproducirse, bajo el imperio del magnetismo, del sonambulismo y del Espiritismo, los éxtasis, las apariciones, la visión a distancia, las curaciones instantáneas, el arrobamiento, las comunicaciones orales y de otras clases con los seres del mundo invisible, fenómenos conocidos desde tiempos inmemoriales, considerados antaño maravillosos y pertenecientes, según se sabe hoy, al orden de las cosas naturales, según la ley constitutiva de los seres? Los libros sagrados están llenos de hechos de este género calificados de sobrenaturales, pero como se encuentran hechos análogos y más maravillosos aún en las religiones paganas de la antigüedad, si la verdad de una religión dependiera del número y de la naturaleza de estos hechos, no se podría otorgar preeminencia a ninguna.
(Allan Kardec)
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