domingo, 28 de diciembre de 2008

El Reino de Jesús


“Entonces Pilatos volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis ministros se empeñarían por mí, para que
yo no fuera entregado a los judíos, pero ahora, mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilatos: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para eso nací y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquél que es de la verdad escucha mi voz
. (Juan – Capítulo 18, versículos 33,36 y 37)

Cuando Pilatos formula esta cuestión a Jesús, él obviamente se refería a alguien que fuese investido de realeza, algún jefe de Estado, y el Maestro lo encara con la mayor naturalidad pues sabía perfectamente que los reyes, según este concepto, son pasajeros, conforme ya había acontecido a muchos otros: Akenatón reestructura Egipto, implanta la idea de un Dios único,
diferente, del cual es el representante en la Tierra, para morir y ser olvidado por los que le sucedieron; Hammurabi conquista Ur e Isi, destruye el reino de Mesopotamia, escribe el primer texto jurídico de la humanidad y también va a encontrar
la muerte en las mismas condiciones de un ser humano cualquiera; Nabucodonosor restaura el esplendor de Babilonia, conduce a los judíos al exilio, restaura el sistema de irrigación de su país, construye una de las siete maravillas del mundo, los jardines colgantes, vive en el poder y encuentra la muerte entre los animales, víctima de cruel obsesión; Alejandro Magno, después de derrotar a Persia y a Siria es recibido como libertador de Egipto, conquista a Asia y se torna Soberano de un
inmenso territorio, pero, aún joven, encuentra la muerte, víctima de fiebres desconocidas y su reino en poco tiempo está deshecho; Julio César consolida el Imperio Romano, se torna una figura prominente en la historia de la humanidad, todos los demás emperadores le rinden homenaje, recibiendo el título de César, pero eso no impide que caiga apuñalado en pleno senado en el año 44 antes de Cristo. Para que entendamos mejor el sentido de la palabra rey, conviene recordar que todo aquel que se destaca en su campo de acción, pasa a ser llamado popularmente rey. El mejor artista es el rey de los artistas, el rey de la voz, es un homenaje al mejor cantante y así por delante hasta llegar al rey de los ladrones, apología hecha a Alí Babá.

En el Evangelio según el Espiritismo, capítulo II ítem 4, comentando la realeza de Jesús, Kardec nos esclarece:
“El título de rey no implica siempre el ejercicio de un poder temporal; se da de común consentimiento, a aquél a quien su genio le coloca en el primer rango de un orden de ideas cualquiera, que domina su siglo e influye sobre el progreso de la Humanidad. En este sentido se dice: El rey o el príncipe de los filósofos, de los artistas, de los poetas, de los escritores, etc. Esta realeza nacida del mérito personal, consagrada por la posteridad, ¿no tiene muchas veces una preponderancia mucho mayor que el que lleva la corona? La una es imperecedera, mientras que la otra es juguete de las vicisitudes; la primera siempre es bendecida por
las generaciones futuras, mientras que la otra, a veces es maldecida. La realeza terrestre acaba con la vida; la realeza moral gobierna aún y sobre todo después de la muerte. Bajo este concepto, ¿no es Jesús un rey mucho más poderoso que muchos potentados? Con razón decía, pues, a Pilatos: Soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. Como dijo alguien: Jesús fue rey de los trabajadores, pues abrazó el servicio espontáneo, a favor de la Humanidad, como traducción de su propia fe.
Fue el rey de los servidores, pues se transfiguró en servidor de la comunidad, extendiendo más inmediata asistencia a los que se colocaban en el último plano de la escala social. Fue rey de la justicia, pues patrocinó la causa de los desheredados.
Fue rey de los médicos, pues, sin ningún juramento que lo obligase a tratar a los enfermos, amparó a los dolientes con extrema solicitud. Fue el rey de la humildad, pues, pudiendo nacer en “cuna de oro”, optó por el presente, valiéndose del socorro y de la hospitalidad de los animales. Fue rey de la libertad, pues transmitió su mensaje libertador, aconsejando, a los hombres liberarse de los errores, porque todo aquel que comete pecado es esclavo del pecado, agregando que si permaneciesen los hombres en su Doctrina, serían, verdaderamente, sus discípulos y conocerían la verdad que los liberaría. Fue el rey de la tolerancia, pues, encarcelado por los soldados y vilipendiado por el propio pueblo que ayudara, dice: “Padre, perdónales porque ellos no saben lo que hacen”. Fue el rey del amor, cuando dio un nuevo mandamiento, diciendo: “Amaos unos a los otros como yo os he amado”.Por encima de todo cabe considerar que el Maestro fue el rey de los educadores, pues “la obra mesiánica de Jesús es obra de educación”
La afirmativa anterior nos presenta el principal carácter del Evangelio, que es la formación de hombres de bien. Por esa razón, el único título que Jesús aceptó fue el título de Maestro, que por cierto fue legitimado por un conjunto de prácticas pedagógicas utilizadas por él. Jesús sabía muy bien que el camino de la redención humana es la educación moral. Toda la obra del Cristo fue para esclarecer y demostrar la fuerza de la educación. Así, enfocado en la educación, como único camino para la implantación del “reino” de Dios en la faz de la tierra, su obra tiene algunos fundamentos básicos, indicadores del rumbo correcto para los caminos de la Humanidad.

