miércoles, 24 de diciembre de 2008

El Sermón de la montaña


Entre los extraordinarios asuntos contenidos en el Evangelio, hay que destacar el Sermón de la Montaña. A través de ese maravilloso discurso, Jesús, el Maestro Singular, marcó indeleblemente el corazón de los hombres, transmitiéndoles su Doctrina de Liberación.
Cuando Jesús pronunció el Sermón de la Montaña, no se dirigía solamente a las personas presentes en Cafarnaum, se dirigía a todos los Espíritus, encarnados o desencarnados. Los de buena voluntad captaron inmediatamente el mensaje, sin embargo, sus enseñanzas continúan vivas a disposición de los corazones, que sientan la necesidad, es decir de aquellos corazones ahora receptivos.
Jesús inicia el Sermón de la Montaña con las bienaventuranzas, exhortándonos a la humildad, a la mansedumbre, a la práctica de la justicia, a la misericordia y a la pacificación. Nos ofrece el Reino de los Cielos si nuestro comportamiento se ajusta a esas enseñanzas.
Continuando el Sermón de la Montaña, declara Jesús que sus discípulos son la sal de la Tierra y la luz del mundo, enseñando con eso que sus seguidores preservarán sus enseñanzas por los ejemplos edificantes y transmitirán los conocimientos adquiridos de Él con cristalina pureza.
Jesús no vino a destruir la Ley o a desmentir a los profetas, vino a ratificar sus enseñanzas, y a ampliarlas. De esta manera, amplió el quinto mandamiento, condenó la pena del talión, nos exhortó a ser tolerantes y pacientes, condenó la hipocresía y la falsedad.
Nos recomendó el ejercicio de la caridad sin ostentación; nos incitó a percatarnos de los falsos profetas y engañadores y nos mostró la imperiosa necesidad de la oración, para que a través de ella nos podamos conectar con el Padre, además de llevar el socorro a los necesitados. Mostró el glorioso destino de los que edifican la vida espiritual sobre la roca firme y, la triste suerte de los que edifican sus vidas sobre las ilusiones del mundo.


"Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros....

...Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres...Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos....Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses...Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto....No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano...No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina...

... Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas".

(Del evangelio de San Mateo, parte del Sermon de la Montaña)

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