viernes, 4 de septiembre de 2009

SEXTO CHAKRA La luz

Color: Índigo, Violeta.
Significado: Percibir, dominar.
Elemento: La luz. Localización: A la altura de los ojos o ligeramente por encima, en el centro del cráneo.
Verbo relacionado: Yo veo.
Órganos asociados: Parte de la corteza cerebral, ojos y oídos, cerebro medio.
Glándulas: Pineal (epífisis) y/o pituitaria (hipófisis), según la tradición espiritual.
Fisiología: Sistema nervioso autónomo y actividad intelectual.
Otras partes del cuerpo: Ojos.
Psicoespiritual: Capacidad de ver claramente el curso de la propia vida. Intuición, visión interior, uso de la mente/intelecto.
Afecciones: Ceguera, jaqueca, pesadillas, fatiga visual, visión borrosa.
Activación: Trabajar la intuición, la visión, la claridad de pensamiento, aquietar la mente.
Alimentos: Los enteógenos (muchísima precaución).
Cristales y piedras: Todas las azul oscuro o índigo. Azurita, soladita, zafiro, cianita, fluorita, lapislázuli…

El color La visión La intuición Visualización Imaginación Clarividencia Visión

Ejercicio yóguico de ojos
Este ejercicio sirve para tonificar y centrar los ojos físi­cos; es recomendable en caso de fatiga visual, para mejo­rar la visión, y para remediar la fatiga general debida a muchas horas de trabajo con papeles o lectura continua.
1. En posición sentada de meditación, con la espalda er­guida. Cierra tus ojos y báñalos en la oscuridad. Lleva tu conciencia al punto situado entre los ojos, en el cen­tro de la cabeza. Nota la oscuridad y sosiégate disfru­tando esa calma tranquila.
2. Cuando notes que has recobrado tu centro, abre los ojos y mira de frente. Poco a poco volverás la vista hacia arriba, como buscando el cielo, pero sin mover la cabeza. Luego trazarás una línea recta hacia abajo, volviendo la mirada tan baja como te sea po­sible sin mover la cabeza. Repítelo otra vez hacia arriba, y luego hacia abajo, retorna los ojos al centro y ciérralos, regresando a la oscuridad.
3. Abre los ojos de nuevo y céntralos. A continuación, repite los movimientos anteriores, pero esta vez en diagonal, primero de arriba a la derecha abajo a la izquierda, dos veces, y luego de arriba a la izquier­da abajo a la derecha, también dos veces, seguidas del regreso a la oscuridad.
4. Repite otra vez, ahora del extremo izquierdo al extre­mo derecho, volviendo a la oscuridad después de dos repeticiones. Y por último, después de centrar los ojos, describirás semicírculos, primero por arriba y luego por abajo, para terminar con una serie de rotaciones completas de los ojos, siempre llevándolos hacia la po­sición más extrema en todas direcciones.
5. Retorna a la oscuridad. Frótate con fuerza las palmas de las manos hasta que las notes calientes. Una vez hayas calentado suficientemente las manos, coloca las palmas sobre los párpados y deja que los ojos se bañen en el calor y la oscuridad. Cuando el calor em­piece a disiparse, frótate los párpados con suavidad, dando masaje a la frente y al rostro. La sesión pue­de terminar con un ejercicio de meditación profun­da, o simplemente retornando al mundo exterior.

