jueves, 18 de diciembre de 2008

El Espiritu


En la actualidad, ya no hay nada que justifique los conceptos ya superados en torno de los Espíritus.

Por un lado, permanecen empecinadamente, las obstinadas negativas que se desprenden del materialismo, reduciendo al ser y a la inteligencia, al absurdo capricho del acaso y, por consecuencia, sin darle un carácter de sobrevivencia, después del desgaste del torbellino celular.

En el pasado, cuando los estudiosos de la problemática del alma humana luchaban contra el totalitarismo religioso y la ignorancia científica, se comprendía la determinación de la idea que negaba la sobrevivencia espiritual a la muerte del cuerpo somático, porque faltaban las pruebas que ampliasen el aprendizaje mental, más allá de los estrechos límites impuestos por la fe ancestral...

Sin embargo, desde que se iniciaron las pesquisas psíquicas en la segunda mitad del siglo pasado, mediante la utilización de todo un amplio material de laboratorio, las hipótesis se sucedieron, complejas, empero, siempre desbaratadas por los hechos repetitivos que imponían, constante y exhaustivamente, la legitimidad de la opinión de la inmortalidad.

En el presente, gracias al abundante control de hechos necesariamente catalogados, comparados, clasificados, pasados por los más diferentes cedazos de eminentes parapsicólogos, se sobrepone la hipótesis espírita a las demás, en el abismo donde se confunden las corrientes de opinión y de intereses subalternos, que insisten en reducir todo a ondas vibratorias en paulatino camino hacia la extinción, o cuando lo consignan como transformaciones energéticas incesantes...

No obstante, cuando se habla de campos de energía pura de difícil catalogación, se piensa en negar al Espíritu, en su condición energética cuando está libre de los implementos orgánicos.

Más allá de esa desconcertante posición, permanece la decadente teoría sobre el Espíritu mediante la cual se le atribuyen facultades divinatorias, fantásticas, sobrenaturales...

Por más que se les expliquen aquellos que prefieren el concepto fantástico lo referente a la realidad del ser espiritual, de tal forma se encuentran sus mentes aferradas a las ideas inexactas, que bloquean su razón y no aceptan la claridad de la lógica ni del equilibrio.

Se empeñan en transferir a los Espíritus, poderes y sucesos, responsabilidades y consecuencias en los acontecimientos de la vida, transitando, aún por las sendas de la Mitología, en la que se complacen, distantes de una reflexión libertadora, de una opción lúcida.

Se satisfacen con el "culto externo" y están siempre dispuestos a aceptar injertos cómodos en los postulados relevantes que les exigen cambios de actitud acomodaticias a las que se someten con tranquilidad.

Otros por atavismo incomprensible, si consideramos el tecnicismo y el utilitarismo de la época, se detienen en la idea de que no se deben mezclar con las "almas del otro mundo", de cuyo acometimiento siempre se recogen frutos de decepción, cuando no de desequilibrio de las ideologías del fanatismo religioso que se niegan a la actualización de la cultura espiritual.

Algunos, ingenuos, permanecen en la problemática que sostiene que los Espíritus son seres tan inmateriales e, inconcebiblemente, los catalogan como fantasmas, correspondiendo tal actitud a sus anhelos íntimos. Les temen, insisten en ignorarlos, y cuando son instados al examen de su estructura real, suponen que son cosas, humos, tal como fueron idealizados en los cuentos infantiles del pasado.

La vida, empero, tiene en el mundo espiritual sus matrices. El mundo corporal es una materialización pura y simple de las construcciones trascendentes de las esferas del Espíritu.

El ropaje orgánico es elaborado por las fijaciones mentales y ambiciones morales de cada uno, en el inmenso peregrinar evolutivo.

A semejanza del cuerpo, o mejor dicho semejante al espíritu, es la fisiología orgánica, porque éste, el ser, posee una organización fisiológica obviamente más compleja que aquella que constituye la maquinaria física.

Es una individualidad eterna y una personalidad que resulta de cada experiencia reencarnacionista por proceso automático de ideoplastía inconsciente, fijándose en las telas de la mente espiritual, los recuerdos, aptitudes y acontecimientos más importantes que caracterizaron a la entidad, manteniéndola en los patrones en que mejor fijó las finalidades del aprendizaje educativo...

Transfiere de una a otra existencia la suma de las adquisiciones que elaboran necesidades y promueven conquistas sin privilegios ni puniciones.

Cuando el hombre abandona los despojos carnales por el fenómeno de la muerte, se cambia de posición vibratoria, continuando, empero integralmente, con lo que almacenó y consiguió, no obstante la ausencia de las expresiones materiales, en el sentido de la organización somática.

Ni Dios ni demonio.

Ni capacidad fantástica, sobrenatural de todo poder, ni tampoco la imprudente tónica demoníaca de a todo y a todos atenacear o destruir.

Ningún otro culto que no sea el de la amistad y el de la gratitud en oraciones y pensamientos saludables, ni tampoco recelo de ninguna naturaleza.

Los Espíritus son nuestros hermanos en la marcha de la evolución, semejantes a todos nosotros, unos mejores debido al esfuerzo propio, menos buenos los otros; atormentados los demás, desencarnados o encarnados, bajo la protección e inspiración de la divina misericordia de Nuestro Padre.

* * *

Eres un espíritu que se encuentra en labor adquisitiva, en pro de tu propia felicidad.

Tu vida son tus bendiciones y tus sufrimientos.

Ten en mente que procedes de la Esfera Espiritual – la verdadera – y que a ella retornarás.

De ese modo, haz lo mejor que puedas en la oportunidad que disfrutas para promover la ascensión que persigues, dejando en la Tierra plantadas las semillas de amor y luz, por cuanto, debido a las necesidades de la evolución, a ella retornarás en futuros renacimientos, enfrentando mañana lo que hayas sembrado desde ahora.

No te descuides, porque ignorar un hecho, de manera alguna altera su legitimidad, tal como ocurre con respecto a la indestructibilidad del Espíritu, que es inmortal.

JUANA DE ANGELIS

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