“La obsesión presenta caracteres diversos que es necesario distinguir, y que resultan del grado de obligaciones y de la naturaleza de los efectos que producen.”
La obsesión kármica es un laberinto que solamente el tiempo conseguirá deshacer. Compararíamos la obsesión temporal a la invasión de moscas atraídas por una herida sin ninguna condición de asepsia. Pero la obsesión kármica, cuyas causas tienen raíces en las experiencias pasadas, se asemejaría a una herida pustulosa necesitando cuidados específicos para cicatrizarse. Casi todos somos víctimas de procesos obsesivos esporádicos, oportunistas, que permitimos se instalen en nosotros por nuestra falta de vigilancia cotidiana, pero, igualmente, no somos pocos los que padecemos obsesiones kármicas, alimentadas por el odio secular de los que hicimos mal en otras existencias, plantando en sus almas los espinos con que ahora nos hieren. No obstante sea cual fuera la influencia espiritual de carácter negativo que experimentemos, la verdad es que nos encontramos en procesos de reajuste. Armonizándonos con la propia conciencia, a través de aquellos que se hacen instrumentos de la Ley, que nos educan de manera reciproca.Los que hoy se vinculan por cadenas de animosidad están, sin que de eso se den cuenta, estrechando lazos de afinidad para el futuro.En otras palabras, diríamos que todo y cualquier proceso obsesivo, por más extraña que nos parezca semejante afirmación, es un proceso pedagógico natural, y casi inevitable, que la Vida nos lleva a cambiar valores, fortaleciéndonos mutuamente – obsesores y obsesados – en el caldo hirviente del sufrimiento que jamás es unilateral. Todo obsesor, por más endurecido que se revele, sufre con el mal de que se hace agente, tanto como todo obsesado, por más compasión que nos inspire, sufre las consecuencias de su propio desatino en el dolor que haya esparcido alrededor de sus pasos. La obsesión kármica, propiamente considerada,no es extraño que se arrastre por siglos y envuelva una serie de factores que no pueden ser menospreciados. Todo proceso obsesivo que así se caracterice, engloba en su contexto un grupo de almas que se mueven como piezas en un tablero de ajedrez… reaccionando psíquicamente, nada hay que afecte a uno de sus integrantes que no repercuta sobre los demás; por eso la solución de un problema de obsesión kármica requiere un trabajo que abarque más, casi siempre relacionando componentes más allá de los que directamente se revelen envueltos en la trama. Difícilmente, en un cuadro de obsesión kármica, el obsesado alcanzará mejoras, sin que los interesados por el decidan crecer interiormente, empeñándose en la propia renovación. La indiferencia delante de un obsesado, como si de él intentasen eximirse de cualquier responsabilidad, es un obstáculo casi intransponible, a menos que él posea méritos personales para liberarse del yugo que lo oprime. Los familiares que obren como si el obsesado no les inspirase respeto, cuando pueden haber sido perfectamente los autores intelectuales del proceso que se instaló de forma más directa en uno de sus integrantes, comprometiéndose inapelablemente y, más deprisa de lo que supongan, responderán por la omisión, pudiendo aun ocurrir lo que llamaríamos de una “transferencia obsesiva”… Por “transferencia obsesiva”, queremos referirnos a los casos de cambios de domicilio espiritual de carácter obsesivo de una mente para otra, lo que, infelizmente, no es tan raro. Hemos acompañado en diversas familias procesos obsesivos kármicos ocurriendo en retroceso, o sea, pasando por la madre y por el padre y, las criaturas menores, en un ejemplo inequívoco de compromiso colectivo.La obsesión kármica es una “victoria prometedora” que, bajo pretexto reclama un rescate en los tribunales de la Divina Justicia, la cual ordena la revisión del proceso que la desencadenó. Y esto sólo se hará posible por la inversión de los polos emotivos, o sea: odio convertido en amor, mal en bien, orgullo enhumildad… Terminaríamos indagando si una obsesión temporal puede transformarse en un caso de obsesión kármica… Perfectamente, ya que el karma no es solamente el de ayer es el de hoy también. Si cogemos lo que plantamos, no podemos olvidar que continuamos sembrando lo que inevitable segaremos.