Meditación sobre los colores
Es una visualización sencilla que sirve para sanear y pu­rificar los chakras: al mismo tiempo desarrolla la fa­cultad del tercer ojo para crear y percibir los colores.
1. Comienza en postura de meditación, a ser posible sentada. Empezaremos tomando fundamento y cen­trando nuestras energías.
2. Cuando nos parezca que esto se ha logrado suficien­temente, imaginaremos un disco brillante de luz que flota sobre nuestra cabeza y del que podemos ir to­mando los colores.
3. Sea el rojo el primer color. Tiraremos de él hacién­dolo pasar por el chakra corona y en sentido descen­dente por toda la columna vertebral hasta que el pri­mer chakra se llene de vibrante color rojo. Conserva ese color en tu primer chakra durante algunos mo­mentos. Observa como se siente tu cuerpo con ese co­lor, ¿le agrada? ¿La sensación es de energía o de li­gera incomodidad?
4. A continuación retornarás al chakra corona para ex­traer del disco blanco la luz anaranjada. Envíala en sentido descendente por tu organismo, sin dejar de observar el efecto que te causa ese color. Llévalo hacia tu segundo chakra, y llena tu vientre de ese vibrante color anaranjado.
5. Vuelve luego a la corona para buscar una luz amari­lla-dorada y recorrer con ella el organismo hasta el tercer chakra. Imagina un resplandor cálido y dorado que irradia de tu cuerpo a la altura del plexo so­lar, inundando con sus rayos todas las partes de tu persona, a la que colman y caldean. Por cuanto el ter­cer chakra se asocia con la distribución de la energía en el organismo, esa irradiación es importante para que se generalice la sensación de un fuego interior.
6. Pasamos seguidamente al corazón y al color verde. Deja que ese color te inunde, aportando un senti­miento de amor y de afinidad hacia el mundo en de­rredor. Visualízalo como un cálido resplandor es­meralda alrededor de tu centro cordial.
7. En seguida buscaremos en nuestro disco blanco el co­lor azul, y haremos que descienda hacia el chakra de la garganta la cual suavizará al tiempo que relaja los brazos y los hombros. Nota cómo los rayos azules se prolongan lateralmente alrededor de tu garganta y es­tablecen comunicaciones con todo lo que te rodea. 8. Ahora se pasa al tercer ojo, visualizado por lo ge­neral como un azul índigo brillante. Nota la frial­dad refrescante de este color mientras baña tu ter­cer ojo. Que se lleve todas las imágenes ajenas y que purifique y regenere tu pantalla interior.
9. Por último, el chakra corona se visualiza como un violeta muy intenso, muy vibrante. Nota ese color violeta como corona toda tu aura y confiere ener­gía y equilibrio a cada uno de los chakras.
10. Pasa revista a todos los chakras para ver si retienen sus colores. Intenta visualizar- todo tu cuerpo y «ver» si aparece como un arco iris completo. Al hacerlo, observa cuáles son los colores que aparecen más fuertes o más brillantes. Toma nota de las sensacio­nes que cada uno de ellos ha suscitado en ti, y de cuál te ha parecido más nutricio y vigorizante. Los colores mejor recibidos habrán sido, probablemen­te, los correspondientes a las energías que más ne­cesitabas en este momento. Los más problemáticos sin duda corresponden a las regiones que típicamente evitas o donde tal vez se esconda alguna dificultad. Unos colores pálidos o desvaídos indican una debi­lidad; los colores fuertes prometen vigor y solidez. Juega interiormente con esos colores hasta que te parezcan equilibrados: esto ayuda a equilibrar tu aura también.
El destello fotográfico
Este ejercicio es un procedimiento sencillo para captar una impresión del aura de otra persona, si te parece que normalmente tú no ves las auras. Ayuda también a me­jorar el sentido de observación visual.
1. Hallándose colocada delante de ti la persona a quien deseas observar, a unos dos o tres metros de distan­cia, cierra los ojos y despeja tu pantalla mental. Espera a sentirte centrado y arraigado en tu fundamento, sin que ocupe tu mente ningún pensamiento ni ninguna imagen concreta.
2. Abre muy rápidamente los ojos una vez y vuelve a ce­rrarlos (lo contrario de un parpadeo), de manera que recibas una breve impresión de la persona que está fren­te a ti, y con objeto de grabar en tu mente una especie de «instantánea» fotográfica. Procura retener esa ima­gen y examínala. ¿Qué características destacan? ¿Estás viendo una imagen remanente o como un resplandor alrededor de la figura? ¿Te ha llamado la atención al­gún color, alguna postura corporal? Cuando la imagen empiece a desvanecerse, abre y cierra otra vez los ojos para refrescarla. Mira si puedes descifrar más detalles después de esta «sobreimpresión»: ¿qué partes se des­vanecen más pronto, y qué características persisten? Todos estos detalles informan acerca de los puntos fuer­tes y los puntos débiles del aura de esa persona.

Meditación
El ejercicio más útil para vigorizar el tercer ojo es la sim­ple meditación, durante la cual conviene llevar la atención al centro del cráneo, o al entrecejo. Podemos añadir vi­sualizaciones de colores o de figuras, o sencillamente de­dicarnos a despejar la pantalla mental hasta que nos pa­rezca limpia y vacía.
1. Una vez conseguido esto, podemos invocar visuali­zaciones en respuesta a cualquier cuestión que des­eemos formular. Si queremos hacer averiguaciones acerca de la salud de una persona, por ejemplo, vi­sualizaremos el cuerpo del sujeto y dejaremos que el blanco y el negro nos muestren las regiones sanas y las enfermas. Hay que ser imaginativos para dar con una metáfora visual que nos ayude a precisar la cues­tión. ¡El sistema en sí no conoce más limitaciones que las de nuestra imaginación, y cuanto más abra­mos este centro más potenciaremos esa facultad!
2. Otra manera de concretar lo que sentimos en cuanto a determinada decisión consiste en parafrasear la pre­gunta de manera que se pueda contestar a ella por un simple sí o no. Ensayaremos una visualización que re­presente cada una de estas respuestas, por ejemplo co­locando una de ellas a la derecha de nuestra pantalla y la otra a la izquierda. Luego imaginaríamos una aguja de escala, o fiel de balanza, apuntada verticalmente ha­cia arriba; contamos hasta tres y miramos de qué lado se inclina nuestro indicador. No intentes controlar la aguja, deja que ella misma vaya adonde quiera: ¡co­nocerás más de una sorpresa!
Nota: el éxito de los intentos de visualización depende de la perseverancia, lo mismo que un músculo. Acos­túmbrate a imaginar una cara antes de descolgar el telé­fono: reconstruye todos tus pasos cuando sales por la mañana como si fueses un espectador ajeno; evoca con asiduidad los recuerdos de tu habitación infantil, tus com­pañeros de juegos o tu primer amor. Cuando te dispongas a iniciar una nueva tarea, vi­sualízala terminada y verás cómo la ejecución resulta mucho más fácil; visualiza cifras abundantes en tus ex­tractos del banco; visualiza el encuentro con una per­sona nueva. Visualizar es soñar activamente. Cuanto más lo prac­tiquemos, más vívidas y más acertadas serán las crea­ciones de nuestra mente. Las oportunidades para prac­ticar son incontables; una vez convertido en hábito pasa a ser una segunda naturaleza.

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