• Podríamos destacar que Jesús veía en la persona humana, la más elevada de las inversiones divinas, y fue así que siempre buscó a aquellos que tenían potencial de reforma íntima para formar parte del equipo que tiene la vivencia del Evangelio, como Zaqueo, María de Magdala, Pablo de Tarso. En una noche obscura recibe a Nicodemos y le enseña los principios básicos de la reencarnación. Sana al siervo del Centurión y le usa como ejemplo de fe.
• El crecimiento personal de cada individuo, principio consecuente del primero expuesto antes y ahí en ese medio busca a Simón Pedro y a los otros 11 apóstoles que le siguen los pasos en el camino renovador y evolutivo. En ese camino encuentra a Judas que no consigue vislumbrar el futuro y cae presa de los intereses inmediatos. Jesús se asemeja al pomicultor que cuida de su pomar, plantando, cuidando y hasta podando los árboles para que produzcan más y mejor.
• El Maestro valoriza el contacto personal, como cualquier profesor debería valorizar, pues su presencia es constante, fundamentada en sus ejemplos de cada día. Al joven rico, recomienda el desprendimiento de los bienes materiales, a la mujer adúltera que no vuelva a pecar, a Pedro y André, que se transformen en pescadores de almas, a Marta explica que
nosotros nos preocupamos con muchas cosas, pero perdemos lo esencial. A Salomé pregunta si sus hijos están dispuestos a tomar su cáliz. Siempre en contacto personal, enseñando y ejemplificando el mensaje.
• La Visión del hombre integral es una característica de sus enseñanzas “¿de qué le vale al hombre ganar la vida y perder su alma?” Demuestra la inmortalidad de una forma exuberante y los cielos están al alcance de todos, bastando hacer la voluntad del Padre que está en los cielos
• El Maestro toma para sí el encargo de cuidar de todos nosotros, extendiendo su protección, tomando sobre sí el bien y los agravios que hiciéremos a nuestros hermanos. “En verdad os digo que todo cuanto hiciereis a uno de estos mis pequeños hermanos es a mí mismo a quien lo haréis”. (Mat. 25:40). Analizando los principios anteriores, podemos identificar cual es
el fin último de la educación para Jesús. Transformación para el bien, armonía con las leyes divinas, he aquí el fin que toda educación verdaderamente inspirada en los principios cristianos debe buscar. Esto está muy claro en el Sermón de la montaña,
cuando nos afirma: “Sed, pues, vosotros, perfectos como perfecto es nuestro Padre celestial”.
Todavía más. Para que encontremos la esencia de ese objetivo mayor, el Cristo nos deja dos enseñanzas básicas que jamás podrán ser olvidadas:
• “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. (Juan 8:32)
• “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. (Juan 14:34)
Siendo el Espiritismo, el Consolador prometido por el Cristo, debe guardar una similitud muy grande con Aquél. Ahora bien, siendo la tarea del Maestro la de la educación de los hombres, para que surja una generación de hombres de bien, la tarea de la Doctrina Espírita es la de educar a las almas y la principal tarea de los Centros Espíritas es la de