La obsesión kármica es un laberinto que solamente el tiempo conseguirá deshacer. Compararíamos la obsesión temporal a la invasión de moscas atraídas por una herida sin ninguna condición de asepsia. Pero la obsesión kármica, cuyas causas tienen raíces en las experiencias pasadas, se asemejaría a una herida pustulosa necesitando cuidados específicos para cicatrizarse. Casi todos somos víctimas de procesos obsesivos esporádicos, oportunistas, que permitimos se instalen en nosotros por nuestra falta de vigilancia cotidiana, pero, igualmente, no somos pocos los que padecemos obsesiones kármicas, alimentadas por el odio secular de los que hicimos mal en otras existencias, plantando en sus almas los espinos con que ahora nos hieren. No obstante sea cual fuera la influencia espiritual de carácter negativo que experimentemos, la verdad es que nos encontramos en procesos de reajuste. Armonizándonos con la propia conciencia, a través de aquellos que se hacen instrumentos de la Ley, que nos educan de manera reciproca.Los que hoy se vinculan por cadenas de animosidad están, sin que de eso se den cuenta, estrechando lazos de afinidad para el futuro.En otras palabras, diríamos que todo y cualquier proceso obsesivo, por más extraña que nos parezca semejante afirmación, es un proceso pedagógico natural, y casi inevitable, que la Vida nos lleva a cambiar valores, fortaleciéndonos mutuamente – obsesores y obsesados – en el caldo hirviente del sufrimiento que jamás es unilateral. Todo obsesor, por más endurecido que se revele, sufre con el mal de que se hace agente, tanto como todo obsesado, por más compasión que nos inspire, sufre las consecuencias de su propio desatino en el dolor que haya esparcido alrededor de sus pasos. La obsesión kármica, propiamente considerada,no es extraño que se arrastre por siglos y envuelva una serie de factores que no pueden ser menospreciados. Todo proceso obsesivo que así se caracterice, engloba en su contexto un grupo de almas que se mueven como piezas en un tablero de ajedrez… reaccionando psíquicamente, nada hay que afecte a uno de sus integrantes que no repercuta sobre los demás; por eso la solución de un problema de obsesión kármica requiere un trabajo que abarque más, casi siempre relacionando componentes más allá de los que directamente se revelen envueltos en la trama. Difícilmente, en un cuadro de obsesión kármica, el obsesado alcanzará mejoras, sin que los interesados por el decidan crecer interiormente, empeñándose en la propia renovación. La indiferencia delante de un obsesado, como si de él intentasen eximirse de cualquier responsabilidad, es un obstáculo casi intransponible, a menos que él posea méritos personales para liberarse del yugo que lo oprime. Los familiares que obren como si el obsesado no les inspirase respeto, cuando pueden haber sido perfectamente los autores intelectuales del proceso que se instaló de forma más directa en uno de sus integrantes, comprometiéndose inapelablemente y, más deprisa de lo que supongan, responderán por la omisión, pudiendo aun ocurrir lo que llamaríamos de una “transferencia obsesiva”… Por “transferencia obsesiva”, queremos referirnos a los casos de cambios de domicilio espiritual de carácter obsesivo de una mente para otra, lo que, infelizmente, no es tan raro. Hemos acompañado en diversas familias procesos obsesivos kármicos ocurriendo en retroceso, o sea, pasando por la madre y por el padre y, las criaturas menores, en un ejemplo inequívoco de compromiso colectivo.La obsesión kármica es una “victoria prometedora” que, bajo pretexto reclama un rescate en los tribunales de la Divina Justicia, la cual ordena la revisión del proceso que la desencadenó. Y esto sólo se hará posible por la inversión de los polos emotivos, o sea: odio convertido en amor, mal en bien, orgullo enhumildad… Terminaríamos indagando si una obsesión temporal puede transformarse en un caso de obsesión kármica… Perfectamente, ya que el karma no es solamente el de ayer es el de hoy también. Si cogemos lo que plantamos, no podemos olvidar que continuamos sembrando lo que inevitable segaremos.
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