viernes, 4 de septiembre de 2009

SÉPTIMO CHAKRA El pensamiento


La conciencia El conocimiento La información Entendimiento Trascendencia Inmanencia Meditación
Color: Violeta / Blanco.
Significado: Multiplicado por mil.
Elemento: Pensamiento.
Localización: En la corona del cráneo.
Verbo relacionado: Yo se.
Órganos asociados: Corteza cerebral.
Glándulas: Pineal (epífisis) y/o pituitaria (hipófisis), según la tradición espiritual.
Fisiología: Control del sistema nervioso central.
Otras partes del cuerpo: El córtex cerebral, sistema nervioso central. Psicoespiritual: Búsqueda espiritual del sentido. Despertar espiritual.
Afecciones: Depresión, confusión, apatía, tedio, alienación, imposibilidad de aprender o comprender.
Activación: Meditación, vaciar nuestra mente de pensamientos, tomar cada día consciencia de nuestros actos y pensamientos, potenciar el concepto de unidad.
Alimentos: El ayuno.
Cristales y piedras: Amatista, fluorita, calcita romboide, cuarzo transparente, diamante, cuarzo con rutilo…

Seguir los propios pensamientos

1. Echados o sentados en una postura cómoda de me­ditación, permitiremos que nuestra mente se calme relativamente y se sosiegue por medio de la técnica que cada uno considere más eficaz.
2. Poco a poco, vuelve tu atención a los pensamientos que atraviesan tu mente. Escoge uno y pregúntate de dónde ha salido, o qué pensamientos le prece­dieron. Rastrea luego el origen de ese pensamien­to; puede ser algo que ocurrió hace años, o algo que te está preocupando ahora mismo. A continuación, sigue otra vez ese pensamiento hasta su origen, y hasta el origen de cada uno de los demás. No tar­daremos en llegar a una especie de fuente infinita que no tiene un origen objetivo.
3. Retorna y elige otro de esos pensamientos pasajeros. Repite la misma operación, retrotrayéndote cuanto sea posible. Intenta descubrir si varios de tus pensa­mientos provienen de una fuente similar, bien sea una cuestión que te está dando quehacer en el momento actual de tu vida, o un maestro de otros tiempos, o incluso tu propio lugar de conexión con el infinito.
4. Después de reseguir algunos pensamientos hasta su origen, deja que los demás pasen, contemplándolos pero sin tratar de seguirlos, sin negarlos ni retener­los. Deja que retornen a su fuente hasta que empie­cen a escasear y pasen pocos o ninguno, y tú mismo te hayas remontado también hasta esa fuente. Así per­manecerás el rato que te parezca adecuado, y luego retornarás poco a poco hacia la conciencia normal.