enseñar el Espiritismo. Es lógico que el pase, el agua fluidificada, el plato de sopa, la cesta básica, etc. son obras de caridad cristiana, que no deberían faltar en ningún Centro Espírita, entretanto, debemos siempre pensar que tan sólo la educación del sentimiento liberará al hombre de su carga de compromisos con el pasado, permitiéndole alzar vuelos espirituales más
profundos. En ese sentido veamos lo que nos dice Amelia Rodrigues en la psicografía de Divaldo Pereira Franco, en el libro Las Primicias del Reino, reproduciendo un diálogo de Jesús con Pedro: “Más tarde, cuando el dolor produzca mayor madurez en los espíritus, yo enviaré a Alguien en mi nombre para proseguir dando el servicio de iluminación de las conciencias. Las sepulturas quebrarán el silencio en que se guardan y, por todas partes, las Voces del Cielo clamarán, aleccionando esperanzas bajo los auspicios de mil consolaciones… El Maestro guardó silencio por un momento. Los ojos brillantes del viejo pescador, expresaban las emociones que le cantaban en lo íntimo del ser. La brisa se movía entre las hojas de los árboles, mientras la pleamar predecía un gran movimiento en la pulsación de la Naturaleza.
–¿Y cuándo llegue el Consolador –interrumpió el discípulo emocionado –los hombres lo recibirán comprensivamente?
–¡No Simón! –respondió Jesús– No al principio. Los métodos eficaces para curar y disciplinar son severos y, por eso mismo, no deseados. No obstante, ese Enviado permanecerá indefinidamente al lado de la Humanidad, ayudando sin cansancio y elaborando lentamente la Era de la Paz y de la Alegría sin mancha. Removerá viejos óbices, promoverá la reestructuración social con base en el amor que, entonces invadirá todos los departamentos de la vida, inaugurando sentimientos de solidaridad en todos los corazones…”
El Reino de Jesús, es de amor y de fraternidad. Ahora no es de aquí, pero un día, quien sabe, no muy lejos, será implantado en la Tierra. Para eso debemos transformar el Centro Espírita, que es la expresión material del Consolador, en una escuela donde se eduque el sentimiento y se prepare al hombre para la vida eterna. No debemos enseñar al hombre que existe otra vida, sino mostrarle que la vida es una sola, hoy, en la sepultura y más allá de la muerte. El Centro Espírita debe enseñar que la vida está llena de luchas, mas en la lucha por la vida, nadie podrá asumir una postura agresiva o destructiva, pues se estaría agrediendo y destruyendo a sí mismo. Debe esclarecer que frente al mal, debemos practicar el bien; delante de las tinieblas, iluminar, delante del odio, difundir amor, delante de la mentira, proclamar la verdad. Debemos entender que la vida es el suelo bendito donde germinan las acciones. Así, debemos proceder como el sembrador prudente que selecciona cuidadosamente las semillas; para que no sean comprometidas la calidad y la cantidad de la cosecha. Debemos cultivar con cariño el espíritu. Pero, tomemos los debidos cuidados para que no seamos simplemente cultos, sino por encima de todo, ser buenos. Parafraseando a Rubens Carlos Romanelli, concluimos estas notas afirmando:
“La cultura podrá darte la gloria de los hombres, pero solamente la bondad te conferirá la gloria de Dios”.

(anuario Espirita).

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