jueves, 25 de diciembre de 2008

¿Quien fue María de Nazareth?


Uno de los temas más ignorados es el de María, es muy poco lo que de ella sabemos, y hallamos datos aislados en los Evangelios. Ocupa el lugar más privilegiado y preeminente en toda la devoción y piedad del pueblo católico. Basta entrar a cualquier templo para descubrir por la cantidad y calidad de los altares, quién es el centro del templo.

¿ Pero quién fue en verdad María?. Jehoshua, cuyo nombre helenizado es Jesús, nació y pasó su infancia en Nazareth, era hijo de Myriam, que llamamos María, mujer del carpintero José, una galilea de noble cuna, afiliada a los escenios. Un hecho parece resaltar en la historia legendaria de María, el de que Jesús fue un niño consagrado a una misión profética, por el deseo de su madre, antes de su nacimiento. Se cuenta lo mismo de varios héroes y profetas en el Antiguo Testamento.

Esos hijos dedicados a Dios por sus madres, se llamaban NAZARENOS. Ejemplos de ellos los encontramos en la historia de Sansón (Jueces, 13: 3-5) y Samuel (Samuel, libro I, cap. 1: 11-20). Estos pasajes nos llevan a la tradición esotérica, constante y viva de Israel. Nos muestra que los esposos respectivos de estas mujeres eran sin duda los padres “terrestres según la carne”, pero Dios es su “Padre según el Espíritu”.

La mujer iniciada llama así un alma superior, para recibirla en su seno y dar a luz un profeta. El espíritu elegido para una misión divina viene libremente, conscientemente, pero para encarnar necesita un “recipiente apropiado”, o sea que es precisa la invocación de una madre con gran calidad moral y pureza de alma, llegando así ese hijo engendrado que se convertirá en REDENTOR, a los ojos de los hombres un “HIJO DE DIOS”. Esto lo encontramos también en la leyenda Hindú sobre Krishna.

La antigua idea de la Virgen-Madre, dogma de fe en algunas religiones, parte del sentido esotérico de la tradición judía. Por tanto el dogma de la “Inmaculada Concepción” es un hecho falso y antinatural si lo observamos desde el punto de vista orgánico, ya que fisiológicamente es imposible que una mujer conciba un hijo sin perder su virginidad. Esto demuestra una gran confusión, creyendo que María sería “superior” en su virtud si se la mantenía en la creencia de la virginidad perpetua, no han podido comprender algunos sectores, que no existe indecencia alguna en que el cuerpo sea creado por el cuerpo, esto nada tiene que ver con el espíritu y la virtud moral de la madre y del hijo que en ella encarnará. Hay muchos motivos preciosos de enseñanza en la vida y ejemplo de María, a quien el único título que la Biblia le concede es de “la madre del Señor”.

El Nuevo Testamento tiene algunas cosas sobre María, pero no tiene el alcance y la complejidad que algunas religiones han llegado a desarrollar mediante los llamados “dogmas Marianos”. En el Nuevo Testamento los pasajes sobre María se pueden agrupar en: -Relatos de la Infancia (Mat. 1-2 y Lucas 1-2) -María como Esposa y Madre (Mat. 1-2 y Lucas 1-2) -Distanciamiento de María por parte de Jesús (Marcos 3: 31-35; Mateo 12: 46-50; Lucas 8:19-21 y 11:27-28.) -Aspecto simbólico de María (Juan 2:1-12 y 19:25-27.) -María como creyente y discípula de Cristo (Hechos 1:14.) -María en la referencia paulina al nacimiento de Jesús (Gálatas 4:4.) -María en los relatos de la Infancia: es en la forma que más es mencionada.

Los relatos de Mateo y Lucas tienen grandes diferencias:

*En sus relatos de la infancia, Mateo la menciona 5 veces, y casi siempre ella está en modo pasivo y subordinado. Tampoco se la menciona por su nombre, nadie se dirige a ella, nunca hace algo por su propia cuenta, siempre son otros los que hacen algo que la afecta.
*La situación cambia radicalmente en los relatos de Lucas, quien la menciona por su nombre unas 12 veces. María ocupa realmente el centro de atención como persona y no como parte de acontecimientos (que son el verdadero centro de Mateo).