Viaje a los registros akáshicos
Debe realizarse corno meditación orientada.
1. Túmbate cómodamente en el suelo, boca arriba, con la cabeza y el cuello relajados, y relaja también, poco a poco, todos los miembros del cuerpo. Deja que el suelo te sirva de descanso mientras tú relajas tus pier­nas... tu espalda...tu vientre..., tus brazos y hom­bros. Cierra los puños y luego abre las manos, fle­xionando dedo a dedo. Apunta con los dedos de los pies y relájalos luego, removiéndolos. Despacio, ve fijándote en el ritmo de tu respiración..., inhala..., ex­hala..., inhala..., exhala... Deja que tu cuerpo quede como flotante en el suelo, mientras se descarga la tensión músculo a músculo.
2. Mientras controlas tu respiración, presta atención a tus pensamientos. Contémplalos mientras desfilan poco a poco por tu mente, y juega libremente con las imáge­nes a través de tu visión mental. Y mientras contem­plas tus pensamientos, conciénciate de alguna infor­mación que desearías saber, alguna cuestión que haya permanecido sepultada en tu fuero interno. Puede ser un asunto de amor, un dilema actual, un dato de una existencia anterior. Emplea unos momentos en diluci­dar tu pregunta, en formarte una idea clara de lo que quieres saber.
3. Cuando la pregunta se haya formulado con claridad en tu mente, abandónala. Ella sabrá volver en el mo­mento oportuno.
4. Mientras yaces en el suelo sin realizar ningún es­fuerzo, imagina que tu cuerpo empieza a perder peso. La masa sólida de su carne se está haciendo cada vez más ligera y empiezas a sentir un leve vértigo, como si volaras en medio de una niebla. Te elevas en me­dio de esa niebla informe e impenetrable, girando, hasta que poco a poco la niebla empieza a cobrar for­ma y divisas una escalera de caracol que conduce más arriba. Enfilas por ella, y te parece más sólida a cada peldaño que subes. Cada paso te comunica la sensación de estar siguiendo tu propio destino; cada peldaño te acerca más a lo que deseabas averiguar.
5. Pronto tus pasos se hacen más largos y te acercas a un inmenso edificio, que se extiende a lo alto y a lo ancho hasta donde alcanza la mirada. Tiene un por­tal grandioso, que cruzas sin ninguna dificultad. Aparecen ante ti nuevas escaleras, largos corredo­res e infinidad de habitaciones cuyas puertas pue­den abrirse. Tú, de pie en el atrio, declamas tu pre­gunta y oyes cómo repercuten los ecos de tu voz en todo el monumental edificio. Así la pregunta retor­na hacia ti.
6. Echas a andar, mientras escuchas el eco de tu pre­gunta y enfilando siempre la dirección de donde proviene el eco más fuerte y más claro. Deja que tus pasos te lleven adonde quieran, sin dejar de re­petir la pregunta mientras caminas. Al cabo de cier­to tiempo te hallarás en una habitación. Observa el suelo, los muebles. ¿Hay alguna leyenda sobre la jamba de la puerta? ¿De qué color es el mobilia­rio, de qué época?
7. Mirando a tu alrededor verás una gran estantería re­pleta de libros y más libros. Examina esa biblioteca y fíjate si algún lomo sobresale un poco, casi como si el libro te invitase a abrirlo. Busca el que lleva tu nombre. Quizá no sea el nombre al que respondes en tu vida actual, pero el libro caerá en tus manos sin esfuerzo. Declama tu pregunta una vez más y deja que el libro se abra por una página cualquiera. Lee una frase de esa página. Detente un momento y re­flexiona sobre su sentido. Hojea luego el libro, le­yendo por aquí y por allá. Abre tu entendimiento a la información que te rodea: las habitaciones llenas de libros, la sabiduría ancestral que almacena este gran palacio, y lleva ese entendimiento hacia tu co­razón. Sin analizarlo, tal como viene.
8. Luego, cuando te notes en disposición, devuelve el libro a su estante. Sabes que podrás volver a por él siempre que quieras. Vuélvete poco a poco y sal de la habitación, rehaciendo el camino hasta salir otra vez al atrio principal con sus múltiples pasillos. Sal afuera, meditando al mismo tiempo sobre el ex­traordinario panorama que vas a poder divisar des­de tan gran elevación. En este lugar verás el flujo y el reflujo de los patrones donde se arremolinan to­dos los colores, y las formas, y los ritmos que pue­das imaginar. Asimila ese vertiginoso paisaje y co­mienza el descenso, saltando sin esfuerzo a través del éter. Poco a poco tu cuerpo va recobrando la pe­sadez, y su masa amortigua la caída mientras atra­viesas la atmósfera. Vuelves en ti poco a poco, ba­jando hacia la Tierra, donde tu cuerpo está ahora durmiendo cómodamente echado en el suelo. Exa­mina lo que traes contigo, y cuando estés a punto, regresa a tu habitación.
Nota: El significado actual de la información hallada no siempre aparece al primer examen. Es posible que de­bas reflexionar algún tiempo, tal vez algunos días in­cluso, antes de comentarla con nadie.

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