jueves, 18 de diciembre de 2008

Perdida de personas queridas


"¿La pérdida de los entes que nos son queridos, no constituye para nosotros legítima causa de dolor, tanta más legítima cuando es irreparable e independiente de nuestra voluntad?"

'Esa causa de dolor, alcanza tanto al rico como al pobre: representa una prueba, o una expiación y la ley es común. Tenéis, empero, un consuelo al poder comunicaros con vuestros amigos por los medios que están a vuestro alcance, en cuanto no disponéis de otros más directos y más accesibles a vuestros sentidos."

LE., Preg. 934



Si observamos la vida bajo el punto de vista espiritual, se hace necesaria una revisión en torno de muchos conceptos que se arraigan en la mente humana, que no poseen la legitimidad que se les atribuye.

De entre otros, el que corresponde a la desencarnación de los seres amados, le cabe al Espiritismo el noble menester de demostrar que la verdadera pérdida se produce cuando el ser se extravía de la recta senda del deber, resbalando insólitamente en la licenciosidad, en el crimen o en la alucinación de cualquier tipo que se presente.

Cuando sucede la transferencia del ser querido de una a otra esfera de la vida - prosigue, no obstante, viviendo en plena acción y en un campo más amplio -, y estos no es "lo peor que podría acontecer".

Sin duda, ocurren en el cuerpo, desdichados acontecimientos mucho más graves y dañinos que la muerte.

Infelicidad constituye un acto disipador que genera desgracias ajenas, aún cuando aquel que lo promueve es elevado a la posición engañosa de la relevancia social o económica. Día llega en que la conciencia que se entorpeció sacude su letargo y despierta bajo los aguijones dolorosos, sintiéndose infeliz por haber burlado los códigos de la soberana justicia de Dios.

Toda actitud que perturba al prójimo, denigra vidas, envenena existencias, es, sin duda, de las peores cosas que le pueden suceder a un espíritu encarnado en tránsito hacia su propia liberación.

La enfermedad prolongada, para un temperamento irascible - verdadera bendición que la vida proporciona al condenado y rebelde - puede convertirse a causa de una rebeldía sistemática o por la forma de huir de la resistencia moral, en desdicha espiritual, ante la ingestión de los líquidos tóxicos de la exasperación, de la impaciencia y de la rebeldía que consumen a aquellos que las cobijan por imprudencia o por amor propio herido.

En ese campo, aparecen las parálisis que constriñen, la ceguera, la mudez, la sordera, los problemas gástricos, cardíacos, de las vías respiratorias, los procesos de perturbación renal, los reumatismos y artritismos en los cuales el paciente orgánico disfruta de lucidez mental, revolcándose en las blasfemias sin palabras, entregado a silenciosas amarguras o dañinos desgastes nerviosos por considerar injusto su padecer, rebelándose ante la cura que parece demorar o que tal vez no llegue.

También son, acontecimientos peores, las costumbres que se convierten en vicios sociales y que se imponen sustentados por la delincuencia de los que los utilizan, tales como el alcoholismo, la toxicomanía y la perversión sexual a la que se arrojan millones de individuos en enloquecida carrera hacia el homicidio, y luego, hacia el nefasto suicidio, siempre que la locura no los sorprenda antes, en una total disgregación de la personalidad enferma.

La muerte sólo constituye desdicha, cuando es autopromovida, incidiendo en el injustificable suicidio.

* * *

No se perdió el afecto de quien retornó a la vida espiritual.

No fue su transferencia de domicilio una penuria real.

Anterior al cuerpo actual, el espíritu ha vivido bajo las condiciones resultantes de las experiencias anteriores en las cuales atravesó los milenios, atesorando valores que son indispensables para la evolución.

La paternal misericordia y paciencia divina lo asisten desde hace millares de siglos en las múltiples transformaciones por las que viene pasando hasta hoy, ofreciéndole siempre las mejores oportunidades con las que torna el futuro superior al pasado.

De la misma forma, sobrevive al desgaste orgánico de ahora, recomenzando la adquisición de los bienes inmortales que a todos nos embellecen la personalidad, caracterizando a cada uno en la faja evolutiva en la que se encuentra aprendiendo.