Si comparamos ambos relatos, veremos la importancia que Mateo atribuye a José: lo menciona 7 veces, es la garantía de la descendencia davídica de Jesús, la concepción de Jesús por el “Espíritu Santo” es anunciada a José y no a María, él es quien tiene 2 veces visiones del ángel, es José quien pone el nombre al niño y es decisión de él, el de vivir en Nazareth. Ninguna de estas responsabilidades dadas a José aparecen en el relato de Lucas. Según Lucas, José ni siquiera es informado sobre el embarazo de María, ella es la que le da nombre al niño, etc. Todo lo que en Mateo es atribuido a José, en Lucas no se lo menciona o se lo atribuye a María.

Lucas es además, el único que hace un relato en paralelo del nacimiento de Jesús y el de Juan, el Bautista. En esta historia, Elizabet, madre de Juan, y éste desde el vientre de su madre, “reconocen la superioridad” de María sobre Elizabet y de Jesús sobre Juan. Entonces hay una pregunta: ¿cómo podemos explicar estas notables diferencias?, podemos responder que ambos evangelistas tenían diferentes fuentes de información o tradiciones en torno al nacimiento de Jesús, pero ¿qué motivó a Lucas a destacar la importancia de María y disminuir el rol de José?, ¿por qué en el curso de pocos años pueden darse dos relatos totalmente distintos de un mismo acontecimiento?, la respuesta deberíamos buscarla en la formación misma de los relatos de los Evangelios. Marcos y Juan no contienen relatos de la infancia, lo que demuestra que por un tiempo esto no fue necesario incluir. Para Marcos no era importante relatar la infancia de Jesús para comprender su ministerio (debemos aclarar que el orden en que aparecen los 4 Evangelios no significa que hayan sido escrito en ese orden, el de Marcos es el primer Evangelio escrito, Mateo y Lucas son posteriores). Los relatos de la infancia surgieron cuando en medio de las comunidades cristianas empezaron las dudas y las preguntas sobre la encarnación del “Hijo de Dios”, así comenzaron los relatos y tradiciones en torno al nacimiento del Maestro, de allí las diferencias entre Mateo y Lucas. Además Mateo utilizó una tradición sobre el nacimiento de Jesús en la que el protagonista era José y no María, en correspondencia con la cultura bíblica y hebrea de que el hombre y no la mujer, tenía que ocupar el centro de la historia.

El propósito de Lucas en cambio, fue el de correlacionar los nacimientos de Jesús y Juan, ya que su propósito era evidentemente unir a los seguidores de ambos, sabemos por el Nuevo Testamento que los discípulos de Juan formaron un movimiento religioso de cierta importancia y que estaban activos aún en los tiempos de la iglesia apostólica (Juan 1:6-8, 15, 19-27; Hechos 19:1-5). Lucas decidió mostrar la superioridad de Jesús sobre Juan, por ello es que hizo de María el centro de sus relatos en la infancia del Maestro, para demostrar también la superioridad de ella sobre la de Elizabet, madre de Juan, el Bautista. No puede pensarse que entre el relato de Mateo y de Lucas que fue de 10 años, los cristianos hubieran comenzado a concederle a María una creciente importancia, esto se demuestra en que en el resto del Evangelio de Lucas, María desaparece, sólo se la menciona 2 veces y siempre de modo negativo. -María como esposa y madre: estos pasajes son claves ya que son los que plantean el problema de fondo: la “supuesta virginidad perpetua de María”, lo cual ya hemos comentado.

Además hay diversas fuentes que afirman la existencia de hermanos y hermanas de Jesús, por lo que concluimos que José y María mantuvieron una relación conyugal normal, pero algunas religiones centraron a estos hermanos como “presuntos primos y parientes” para mantener la idea de la “virgen María”. Si leemos a Lucas en 2: 7, veremos que él afirma que Jesús era “hijo primogénito” de María. La palabra Primogénito viene del griego: “Prototokos: el primer parido”, si bien algunos han querido explicar que ser el primer hijo no significa que hubiera tenido otros hijos posteriormente, o que también se utilizó esa palabra como símbolo de “primero en honor”, en realidad Lucas mismo nos demuestra que no quiso significar lo anterior ya que de lo contrario hubiese utilizado la palabra “Monogénesis: hijo único o único engendrado”, la cual sí la emplea en otras partes de su Evangelio (ver: 7: 12: “el hijo único de la viuda”; 8: 42: “la hija única de Jairo”; y en 9: 38: “el hijo único de alguien que pidió una liberación de espíritu malo”.). Por tanto Lucas conocía perfectamente el significado de ambas palabras y si utilizó el de “Hijo Primogénito” es porque sabía que José y María habían tenido otros hijos. Si nos remitimos al libro “Vida de Jesús, dictada por Él mismo”, de O. Rebaudi, encontramos que el Maestro fue fruto del matrimonio contraído entre José y María. José era viudo y padre de 5 hijos, cuando se casó con María. Ella era hija de Joaquín y Ana, oriunda del país de Jericó y tenía un único hermano (Jaime), 2 años menor que ella y seguidor de Jesús.