Vinculados por los fuertes lazos de la afectividad resultante de la familia espiritual en la cual transitan, esos Espíritus progresan fieles a sus amores, manteniendo los lazos de cariño y el sostén necesario, con el cual, se encaminará hacia adelante y hacia la felicidad.

La muerte es una ligera interrupción de los implementos físicos, que dificulta un mayor contacto material entre aquel que se liberta y quien permanece en la red orgánica. Además, morir no siempre significa libertad. . . Libérase de las presiones del mundo físico, quien se ejercita en la abnegación y en el renunciamiento, viviendo en un clima de menor fijación y dependencia de las pasiones inferiores y de las bajas necesidades.

Sin embargo, aún cuando ocurre la separación de los vínculos que unen el espíritu al cuerpo, el desencarnado se enfrenta con otros medios de intercambio, de los que se vale la manutención de la correspondencia con los transeúntes de la retaguardia.

Cuando duermen, los seres nostálgicos, profundamente ligados a los amores libres, son conducidos por el parcial desprendimiento, a reencuentros dichosos de los que se dan cuenta a veces, por el mensaje de los sueños o porque retornan vitalizados, iluminados, poseyendo una nostalgia diferente, de aquella profunda ausencia que los mortificaba cuando recordaban.

Otras veces, surge con el convivir mental, a través del intercambio intuitivo con el cual procuran disminuir el dolor del sufrimiento de quien prosigue en el cuerpo, inspirando y monologando por los hilos invisibles pero poderosos del pensamiento, y obteniendo, casi siempre, un diálogo reconfortante y bendito.

Surgen ocasiones en las que intervienen en acontecimientos y sucesos que corresponden a los familiares, modificando los paisajes sombríos, alterando hechos y ofreciendo valiosas contribuciones de gratitud en testimonio de imperecedera dedicación.

Finalmente, se valen de los nobles mecanismos de la mediumnidad, en sus complejas facetas, hablando o escribiendo, materializando o apareciendo a la visión psíquica en un distender de manos amigas y corazones afectuosos, sustentando el amor y bendiciendo la oportunidad.

Traen las noticias de las regiones felices donde se encuentran, entretejiendo esperanzas y consuelos con lo que iluminan con luz inmortalista los escondrijos torpes de la angustia, que cede su lugar a la alegría incontenida y al amor agradecido hacia el Supremo Padre.

Se refieren a los lugares en los que se purificaron o se purifican los incautos, advirtiendo y enseñando a los que no se dan cuenta de esa realidad, a fin de hacerlos cambiar de comportamiento, evitándoles de esa forma que caigan en los reductos de reparación a los que se arrojarían si no recibieran la luminosa orientación.

Los diálogos dichosos con los Espíritus amados, que se puedan disfrutar gracias a la mediumnidad sublimada por el ejercicio del bien del que nos da cuenta el Espiritismo, constituyen la sublime concesión que se revela al hombre, la más perfecta emulación para que éste triunfe sobre sí mismo, superando pasiones y problemas, caminando en actitud humilde y estoica hacia la Vida.

Mediante ese connubio superior - la convivencia entre el desencarnado y el encarnado, en el sagrado momento del intercambio mediúmnico -, se puede aquilatar y anticipar los júbilos y la felicidad que se obtendrá en el reencuentro después de la victoria de la vida sobre la muerte, de la liberación de los cuerpos, en una reunión de la que todos gozarán más tarde, después de vencida la sombra, el dolor, la incertidumbre...

* * *

Cuando un ser querido se traslada de una hacia otra vibración, no es pérdida, sino ganancia.

De manera alguna, la desencarnación representa una cosa peor, sino una bienaventurada liberación en una alborada de luz total y de felicidad real hasta tanto llegue el instante del restablecimiento de la convivencia, momentáneamente interrumpida. Y esto, por más que parezca demorarse, sucederá, posibilitando, en una consideración retrospectiva, apreciar que ese grande y largo período de ausencia, no ha sido nada más que un minuto, un lapso de tiempo que está entonces ampliamente recompensado por la dicha de la perfecta comunión llevada a cabo en un clima inefable de ventura integral.

Juana de Angelis

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