El Maestro nació en Betlén, fue el hermano mayor de 7 hijos que tuvieron María y José, quien desencarnó cuando Jesús tenía 23 años. Cuando María quedó viuda se amparó en los hijos de José para educar y encaminar a sus restantes hijos. Sus 2 hijas mujeres se casaron (una vivía en Nazareth y la otra en Canaán, donde se realizó la “famosa” boda a la que asistió Jesús junto a su madre), y sólo el hijo menor, Jaime, había quedado en la “inacción”, por lo que se lo confió a Jesús. -Distanciamiento entre Jesús y María: hay una serie de pasajes en los Evangelios que muestran que el Maestro rechazó cualquier autoridad especial que María como madre, pudiera tener sobre Él. En Marcos 3:32-35 y 3:20, donde nos cuentan que Jesús estaba enseñando entre una muchedumbre, y María junto a algunos hermanos del Maestro van a buscarlo, ya que creían que estaba “fuera de sí”. En ese momento, cuando van a avisarle de la llegada de su madre y hermanos, Él contesta: “¿Quién es mi madre y mis hermanos?. Y mirando a su alrededor dijo: “ He aquí mi madre y mis hermanos, señalando a la muchedumbre, porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”. Aquí se reafirma nuevamente que Jesús tenía hermanos, y contrasta la relación familiar carnal con la realidad de la “familia Espiritual” y su importancia, como Él nos enseñó.

Además Lucas, que fue un escritor minucioso, gran investigador de la historia del Maestro, y hablante nativo del griego. Escribe en este pasaje de los hermanos de Jesús con el término griego de “Adelphos: Hermanos de Sangre”, y no con la palabra “Anepsios: Primos” como algunas religiones tradujeron este pasaje en el Nuevo Testamento para continuar con la creencia de la “virginidad” de María, por qué razón lo hicieron?, tal vez para “Salvar la Reputación de ella”?, es que acaso no se dieron cuenta que el hecho de haber tenido otros hijos no desmerece en nada su virtud y dignidad?. El matrimonio es “santo” y la maternidad también lo es, no hay “pecado” alguno en que José y María hubieran vivido plenamente su relación marital. El valor de la “santidad de la virginidad” fue una creación de la ideología religiosa, introducida al Cristianismo. Otro aspectos importante en este pasaje (Marcos 3:31-35 y Lucas 8:21), nos muestra que María no aparece entre aquellos que oían las Palabras del Maestro y lo seguían. Se evidencia que hay un “Círculo Íntimo” entre Jesús y sus discípulos, seguidores y quienes escuchaban sus palabras. Este círculo está centrado en una “Relación espiritual”, son como Él dijo: “Su Verdadera Familia, Su Familia de la Fe”.

Es notorio que María y casi todos sus hermanos y familiares (a excepción de su hermano menor Jaime y su tío materno, llamado también Jaime), estaban fuera de este “Círculo”. Juan nos cuenta abiertamente que sus hermanos no creían en él (Juan 7:5). No es que Jesús no reconoce su relación física natural con María y sus hermanos, sino que explica claramente que esta relación no es la más importante, sino secundaria a la relación producida por efectos de su Misión: una relación de amor, caridad, fe, esperanza, obediencia y de discipulado. También encontramos que Lucas 11:27, nos cuenta que una mujer de la muchedumbre que estaba escuchando las palabras del Maestro, lanza una bienaventuranza para María, por ser la madre física de Jesús. Él entonces le devolvió la bienaventuranza diciéndole: “Tú eres más aventurada que ella, porque ella tiene una relación física conmigo, pero tú la tienes en el Espíritu”. Estas palabras que estarían marcando una mayor distancia entre el Divino Maestro y su madre, dejemos que Él mismo nos las explique desde el libro “Vida de Jesús, dictado por Él mismo”, ya mencionado. En este libro hallamos en varias oportunidades como nos aduce de la bondad y ternura que caracterizaban a su madre y lo mucho que debió comprenderlo y ser paciente sobretodo en sus años de pubertad y adolescencia, cuando se evidenciaron más su vocación y Misión a la que estaba destinado.

Cuando tenía 23 años y luego de la desencarnación de su padre, Jesús se alejó de su familia pidiéndole asilo a José de Arimatea (amigo de su padre) quien lo ayudó posteriormente a obtener el perdón de María. Ella no solamente lo perdonó, sino que le dio permiso para seguir sus inclinaciones y una vida independiente. En el Cap. IV de la Primera parte, del mismo libro, nos relata Jesús cómo debió rechazar a María en Cafarnaúm para poder continuar con su Misión: “...Mi amor fraternal debía establecerse sobre las ruinas de las demás formas de amor; mi filiación divina tenía que aplastar mi filiación terrestre; mi Misión del Espíritu tenía que “matar” mis goces humanos y la alegría espiritual de mi alma debía preparar la pureza de mi Ser!”. A pesar de ello María lo colmó de pruebas de amor y perdón. Ella creía en la vuelta del hijo a la casa paterna, pero también sabía que ese regreso sería sólo por el remordimiento de las palabras duras y firmes con las que nuestro Maestro la alejó de su lado. Por tanto se armó de valor y fuerzas para una separación que le parecía, debía ser definitiva.

María se inspiraba en los pensamientos de su hijo y se elevaba en aras de la pureza de la plegaria, cuando Jesús le demostraba la necesidad de su sacrificio. El Maestro la “preparó” en sus últimos encuentros en Nazareth, donde residía María, para el sacrificio y ella oraba: “¡ Oh, Dios mío, me resigno a Tu voluntad, pero sostén mi resignación y proporcióname pruebas evidentes de que mi hijo se encuentra en la luz!. Dale a mi fe el apoyo que le falta, a mi esperanza una luz que pueda hacerla segura, y entonces mi amor de madre sucumbirá bajo el poder de Tu Amor Divino” (cap. X, parte primera). Para los últimos días de Jesús en la tierra, antes de ser aprendido y juzgado; María se encontraba en Jerusalén, hacia donde se había trasladado con la ayuda de María de Magdala (con quien mantenía buenas relaciones), para juntas hallar la forma de impedir la muerte de Jesús, deseo que María guardaba desde su última entrevista con Él. Luego de su juicio, se negó a volver a Nazareth y junto a María de Magdala y su hermano Jaime, soportó con inquebrantable voluntad el suplicio de su hijo.

En el cap. IV de la primera parte, leemos las palabras que Jesús le dirige a María desde la cruz: ... “Tu sólo, oh María, introdujiste una sombra en ese corazón adorable y desde la cruz Jesús te dirigió una mirada de reproche y de cariño. Esa cruz era al mismo tiempo tu condena y una promesa de protección para el porvenir; de ella tu guardarás la tristeza en el alma y una promesa en el espíritu, de esa cruz tu guardas una imagen dolorosa y una luminosa aureola y la justicia de tu condena habrá sido el deslumbramiento de tu alma dentro de un cuerpo marchito”. O. Rebaudi nos aclara del pasaje antes trascripto, que el reproche de Jesús se refiere a la “sombra” que María, con su presencia y profundo dolor que como madre, no podía ocultar ante los sufrimientos del hijo, vino a arrojar en el corazón de Jesús en esos momentos de tan terribles pruebas. -Valor simbólico de María: ella representa según lo deducido de los Evangelios, el “Símbolo de Israel”, es la culminación del Antiguo Pacto de la Antigua Alianza. En Mateo 11:13 Jesús afirma: “todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan, el bautista”. Así el Antiguo Testamento se extiende hasta Juan y el Evangelio comienza con Jesús. Ella es la máxima expresión de la esperanza de Israel, como lo vemos en su canto del “Magníficat”. Ella, Juan, Zacarías, Elizabet, Ana, Simeón, etc. simbolizan a los que aguardaban la redención de Israel. Representa la antigua religión. Ella representa lo “Viejo”, porque corresponde a Jesús traer lo “Nuevo”. Además María representa el lado físico, natural o biológico, social, étnico de la existencia humana de Jesús, es decir, su conexión con la raza judía y con toda la humanidad.

Se desprende un mensaje espiritual en la cruz del calvario, ya que allí Jesús disolverá definitivamente todos esos nexos biológicos, étnicos y sociales, o sea todas las conexiones materiales y físicas de su relación humana, porque el propósito eterno de su venida al mundo se está cumpliendo (de allí sus palabras: “Consumado es”). Sobre la cruz la humanidad de Jesús ha llegado a su cúlmen, a su finalidad última. De ahora en adelante Jesús de Nazareth, el hijo de José y María, el carpintero de Nazareth, no será ya más conocido como “el hijo de María”, ni como “un miembro de la raza Judía”, sino como el Glorioso y Divino Maestro, y para algunas religiones “el Hijo de Dios” (“El Kyrios”: El Señor). En el contexto teológico, cuando Jesús desde la cruz le dice a María: “Mujer, he allí tu hijo”, quiere decir que María tiene que mirar hacia otra dirección, ya no al pasado de Israel, sino hacia el futuro, en las enseñanzas del Divino Maestro, debe mirar hacia la nueva comunidad de discípulos (simbolizado por “el discípulo amado”). María tiene que cambiar su “Mirada física”, por la “Mirada Espiritual” de fe, esperanza y amor, para volver a reencontrarse ya no con “su hijo”, sino con el Divino Maestro, nuestro Hermano Mayor. En igual sentido, la frase “He allí tu madre” es la exhortación dada por Jesús a sus seguidores (“el discípulo amado”), para que recuerden siempre de dónde ha venido, que María es hija de la fe y esperanza de Israel. En otras palabras, el “Antiguo Pacto”, el “Antiguo Pueblo de Dios”, simbolizado en María, debe ser integrado al “Nuevo Pueblo de Dios”, al “Nuevo Pacto”, no ya escrito en “Tablas de piedra”, sino en el cuerpo de Jesucristo.

María será entonces la que dé el salto desde la antigua fe de los Patriarcas de la Ley y los Profetas, desde la fe de Israel, hacia la fe del “Nuevo Pueblo de Dios”. En estas hermosas escenas descriptas, contemplamos la conversión de María en discípula de Jesús. Simbólicamente, en María, el antiguo anhelo de “salvación” de Israel llegaba a su meta final a los pies de la cruz, vemos el final del mundo antiguo y el comienzo de una nueva creación en Jesús. En ella se cumple lo que proclamó Pablo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; todas las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”. (II Cor. 5:17). -María como creyente y discípula del Maestro: aparentemente la situación social de María siguió siendo la misma, ella está junto a otras mujeres y sus hijos. Hechos 1:14, nos muestra a María en la comunidad de los discípulos, sin privilegios por haber sido la madre de Jesús. En la Biblia el orden en que son mencionados los personajes suele significar un orden de importancia, así encontramos que María es nombrada siempre al final junto a sus hijos. En Hech. 1:14 sólo consta la participación de ella junto a la de otras mujeres, en las reuniones de los discípulos “perseverando en la oración y ruego”. -María según Pablo: guarda un notable silencio Pablo con respecto de María, en la única referencia paulina a ella ni siquiera lo hace por su nombre: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibieran la adopción de hijos” (Gál. 4:4-5). Esta conexión establecida entre el nexo biológico (“nacido de mujer”) y el nexo religioso (“nacido bajo la Ley”) muestra la concepción paulina del propósito de la encarnación.

Jesús vino a establecer una nueva relación entre Dios y los hombres (“nacidos de mujer”), otorgándonos la adopción de hijos y para redimir a los que estaban bajo la Ley. Se comprende, entonces, por qué para Pablo, María no tiene ninguna significación teológica. Para Pablo, María corresponde a la categoría del “Antiguo Pacto”, al cual vino Jesús a redimir. El nexo carnal no tiene ninguna importancia teológica y muy claramente lo afirma: “... y aún si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así” (II Cor. 5:16). En resumen María es “Lo Humano”, y el único eslabón entre Dios y los hombres (representados por María) es Jesús. Pablo no ve sino un solo mediador entre Dios y los hombres, y éste es Jesús hombre, y ésta es la doctrina consistente de la carta a los Hebreos. (Gál. 4:4-5; I Tim. 2:5) En Gál. 4:4-5, podemos deducir que María es incorporada al magisterio de Cristo, y fue objeto de la elección para Su encarnación. Pero su papel es pasivo , ella es la elegida; su papel en el plan de “salvación” llegó hasta allí. Ella también es objeto de la “redención” porque ella también estaba bajo la Ley. Por último queremos aclarar que ésta es una interpretación no de lo que el texto NO dice, sino de lo que dice; o de lo que para ciertos críticos, puede querer decir. En la ciencia de la interpretación bíblica, no hay nada más peligroso que pretender fundar una doctrina basándose en el Silencio de la Biblia, en lo que ella NO dice. Por esa razón creemos lo que Pablo siempre nos recomendó: “No ir nunca más allá de lo que está escrito” (I Cor. 4:6).

(Dra Claudia M. Maglio Esteban "Asociación luz y vida"
Primer premio en la categoría "Investigaciones espiritas año 2005" Otorgado por C.E.P.E.A)

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